Con motivo de mi onomástica, ayer me desplacé hasta el embalse de Zamanes para pasar una tarde en un ambiente, a priori muy tranquilo.
Cuando llegué pude comprobar que el festivo fue aprovechado por mucha gente para intentarlo con la pesca de la trucha a fondo. Nada más entrar observé que la gente disponía sus cañas en largos tramos de la orilla, así que tenía que ir avanzando sin apenas poder lanzar.
Comencé con un pez artificial, pero decidí poner una lombriz de vinilo junto con un anzuelo circular, que se suele usar para surfcasting.
Con ayuda del vadeador me pude introducir a través de unas matas de espadañas y ubicarme en un lugar desde donde efectuar los lances.
En el primer lance saqué este pequeño bass. Lanzando en distintos lugares cerca de las ramas de los árboles, logré capturar dos más de igual tamaño.
Un poco más adelante ante la sorpresa de unos chavales, clavé y liberé dos ejemplares algo mayores. Aunque la zona estaba bastante machacada por las cucharillas de estos, las zonas de difícil acceso para los pescadores noveles estaban sin tocar.
Más allá del arroyo, miré a tres chavales que tenían sus cañas a fondo. Estaba lanzando bajo unas ramas cuando una de las cañas se cayó se su soporte (hecho con una horquilla de sáuce) y se quedó flotando en el agua. Llamé por los chavales para que vinieran a recogerla.
El chico que cogió la caña comenzó a llamar por el padre. Le dije que no tuviera prisa por sacarla. La trucha trató de refugiarse en las raices de un aliso de la orilla.
Finalmente, y de una manera poco elegante, el chico sacó la trucha arrastrándola por la hierba.
Este tipo de pesca no suele ser compatible con el "captura y suelta", pero la intención del chaval era la de quedarse con el trofeo.
Escudriñando bajo las ramas de los árboles observé una silueta oscura de los que pensé que era un gato. La sorpresa fue mayúscula cuando el animal se despertó por el sonido que emitia la hojarasca seca al quebrase bajo mis pies. Se trataba de un visón. Puesto que el mentón no disponía de pelo blanco, deduje que se trataba de un visón americano.
Me llamó la atención que con el alboroto que montaban los demás pescadores, estuviera tan tranquilo. De hecho se metió en su madriguera y volvió a salir para quedarse a dormitar bajo los últimos rayos de sol de la tarde.
Con el sol comenzando su descenso en el horizonte, decidí dar la vuelta y probar por donde había sacado los primeros de la jornada. De camino hasta el lugar, miré como un apresurado pescador perdía una trucha después de que esta le rompiese el sedal por el exceso de tensión.
Volví a situarme en el lugar desde donde había clavado el primer bass de la jornada. A mi izquierda un pescador estaba sacando un bass de pequeño tamaño. Una vez desanzuelado se dirigió hasta las ramas de un árbol cercano a su posición. Comprobé que tenía otro pequeño bass ensartado por la agalla. Hizo lo propio con el que había capturado.
Tras un rato observando las cebadas de las truchas, decidí marcharme. El individuo hizo lo mismo. Me llevé una desilusión muy grande al comprobar que ese hombre tenía más basses ensartados en las ramas de otros árboles.
En una horquilla de sáuce fue pasando uno a uno los basses que tenía colgados, hasta un total de 7 u 8.
De vuelta al coche me encontré con un pescador que decía que los "blacks" eran una peste y que había que terminar con ellos. Sin inmutarme le comenté mi opinión al respecto y creo que coincidió conmigo en que las truchas están condenadas a la desaparición en dicho embalse. Lo malo es que con la conducta de la mayoría de los pescadores que había visto, el bass tampoco tiene un futuro muy alentador.
Sólo el tiempo nos lo dirá.
Con ayuda del vadeador me pude introducir a través de unas matas de espadañas y ubicarme en un lugar desde donde efectuar los lances.
Un poco más adelante ante la sorpresa de unos chavales, clavé y liberé dos ejemplares algo mayores. Aunque la zona estaba bastante machacada por las cucharillas de estos, las zonas de difícil acceso para los pescadores noveles estaban sin tocar.
El chico que cogió la caña comenzó a llamar por el padre. Le dije que no tuviera prisa por sacarla. La trucha trató de refugiarse en las raices de un aliso de la orilla.
Finalmente, y de una manera poco elegante, el chico sacó la trucha arrastrándola por la hierba.
Este tipo de pesca no suele ser compatible con el "captura y suelta", pero la intención del chaval era la de quedarse con el trofeo.
Me llamó la atención que con el alboroto que montaban los demás pescadores, estuviera tan tranquilo. De hecho se metió en su madriguera y volvió a salir para quedarse a dormitar bajo los últimos rayos de sol de la tarde.
Tras un rato observando las cebadas de las truchas, decidí marcharme. El individuo hizo lo mismo. Me llevé una desilusión muy grande al comprobar que ese hombre tenía más basses ensartados en las ramas de otros árboles.
En una horquilla de sáuce fue pasando uno a uno los basses que tenía colgados, hasta un total de 7 u 8.
De vuelta al coche me encontré con un pescador que decía que los "blacks" eran una peste y que había que terminar con ellos. Sin inmutarme le comenté mi opinión al respecto y creo que coincidió conmigo en que las truchas están condenadas a la desaparición en dicho embalse. Lo malo es que con la conducta de la mayoría de los pescadores que había visto, el bass tampoco tiene un futuro muy alentador.
Sólo el tiempo nos lo dirá.