lunes, 31 de mayo de 2010

Dos más a las espaldas

La semana pasada pude hacer un par de escapadas relámpago. Una de ellas en busca de los basses y otra tras las lubinas.
La tarde que iba en busca de basses, decidí comenzar con la modalidad de pesca con mosca. Até un estrímer y me dispuse a peinar la orilla en busca de los amigos verdes.
No tardé en hacerme con el primero, pero me llevó su tiempo liberarlo.
Poco después saqué otro similar y al igual que el anterior, había tomado el engaño con gran entusiasmo, por lo que también me costó liberarlo, sólo que a este le provoqué un desgarro.
Ante este panorama, me fui al coche y monté el equipo de spinning.Las nubes dejaban entrever por veces al astro rey cuyos rayos elevaban tenuemente la temperatura del ambiente.
En una zona de vegetación sumergida engañé a un buen ejemplar. Para combatir con él con más comodidad me puse cerca de la orilla, sin embargo tras un rato con él, este se soltó.
No pasaba nada pues acababa de comenzar.La tarde fue transcurriendo y los basses que salían eran de tamaño pequeño y aunque de vez en cuando divisaba alguno grande, estos parecían hacer caso omiso de los señuelos.Después de una tarde entretenida con los "bocazas", fui caminando por la orilla con ritmo pausado y disfrutando de la belleza del lugar.
Hoy los grandes no habían querido ser indultados, pero a buen seguro que pronto volverán a salir.Con unas horas por delante, me acerqué hasta la costa para acechar a la reina de la rompiente.
El hecho de ir sólo hacía que tuviese que andar con cuidado, pues la zona no es cómoda de andar.
Tan sólo un pescador de fondo se divisaba en su atalaya en busca de los moradores del lugar.Al poco de comenzar miré como un buzo se sumaba a la práctica de la pesca. Por suerte fue buscando zonas hacia mar abierto y no paralelo a la costa.
Aunque en alguna zona se podía utilizar el paseante, pronto me dediqué a escudriñar la zona con los minnows.En algunas zonas el mar golpeaba con violencia, pero había que ser cauto y lanzar desde zonas a salvo de las olas.
En vista que el trayecto sur no había dado frutos, fui caminando hacia el norte para hacer una pasada en zonas que la marea ya dejaba pescar.
Al llegar a una zona de dos pequeñas ensenadas resguardadas, comencé a percibir un olor un tanto extraño. En un principio se lo atribuía al agua estancada en las grietas de las rocas, pues no se divisaba nada anómalo en las inmediaciones.En una ensenada clavé una pequeña lubineta de un tamaño similar al del artificial, lo que hace pensar en la voracidad de la especie.
Una breve operación de desanzuelado y al agua.
El olor ahora ya comenzaba a hacerse nauseabundo, sin embargo no lograba concretar a qué se debía.A lo lejos miré a un pequeño grupo de gaviotas pero no hacían nada en particular.
Desde una roca elevada miré como otra pequeña lubina venía detrás del artificial y finalmente tomó el engaño a un escaso metro de la orilla.
Al elevarla se soltó por lo que me evitó el trabajo de liberarla.Desde esta posición observé al fin la fuente del insoportable hedor. Parecían ser las entrañas de un mamífero marino, pues eran de un tamaño considerable.
No sé cómo podían haber llegado allí, pero traté de alejarme, pues no era nada agradable para la visión ni para el olfato.
Con cuidado de no tener ningún traspiés abandoné la zona de rocas y accedí a un pequeño sendero, que me condujo hasta el coche.
Han sido dos pequeñas escapadas, pero suficientemente entretenidas para calmar el gusanillo de la pesca.

sábado, 22 de mayo de 2010

Diversión, un mal trago y apuros

El sábado al mediodía, recibí una llamada de Miguel para ir a pescar basses y en vista de que estos eran difíciles de capturar, acepté el reto y quedamos por la tarde.
Miguel comenzó pescando desde pato y yo desde la orilla.
En poco tiempo saqué un pequeño bass mientras que Miguel se quejaba del viento.
La persistencia de Eolo, hizo que optase por guardar el pato y acompañarme por la orilla.Cuando Miguel y yo nos pusimos en marcha, Marcos estaba sacando un bass majo, que tras unas fotos fue devuelto a su medio.
Fuimos evitando las zonas donde había otros pescadores, hasta que nos encontramos a dos que se quejaban de lo difíciles que estaban ese día los bocazas.- La captura -
Miguel me advirtió de la presencia de un bonito bass bajo unas ramas. Nos encontrábamos a unos 2.5 metros sobre la superficie del agua y a unos 10 metros del pez. El lance era difícil, pero sólo me arriesgaba a perder el anzuelo y el vinilo. Si el pez picaba, tendría que sacarlo por encima de un tronco, evitar que se colase entre las ramas sumergidas y después bajar a por él.
Hice el lance con precisión y el bass se movió hacia el vinilo sin desconfiar .... ZAS ... clavé y tiré del pez hacia mi posición.
Todo había salido según lo previsto.No se nos dio por grabar la secuencia, pero el bass estaba situado en la zona del círculo rojo y yo tuve que colocar el vinilo un poco más a la izquierda.
Otra captura inolvidable, por la dificultad del lance y la previsión de cómo había que actuar en caso de picada.Seguimos andando por la orilla y ofreciéndoles un apetitoso bocado a nuestros amigos verdes. Había zonas en las que ejemplares juveniles campaban a sus anchas sin que nadie los molestase, pero si estas zonas estaban muy iluminadas, los basses eran reacios a picar.Llegamos a una zona en la que los juveniles nadaban paralelos a la orilla, de un lado para otro. Le comenté a Miguel que podrían ir bien unos peces artificiales de menor tamaño.
Dicho y hecho. Pronto salió el primero.
- El mal trago -
Los jóvenes basses atacaban seguido y nuevamente clavé otro, sólo que cuando me dispuse a agarrarlo con la mano, este se sacudió y ... ZAS ... uno de los anzuelos del triple delantero se clavó en mi dedo.
Me acordé de David y de una situación que él había padecido.
Si ampliáis la foto os daréis cuenta de la aparatosidad de la clavada. Después de liberar al bass, intenté atravesar la carne para poder cortar el anzuelo, pero creo que el hueso impedía tal operación.
La siguiente opción era tirar del anzuelo hacia atrás. No es lo recomendable, pero no tenía ganas de ir a urgencias.
Quité el anzuelo triple trasero, para evitar males mayores.
Sujeté con firmeza el anzuelo y tiré hacia atrás.
El estómago me daba vueltas y yo no disponía de la comodidad suficiente para tirar con fuerza, así que le pedí a Miguel que me echase una mano. Ante una primera negativa, al final accedió a hacer de médico.
Sin morder nada, le dije que tirase y tras un eterno segundo, el anzuelo desgarró la carne y salió para afuera.
Liberado del anzuelo ya pudimos proseguir con la pesca, aunque primero nos echamos unas risas cuando hacía como que iba a vomitar.Después Miguel clavó a otro joven bass con un señuelo que le regalé, pues le había impresionado la forma de navegar y su apariencia tan diferente de los peces artificiales más conocidos.Nuevo lance bajo las ramas y un bass de bella librea que pica ante el engaño. Foto y al agua.
Poco después nos encontramos con un pescador con el que solemos parar a charlar de la pesca. Este a su vez suele venir acompañado de una perra llamada Mega, que algunos recordareis del año pasado. Paramos a jugar un poco con ella, pues le encanta que se le lance un palo o una piña para ir a buscarlo.Después de contemplar a un chaval, dando muerte a un bass capturado con spinnerbait y jactándose de ello, fuimos acercándonos a una pequeña ensenada.
Observé un bass de mediano tamaño y moví mi pez artificial flotante en las proximidades, entonces apareció uno mayor. En cuanto paré de recuperar línea, el pez artificial se fue hacia la superficie y cuando esté rompió la tensión superficial del agua, desencadenó un ataque fulminante por parte del bass de mayor tamaño.
Una picada espectacular en todos los aspectos.
Fotos y al agua.Esta ensenada me gusta particularmente por su riqueza botánica. Es casi como estar en el período carbonífero, pero sin dinosaurios acechando, jejejeEn un lugar donde a Miguel se le suelen soltar los basses, esta vez logró acercar uno a la orilla.
Antes de liberarlo posó para la foto.Antes de afrontar el último tramo de embalse, tocaba revisar el nudo, pues la abundancia de vegetación puede hacernos perder un pez o el señuelo.Con las últimas luces de la tarde, apuramos algunos lances más, pero no salió ningún bass.
Sin duda una tarde de diversión, exceptuando el incidente del anzuelo.

El día anterior ...
El viernes había quedado con Jesús (al que conocí por el blog), para pescar en el río Oitavén, por debajo del embalse de Eiras.
Es un lugar muy difícil de andar pero en el que se había abierto la veda en mayo, debido a que los reos también pueblan sus aguas.
El día se presentaba muy caluroso y de camino al río el sudor ya estaba presente en toda la superficie epidérmica.
Bajamos por el cauce medio seco de un pequeño arroyo en el que aproveché para beber, pues el calor era endemoniadamente traicionero.Cuando llegamos al río me dí cuenta de que había perdido las gafas polarizadas (50 euros que se quedarían sabe Dios dónde).
El río bajaba espléndido, aunque un poco alto para mi gusto. El que Jesús llevase botas altas, nos condicionaría en la jornada, pero suele haber lugares por los que pasar.No tardamos en sacar las primeras truchas. Estas de pequeño tamaño pero con una librea espectacular.
Sé que los pozos profundos albergan truchas de buen tamaño, pero para tentar a estas pintonas, habrá que esperar a que disminuya el caudal del río.
Advertí que el río había sido visitado hace poco, pues se apreciaban matas de hierba y helechos pisados recientemente.El río baja encañonado en un cauce pétreo de granito, que toma formas caprichosas sobre las que nos vamos moviendo para ir sacando algunas truchas.
El tramo a pescar no es excesivamente largo, pero se hace tan malo de andar, que la travesía puede durar varias horas.La modalidad más apta para esta época es el cebo natural, pero dicha modalidad se haría muy lenta para cubrir este tramo de río y para ello necesitaríamos todo el día.Entre las picadas de pequeñas truchas hubo alguna de truchas mayores, pero la bravura de estas no nos permitió fotografiar ninguna. En un momento en el que miré el reloj, me dí cuenta de que todavía no habíamos llegado al ecuador del trayecto, por lo que decidimos avanzar un tramo largo sin pescar, ya que una vez comenzase a bajar la intensidad de la luz, nos podríamos mirar en un aprieto.El algunos tramos, el avance se ralentizaba mucho, debido a que no había un paso claro por el que pasar.
Otras veces nos limitaba la profundidad del río, debido a que Jesús llevaba botas altas y había que buscar una ruta que le fuese bien.En alguna zona concreta hacíamos algún lance para no desaprovechar todo el tramo de río que teníamos que avanzar.
Salió alguna trucha más, pero no eran truchas de gran tamaño. La bravura de estas aguas hacen que el crecimiento de los peces se ralentice con respecto a los de ríos de zonas más bajas.Aún no habíamos llegado a la mitad del trayecto y eso me inquietaba. Teníamos que salir del río como fuese.
Buscamos una zona por la que discurriese algo de agua desde la pista que recorre el valle, para así poder subir.
Encontramos un lugar que reunía esas características, pero la verticalidad de la pared impedía la subida, así que tocó ascender un poco más.Llegados a este punto opté por buscar una salida a toda costa, pues la idea de que se nos hiciese de noche en el río, no era nada tranquilizadora.
En este zona saqué otra colorida truchilla y después nos dirigimos al margen derecho del río, que es por el que debíamos ascender.

- La odisea -
La mirada de la subida era suficiente para desanimar a cualquiera, pero el nerviosismo ya comenzaba a aflorar.
La pendiente era tan pronunciada que la tierra se desplomaba bajo nuestros pies.
Había zonas de zarzas y maleza, así que cortamos una vara de laurel para abrir camino.
A continuación le pedí a Jesús que llevase mi caña, pues las fuerzas me hacían falta para ir golpeando zarzas, tojos y helechos.
Después de unos agónicos minutos, vislumbré lo que podía ser la pista forestal.
Sí ... parecía que sí lo era.
Me agarré a un sauce y al fin llegué al camino.
Ayudé a Jesús a subir y él se echó al suelo para descansar.
Yo tenía cortes en los brazos y espinas de zarzas clavadas en las manos, pero al fin estábamos arriba.
Comenzamos a caminar hacia los coches comentando la dureza de la jornada y que había que buscar un bar para reponer los líquidos perdidos.
En uno de los pasos, advertí algo en el suelo. No lo había pisado de milagro.
!!!!Eran mis gafas¡¡¡¡
Era difícil de creer que después de varias horas pudieran aparecer, pues si la jornada hubiese transcurrido con normalidad, no me hubiera cruzado con ellas.

Victoria de la lógica

Llegué al embalse en torno a las 4:30 pm y busqué una sombra en la que dejar el coche, porque el calor era elevado.
Me cambié y me dispuse a afrontar una jornada dura en lo que a meteorología se refería.
Se podían divisar a basses de buen tamaño en la inmediaciones de las orillas así que puse una lombriz de vinilo y comencé la jornada.
Después de un rato insitiendo, cambié la lombriz por un pikie de pequeño tamaño para ver si aumentaba la atividad de los peces, pero no se observaba respuesta por su parte.Me encontré con dos pescadores, uno madrileño y otro de la tierra, que parecían saber bien lo que hacían. Uno de ellos había sacado un pequeño ejemplar.
Les comenté que no se intuía actividad por parte de los peces, aunque alguno comía en superficie, seguramente pequeños insectos.Durante un tramo comentamos que la jornada estaba muy difícil y que la captura había sido anecdótica, pues no había indicios de que los peces estuviesen por la labor.
Si se amplía la foto, se puede observar las decenas de crías de bass que nadaban en grandes cardúmenes. De vez en cuando se apreciaba a algún adulto ejerciendo de escolta de estos recien nacidos.Llegué a un punto en el que observé cómo un bass de medio kilo, vigilaba su nido y otros más grandes perseguían a todo aquel que se mostrase como un enemigo potencial.
De repente observo a una trucha de unos dos kilos, que se acerca a la orilla, pero un bass más pequeño aparece como un rayo y obliga a la trucha a darse a la fuga.Estuve un buen rato intentando averiguar cómo podría capturar a alguno de esos basses que parecían reirse de los pescadores, pues nadie había sacado ningún bass, salvo el pescador que me había encontrado antes.
Tras un buen rato deliverando y pensando en todo lo que había observado hasta el momento, me dí cuenta de que un pez artificial de buen tamaño, podría darme resultado.
Después de observar a un bonito ejemplar, me dispuse a lanzar bajo una ramas para dar mayor recorrido al artificial. En un principio el bass mostró interés, pero no lo atacó. Con algunos lances más provoqué su ataque y entonces pude sacarlo.Había momentos en los que veía ejemplares enormes nadando lentamente, pero estos huían ante la presencia del engaño.
Divisé otro bonito bass bajo unas ramas. En lance era complicado, pero ya estoy bastante curtido en este tipo de florituras.
Para sacarlo tuve que saltar al agua, pues una rama me impedía acercarlo con normalidad.
Fotos y al agua.Después de avanzar un buen tramo en el que había pescadores de fondo en busca de las truchas, volví a encontrar un lugar donde un bass hacía guardia. Este se fue escondiendo hasta que lo perdí de vista, pero otro pequeño andaba por el lugar y sucumbió al engaño.
Después de enganchar el pez artificial en una rama, tuve que poner uno flotante. Fue curioso lo que ocurrió con este, ya que en las paradas (cuando el pez se iba hacia la superficie) los basses se acercaban. En una de estas aproximaciones, un bass atacó el señuelo, pero no había quedado prendido por lo que se lo saqué de la boca.
Un poco más adelante lancé junto a una capa de hojarasca que flotaba en la superficie. Un fulminate ataque me puso el corazón aceleradísimo. El pez comenzó a sacudirse y cuando casi lo tenía en seco se liberó y con algo de dificultad se fue hacia aguas más profundas.
Aún salió alguno más pero de pequeño tamaño y lo cierto es que para lo mal que pintaba, no me fue del todo mal.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Tarde entretenida

Como el lunes fue festivo autonómico, el martes no podíamos ir a pescar en las aguas continentales habituales, por lo que tuvimos que reorganizar la jornada e irnos a probar suerte al mar.Quedaban unas dos horas para la pleamar y el viento soplaba del norte. No son unas condiciones que me gusten, pero había que intentarlo y así lo hicimos.Varios cormoranes estaban situados sobre las rocas a la espera de una señal que les indicase cuando entrar al agua, pero nuestra proximidad también les valió para zambullirse inmediatamente.Al poco de comenzar Diego clavó una lubineta, que venía con el triple bien clavado. Era prioritario liberarla en las mejores condiciones y sin mucha demora, por eso no nos detuvimos en sacar ninguna foto. Por suerte el alicates nos facilitó la tarea del desanzuelado.Nos fuimos desplazando hacia el sur en busca de un mar más movido. Después de intentarlo con un paseante, opté por poner un minnow.El mar aquí ya estaba un poco pasado y eso nos valió alguna mojadura. Aún así fuimos probando en las sierras y en los canales.Cuando llegamos a una zona en la que el mar estaba muy bravo, decidimos volver por la carretera y aprovechar para tomar algo en un bar, puesto que el calor era insoportable.
Con las fuerzas renovadas, bajamos hasta el punto de partida.
Cambié el minnow que llevaba por un komomo slim rosado que tenía que estrenar.Apenas unos lances bastaron para que entrase esta lubineta.
La marea estaba en su punto más alto y entonces Diego exclamó:
-¡¡¡Jose, mira cuantas agujas!!!En un lance bastante largo me picó esta lubina ya más crecidita que las anteriores.
Foto y al agua.Diego ya había engañado a la primera. Era un hervidero de agujas, que perseguían nuestros señuelos.
Después de que Diego soltara la suya, tuve una gran aguja enganchada, pero los saltos le permitieron liberarse.Diego puso un paseante y sacó otra más grande que la anterior. Yo hice lo mismo, pero las tímidas picadas no se traducían en captura.
No sé si fue porque pinchamos todas las agujas, pero la actividad cesó por completo.
Poco después cayó otra lubineta, engañada entre la espuma.
¿Donde se metieron las grandes? me pregunté antes de finalizar la jornada.El komomo slim movido a tirones se portó bien, al igual que el shimano rarenium que estrenaba en esta ocasión. Lo que más impresiona sin duda es su reducido peso.Con el cansancio en nuestros rostros ya sólo quedaba abandonar la zona en la que habíamos pasado esta tarde tan entretenida.El día se acercaba a su fin así que nos subimos al coche y pusimos rumbo a casa.