En vista de que la anterior jornada no se había dado nada mal, volví a repetir, pero esta vez acompañado por mi amigo Antonio.
De camino al río pude ver los "efectos" de la noche de San Juan. Es costumbre quitar los portales de las casas y colgarlos o colocarlos a una cierta distancia del punto original. Lo malo es que a veces esto no se cumple y los portales terminan en los lugares más distantes e insospechados.Comenzamos en la zona intermareal y los resultados no se hicieron esperar.
Con un poco de suerte podíamos sacar algún reo, pues la vez anterior me había quedado con las ganas.El avance por el río era más lento que pescando uno sólo, pues repartíamos las tiradas y parábamos a menudo para comentar las distintas incidencias.Como yo ya conocía el itinerario a seguir, teníamos una ventaja a la hora de movernos por la orilla. Todavía tenía presente el esfuerzo que tuve que hacer, para acceder a algunas zonas, la vez anterior.Y vadeando con tranquilidad, llegamos a un tramo en el que las zarzas dominaban las orillas.
Aprovechamos para sacar alguna rama que obstaculizaba en el cauce, pues entre los dos, la tarea se hacía menos pesada. Esto nos facilitará la pesca en visitas posteriores.En el lugar en el que había avistado un buen reo la vez anterior, no llegué a mirar pez alguno.
Sin embargo, un poco más adelante logré engañar a otra trucha.Un viento frío comenzó a agitar las hojas de alisos y sauces. La temperatura quizás era baja para la época del año en la que nos encontrábamos y lo cierto es que llegué a pasar frío por momentos.A media mañana la actividad de las truchas cesó, y sólo hubo algunas picadas que no se llegaron a materializar a causa de los saltos y cabriolas de las truchas.Hubo una ocasión en la que la cucharilla de mi compañero portaba una especie de mucosidad. Pensé que debía ser un tipo de organismo similar a un alga, aunque visto de cerca incluso parecían los huevos de algún anfibio.
En la primera ocasión en la que pude observar a los rayos de sol asomando por encima de las montañas, me detuve para que el astro rey me proporcionase algo de calor, pues tenía las manos bastante frías.
Y poco después ya pudimos sentir la calidez del sol irradiando sobre nuestras cabezas. Fue una sensación muy reconfortante, por lo que me animó a seguir con fuerzas renovadas.Como ya se aproximaba la hora de marcharnos, apuramos los últimos lances en el río.
Para ganar algo de tiempo optamos por volver caminando por la carretera, puesto que si emprendíamos el regreso por el camino recorrido, nos demoraríamos demasiado.
La jornada fue una sombra de la anterior, pero igualmente disfrutamos con los momentos vividos.
Con un poco de suerte podíamos sacar algún reo, pues la vez anterior me había quedado con las ganas.El avance por el río era más lento que pescando uno sólo, pues repartíamos las tiradas y parábamos a menudo para comentar las distintas incidencias.Como yo ya conocía el itinerario a seguir, teníamos una ventaja a la hora de movernos por la orilla. Todavía tenía presente el esfuerzo que tuve que hacer, para acceder a algunas zonas, la vez anterior.Y vadeando con tranquilidad, llegamos a un tramo en el que las zarzas dominaban las orillas.
Aprovechamos para sacar alguna rama que obstaculizaba en el cauce, pues entre los dos, la tarea se hacía menos pesada. Esto nos facilitará la pesca en visitas posteriores.En el lugar en el que había avistado un buen reo la vez anterior, no llegué a mirar pez alguno.
Sin embargo, un poco más adelante logré engañar a otra trucha.Un viento frío comenzó a agitar las hojas de alisos y sauces. La temperatura quizás era baja para la época del año en la que nos encontrábamos y lo cierto es que llegué a pasar frío por momentos.A media mañana la actividad de las truchas cesó, y sólo hubo algunas picadas que no se llegaron a materializar a causa de los saltos y cabriolas de las truchas.Hubo una ocasión en la que la cucharilla de mi compañero portaba una especie de mucosidad. Pensé que debía ser un tipo de organismo similar a un alga, aunque visto de cerca incluso parecían los huevos de algún anfibio.
En la primera ocasión en la que pude observar a los rayos de sol asomando por encima de las montañas, me detuve para que el astro rey me proporcionase algo de calor, pues tenía las manos bastante frías.
Y poco después ya pudimos sentir la calidez del sol irradiando sobre nuestras cabezas. Fue una sensación muy reconfortante, por lo que me animó a seguir con fuerzas renovadas.Como ya se aproximaba la hora de marcharnos, apuramos los últimos lances en el río.
Para ganar algo de tiempo optamos por volver caminando por la carretera, puesto que si emprendíamos el regreso por el camino recorrido, nos demoraríamos demasiado.
La jornada fue una sombra de la anterior, pero igualmente disfrutamos con los momentos vividos.