miércoles, 29 de febrero de 2012

Empezando con un príncipe

Hace unos días comenzó la temporada de pesca en el tramo internacional del río Miño, aunque este año la gripe hizo que mi asistencia al estreno no fuese posible.Y días atrás quedé con Roberto (un lector del blog) para pescar en las aguas del padre Miño, que aunque me queda bastante cerca, no suelo visitar por las dimensiones de su cauce. Y digo esto porque siempre he pescado en ríos y arroyos de poca entidad, lo que hace que me sienta un tanto perdido ante la magnitud del río más grande de Galicia.
En esta aventura me acompañó Antonio, que ya conocía más que yo estas aguas.Tras las presentaciones buscamos un lugar en el que realizar algunos lances tras las muchas especies que aquí habitan, si bien truchas y reos serían el objetivo principal.
Paradójicamente, la legislación aquí es muy diferente a la que se pretende llevar a cabo en España, ya que la pesca de especies como el black bass, la carpa y la trucha arcoiris (especies alóctonas) está prohibida.La sequía presente en nuestro país se hacía patente a cada paso, pues había muchas zonas que en esta época deberían ser totalmente inaccesibles.
Tan sólo pude acertar a ver algo de actividad en una zona remansada cerca de la orilla, porque en el resto del cauce se me antojaba difícil localizar buenas zonas en las que lanzar.También se hace un poco raro pescar en una época en la que la mayoría de los árboles aún no se han provisto de sus hojas, si bien las mimosas ya lucen sus mejores galas.
La jornada discurrió en un ambiente muy agradable, con conversaciones muy variadas hasta que decidimos trasladarlas a un bar cercano.
Tras un buen rato charlando de nuestra afición, nos despedimos de Roberto hasta otro día.
Desde aquí agradezco su amabilidad por acompañarnos en esta zona desconocida para mí.

---------- Ayer ----------

La gripe no me ha abandonado del todo y he tenido una recaída bastante dura.
A pesar del intenso dolor de cabeza y las diversas molestias en la garganta, me dispuse para volver al Miño en compañía de Antonio.
Esta vez nos fuimos a una zona que él conocía, si bien se quedó boquiabierto de la sequía que sufría el lugar.
Las garzas y demás aves acuáticas hacen su agosto en las charcas que quedan a las afueras del cauce principal.Al poco de comenzar, mi compañero tuvo que dejar de pescar por problemas en su carrete. Como la jornada había comenzado minutos antes, yo opté por hacer algunos lances en busca de algún salmónido.
A mi llegada miré como un grupo de mújoles se movía cercano a la orilla, pero ninguno de estos tenía ganas de atacar mi señuelo. Estoy seguro que con la mosca adecuada podía tener una jornada entretenida.El sol comenzaba a acariciar el horizonte, lo que nos indicaba que debíamos pensar en el regreso, pues nos encontrábamos a bastante distancia del coche.
Vadeando por el río fui probando en los pasillos que había entre las ovas y entonces ...... noté que algo se movía al otro lado de la línea. La picada se había producido a gran distancia, pero el pez se descolgó rápidamente.
En unos segundos pude comprobar que se trataba del príncipe de los ríos, un misil de plata llamado reo.
En esta ocasión no tuve demasiada dificultad para hacerme con él, pues se descolgó hasta mi posición, pero otras veces ya he librado batallas memorables con este fantástico pez.
Tras su liberación, comenzamos a recorrer el camino de vuelta, haciendo alguna parada para realizar algún lance más.

Hasta que comience la temporada en marzo, aún habrá tiempo de volver alguna vez más, aunque espero que no sea acompañado de esta dichosa gripe.

jueves, 23 de febrero de 2012

De vuelta al mar

Después de unas semanas con una gripe muy fuerte, por fin he podido volver a sentir los sonidos y el aroma del mar.
No he tenido tiempo para nada, pues una gripe mal curada, puede reaparecer ... y lo cierto es que por este año ya me ha llegado.Así que ayer nos fuimos Rubén y yo hasta la costa, a ver si salía alguna lubina de porte.
En esta ocasión el mar estaba escaso, sin embargo al poco tiempo de empezar ya sentimos algunas picadas. Por desgracia, fueron picadas de agujas que vagaban por las inmediaciones del lugar.A pesar de todo mordían con recelo y no se quedaban prendidas de los anzuelos.
Fuimos caminando por las rocas, en busca de nuevas zonas en las que probar fortuna.Y en una zona de bastante profundidad, con una recogida lenta, pude sacar esta aguja de buen porte.
Así me reencontraba con los seres del mar, después de una prolongada ausencia.El cuerpo acusaba el notable esfuerzo, pero las ganas de sentir un buen pez nos hacían continuar.
Llegamos a una zona donde el mar estaba más batido, sin embargo teníamos el viento de cara, lo que dificultaba cada lance.Prolongamos la jornada hasta el ocaso, pero el cuerpo ya pedía una tregua. Y es que el madrugón para ir a trabajar hizo que afrontase la jornada con algo de cansancio.
En cuanto tenga un par de salidas más a las espaldas, seguro que recuperaré la forma para andar por las piedras.Al salir del lugar, observamos el cadáver de un cetáceo. Parecía haber perdido parte del morro, quizás por el encuentro con la hélice de una embarcación.
Lo cierto es que ver muerto a uno de estos fantásticos animales es una imagen un tanto dura.
La jornada no dio para más y ahora sólo queda recuperarse para afrontar la siguiente.

viernes, 10 de febrero de 2012

Dilema en la rompiente

El martes me fui con Rubén a la búsqueda del primer robalo del año y para ello tocó ir al norte.
A las 2:30 pm, después de trabajar, Rubén ya me estaba esperando. Con todo en el coche pusimos rumbo al lugar elegido.Cuando llegamos allí, la marejada dominaba el paisaje.
Pescar en esas condiciones era bastante peligroso, por lo que mi compañero y yo extremamos las precauciones, pescando sólo en las quedadas de las olas.Porque cuando las olas golpeaban la costa, el ambiente yodado invadía el aire y el salitre corroía nuestras esperanzas de hacernos con un buen pez.
Aún así seguimos buscando lugares más resguardados, si bien la búsqueda fue infructuosa.La costa estaba expuesta a un mar de fondo imponente. Para minar aún más el ánimo, el aire gélido del norte soplaba con fuerza por momentos.
Quedaban horas de luz y por lo tanto horas de pesca, pues no estábamos dispuestos a dejarnos doblegar por los elementos.

Llegamos entonces a unas rocas elevadas, que algunas olas alcanzaban en buena medida.
Cuando el mar cesaba de arremeter contra la costa, bajamos y comenzamos a lanzar, con tan buena suerte que yo siento una parada fulminante de mi artificial ... !!!Picadón¡¡¡
Rubén recupera su señuelo a toda prisa para no entorpecer la lucha con el pez ... tras un minuto de lucha, ya diviso un robalo de unos 3-4 kilos de peso cerca de mi posición ... pero ¿Por dónde lo saco?
Cuando el robalo intuye la proximidad de las rocas, vuelve a sacar línea de mi carrete ... vuelvo a acercarlo y llega el dilema ... ¿Bajo o no bajo? ... Levanto la cabeza y diviso como se generan un par de olas de las que hacen temblar las rodillas ... !!!El robalo se suelta de un cabezazo¡¡¡ ... Me doy la vuelta y me apresuro a alcanzar un lugar seguro ... me giro, saco la cámara y me preparo para efectuar tomar una instantánea ... Rubén se mantenía en una roca alta ...... y la ola rompe con gran estruendo ... mi compañero es engullido por una masa de agua salada pulverizada ... y desaparece en ella. Décimas de segundo después, intuyo una silueta humana chorreando y le digo que se apresure a subir, pues llega la segunda ola ... esta vez más inofensiva que la anterior.

Comentamos el desenlace de la acción, que salió bien para todas las partes. El robalo recuperó la libertad y nosotros salimos ilesos de la situación vivida.
En ningún momento se me pasó por la cabeza bajar a por el pez, pues a buen seguro que hubiera sufrido un accidente, por lo que el sentido común jugó a mi favor.Con el pulso acelerado, buscamos nuevas zonas en las que efectuar más lances.
Cambiamos de señuelos para probar en zonas más profundas, pero siempre con un ojo puesto en el mar.En el horizonte se formaba una de esas estampas que tanto llama la atención; Como si una divinidad fuese a hacer acto de presencia.
Para mí la diosa Fortuna había aparecido momentos antes ...Sin embargo, parece que fue Neptuno quién nos envió a un séquito de varios delfines. Estos pasaron a escasos metros de nuestra posición, mostrándonos repetidas veces sus aletas dorsales.Volvimos sobre nuestros pasos para probar suerte en una zona más somera.
El cambio de señuelo se hizo imprescindible, así que utilizamos minnows que trabajaran en poca profundidad.Exploramos con nuestros señuelos las zonas más prometedoras, mientras el sol se despedía de nosotros.
Y como no hubo respuesta por parte de los peces, dimos por concluída la jornada de pesca.
Un sabor agridulce nos invadía, pero éramos afortunados por no haber sufrido percance alguno.