Antes de nada quisiera comentar que un rayo me ha fulminado el PC, y que por esta razón he estado apartado un poco de este mundo virtual, al que ya echaba de menos. Trataré de ponerme al día lo antes posible.
Tras esta aclaración, paso a relataros la última salida de pesca.
En vista de que el sargo está dando grandes alegrías por nuestra zona, me decidí a ir a tentarlos en compañía de José Antonio.
Salimos temprano ya que por la tarde tocaba trabajar, así que tras unos minutos de conducción, llegamos al pesquero.
El mar no estaba bueno del todo, ya que a menudo venían algunas olas que golpeaban violentamente contra la costa. A pesar de todo, lo más incómodo era el frío que le ganaba la partida a mis manos.
Como pude, fui aguantando la caña. Pude observar cómo José Antonio se hacía con la primera pieza del día. Una boga que ya nos hizo presagiar lo peor.
A medida que la mañana avanzaba, las manos ganaron algo de temperatura. Gracias a ello, pude levantar sin problemas mi primera captura, que también era otra boga.
Como no había tiempo para cambiar de zona, seguimos probando en puntos próximos.
El mar ahora tenía mejor color y quizás con paciencia, pudiéramos encontrar aquello que buscábamos.
Pero fue otra boga la que se quedó prendida de mi anzuelo. Estas se encontraban en el pesquero y no había mucho más que hacer.
Junto a una roca solitaria, logré engañar a este sargo, que se escurrió hasta una grieta próxima. Tras sujetarlo, procedí a liberarlo en el agua, pues tenía un tamaño poco interesante.
Después de sacar alguna boga más, tanto por mi parte, como por la de mi compañero, salió otro morador de los pedreros. Un mújol que no ofreció la lucha que habría dado si fuera engañado con el equipo de mosca.
Lo liberé en una charca y me dispuse a afrontar los últimos lances.
Mientras José Antonio plegaba la caña, tuve tiempo de engañar a otra boga, que se fue por donde había llegado. No fue una jornada como me hubiera gustado, pero valió para sacarse el mono y retomar la actividad.