Digamos que hay modalidades de pesca en las que la técnica y la destreza son necesarias en grandes dosis.
En
Galicia según tengo entendido, nació la modalidad de pesca a la
ballesta, ya que había necesidad de colocar señuelos donde otras
modalidades no lo permitían.Ayer, José Antonio y yo nos fuimos hasta las proximidades de una sierra, para intentar engañar algunas truchas.
El valle nos recibió con las mejores galas. Azules y blancos en el cielo, verdes variados en sauces, abedules y alisos. Las flores del tojo aportando oro a las laderas del valle.
Sin embargo nuestros ojos se posaban sobre el cauce en sí. Y este se presentaba alto, por lo que descartamos llevar a cabo la jornada allí.
Por suerte para nosotros, estamos en la Galicia de los mil y un ríos. Un breve viaje en coche nos proporciona un amplio abanico de posibilidades, a pesar de que aún quedan ríos aguardando la desveda del reo y el salmón.
Optamos por pescar en un pequeño arroyo que no conocíamos. Sabíamos que este había sido azotado por un buen número de pescadores de los de antaño, o sea, de los que prefieren llevarse las truchas para su degustación, ya sean de la talla legal o no.
Por lo encantador del lugar y de que no disponíamos de mucho tiempo para buscar, nos arriesgamos con este pequeño cauce.
Además son de los que a mí me gustan. Arroyos en los que la destreza y la técnica pueden darte resultados. Si careces de estas cualidades, las opciones se verán seriamente mermadas.
La mayor parte del trayecto nos dedicamos a ver pequeñas truchitas colocadas en los lugares donde las buscarías habitualmente. Tan sólo un par de picadas era el balance hasta el momento.
En una tabla prometedora intuí una silueta que podía ser de una pintona, sin embargo, en el lance apareció esta otra, la cual me sorprendió gratamente. No solo por la lucha desatada, sino porque surgió del fondo de forma rauda y violenta.
El arroyo aquí discurría un poco más despejado, facilitando un poco más el lance.
Aún así, había muchos obstáculos que evitar si no queríamos desaprovechar las pocas opciones de presentación que teníamos.
Alguna más fue apareciendo, a medida que ascendíamos.
Lograr una captura en un reducido espacio, después de que el señuelo haya caído con precisión, es lo que perseguimos en estos escenarios.
Pero podemos aumentar la dificultad si nos adentramos en un afluente del arroyo. Son excelentes opciones que se suelen dejar atrás por lo complicado de moverse por sus orillas o por el propio cauce.
Las zarzas y la vegetación exhuberante pueden hacer desistir a muchos, pero nosotros nos fijamos si hay pequeñas pozas en las que una pintona pueda estar al acecho.
Y efectivamente, teníamos razón. Las picadas aquí eran más frecuentes, puesto que los peces estaban muy tranquilos con sus quehaceres. Estando donde estaban, no esperarían que algún pescador osara pasar entre tantas zarzas por hacer unos lances.
Durante el trayecto, pudimos ver gran cantidad de anuros. Supongo que todos los que pudimos ver, eran ejemplares de rana bermeja.
Volvimos al cauce principal para seguir prospectando cada rincón.
En una cuarta de agua, puede haber una trucha esperando cualquier "alimento" que caiga de los árboles.
Y eso es lo que debió pensar esta pequeña pintona.
El calor de los últimos días había acelerado la aparición de las cicutas.
Sin embargo se puede sacar oro de los estrechos pasillos que quedan entre estas plantas.
Los helechos de distintas especies, también pueden complicar mucho la tarea de efectuar los lances en las zonas más prometedoras.
Pero el pescador siempre ha de echar mano de los recursos que hay disponibles. A veces, un lance que a priori puede ser imposible, se torna cómodo si nos ayudamos de alguno de los árboles de la ribera.
Eso sí, no forzar demasiado la postura, porque podéis terminar de mala manera jejeje.
Otras veces hay que efectuar los lances desde zonas altas, ya que la configuración de las orillas no permite aventurarnos hasta el cauce.
Pero disponiendo de unos centímetros en los que poder mover nuestro engaño, ya hay opciones de captura.
Cerca de la zona en la que abandonamos el arroyo, me encontré con este roble, cuyo contorno parecía el de una persona intentando beber del río. He superpuesto una línea amarilla, paralela al contorno del árbol, para que se aprecie mejor la silueta.
Como si de un espíritu del bosque se tratara.
Al final de la jornada, ya sólo nos quedaba ir a tomar algo, para reponer las fuerzas.