El domingo tocaba hacer una visita a Luis.
Madrugué bastante para ir con calma, ya que el día no estaba para andar apurado, así que a las 5:30 am en pie para desayunar y poner rumbo a la Galicia profunda.
Madrugué bastante para ir con calma, ya que el día no estaba para andar apurado, así que a las 5:30 am en pie para desayunar y poner rumbo a la Galicia profunda.
Descendiendo por el valle, comenzó a llover, lo cual no me agradaba mucho, pero a buen seguro que habría oportunidad de hacer unos lances en el río Miño.
Nada más abrir la puerta de la casa de Luis, Bullma (su perrita) me recibió agitando el rabo enérgicamente. Saludé a mi anfitrión y este pasó a mostrarme las cucharillas que serían protagonistas en la jornada de hoy. Cristina López Pardo le había enviado gran cantidad de material para probar en el río.
Luis me puso al corriente de todas sus virtudes y de las capturas que había hecho los días previos.
Las carácterísticas que Luis enumeraba, me parecían muy interesantes, ya que estas cucharillas reúnen una relación peso-tamaño excelentes, buen giro, un anzuelo triple de calidad, etc. Y además, estos señuelos Mapso son fabricados en España: http://mapso.es/es/
A continuación montamos algunas cucharillas, con ayuda de los alicates. La ventaja de poder confeccionarlas uno mismo, es que combinaríamos colores y pesos a nuestro antojo.
Con el día inaugurado, salimos de casa pertrechados con todo lo necesario para la jornada.
Una vez que Bullma ya estaba en el coche, pusimos rumbo al destino elegido.
El Miño presentaba un caudal sobrecogedor. La fuerza del agua nos daba una idea de que había que ser cautos a la hora de adentrarse en las orillas del cauce.
Pero primero teníamos que hacer una visita a un río cercano, pues tenía ganas de conocerlo un poco más, ya que este se asemeja a los ríos a los que estoy acostumbrado a pescar. Cauces de poco porte, donde hay que echar mano de la técnica para arrancar de sus aguas alguna trucha o reo.
La visita por este paraje encantador, nos acercó a la hora de la comida, así que fuimos a reponer fuerzas, para luego irnos hasta el escenario principal de la jornada.
El Miño presentaba un caudal exagerado, pero mucho menor de lo que había tenido días atrás con las abundantes lluvias. A más de 5 metros del nivel actual, podíamos contemplar los vestigios de lo que el agua había depositado en las ramas de los árboles. Impresionante lo que un río como este es capaz de hacer.
Para llegar hasta el cauce principal, había que vadear por el bosque. Zonas que la mayor parte del año permanecen a salvo del agua, se presentaban ahora anegadas por la crecida del río.
Teníamos que buscar accesos para encontrar algún punto desde el que ofrecer nuestros señuelos.
Bullma nos seguía hasta donde podía, como si de una ganchera cuadrúpeda se tratara jejeje.
Sin duda es una delicia contemplar a esta fiel compañera de pesca, ya que no se despega del lado de Luis, salvo cuando percibía los efluvios de algún animal salvaje.
Llegamos a una zona en la que pudimos efectuar algunos lances, no sin ciertas dificultades.
Allí pude comprobar lo que Luis me había comentado con anterioridad. Las cucharillas Mapso tenían una capacidad de lance extraordinaria, se mantenían en el agua hasta la misma orilla, girando con mucha facilidad al transmitir un mínimo de tracción. Sin duda un gran aliado para dar con alguno de los tesoros que el Miño esconde en sus aguas, en forma de truchas, salmones, reos, sábalos, etc
La tarde avanzaba y el río parecía empeñado en quitarnos la ilusión de clavar algún pez.
En el último punto elegido, me dediqué a observar a mi compañero, tentando a los moradores del río.
Con la bajada del sol, la luz comenzó a perder intensidad y en ese momento, las picadas comenzaron a sucederse. Sin embargo, los peces eran reacios a picar, hasta que finalmente, un reo se quedó prendido del anzuelo. Este presentó una buena pelea hasta que llegó a la orilla. Digamos que el objetivo del día de hoy era pescar algún sábalo y seguramente fue uno de estos el que le rompió la línea a Luis, tras una picada de las que paran el señuelo en seco. Y es que estos peces tienen fama de luchadores incansables, que no se doblegan ante la voluntad del pescador, y por ello los buscamos con ahínco, durante toda la jornada.
Ese día no hubo suerte, pero en la siguiente salida, Luis consiguió hacerse con otro potente sábalo, que sucumbió a una Mapso fluorescente.
Espero que todavía haya días para poder tentar a estos magníficos peces, pues tengo ganas de medime con uno al otro lado de la línea.
En el último punto elegido, me dediqué a observar a mi compañero, tentando a los moradores del río.
Con la bajada del sol, la luz comenzó a perder intensidad y en ese momento, las picadas comenzaron a sucederse. Sin embargo, los peces eran reacios a picar, hasta que finalmente, un reo se quedó prendido del anzuelo. Este presentó una buena pelea hasta que llegó a la orilla. Digamos que el objetivo del día de hoy era pescar algún sábalo y seguramente fue uno de estos el que le rompió la línea a Luis, tras una picada de las que paran el señuelo en seco. Y es que estos peces tienen fama de luchadores incansables, que no se doblegan ante la voluntad del pescador, y por ello los buscamos con ahínco, durante toda la jornada.
Ese día no hubo suerte, pero en la siguiente salida, Luis consiguió hacerse con otro potente sábalo, que sucumbió a una Mapso fluorescente.
Espero que todavía haya días para poder tentar a estos magníficos peces, pues tengo ganas de medime con uno al otro lado de la línea.