Este año alcanzamos una vez más el día 1 de mayo. Para mí es una fecha muy especial e ineludible. Por desgracia para el que escribe, este año no me acompañaron Luis, Xiao y Jose, por motivos que no vienen al caso. Por ello, tocaba hacerlo en compañía de mi soledad.
Así que me planté junto al río Tea, para acometer la jornada de pesca. Las lluvias de esa noche habían enturbiado el agua y lo cierto es que no tenía buenas experiencias con el río en esas condiciones. Sin embargo es algo que no puede hacer mella en el ánimo, porque estar a pie de río ya es un premio.
En la primera parte de la mañana, la fortuna no acompañó a los que habíamos llegado hasta este río. Por ello, me fui hasta un tramo libre sin muerte. Aquí tuve la picada sorpresiva de un reo, en una zona que prometía. Picó casi a mis pies y cuando se revolvió, logró liberarse del anzuelo simple sin arponcillo.
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En la parte baja, el caudal impedía acceder a muchas zonas, así que a buscarse la vida para poder hacer algun lance. Ascendí el río hasta la parte en la que había pescado a primera hora. Algunos pescadores ya estaban satisfechos por haber engañado alguna pintona o algún reo.
Las aguas ya estaban más claras que durante la mañana, así que volví sobre mis pasos para hacer otra pasada. De camino a la parte baja, me topé con David y Fabián. Estaban cambiándose a pie del coche, así que proseguimos juntos.
Divisé una pequeña isla de grava en medio del río y el ramal del río en el punto opuesto tenía muy buena pinta. Para acceder, había que vencer una fuerte corriente, lo cual me hizo pensar que quizás nadie se hubiera aventurado allí. Logré pasar y en el primer lance conseguí engañar a esta pintona. En el siguiente lance picó otra trucha más, pero se libró del anzuelo.
De camino a la zona libre sin muerte, David tuvo que volver al coche, así que proseguimos Fabián y yo.
Al divisar una de las casetas que había junto a una estacada, pudimos ver que los pescadores disponían de una cama para ir descansando durante la noche.
En otra de las casetas de las estacadas, me fijé que disponían de una mesa recubierta de plástico negro. Y sobre este, advertí que había lo que presumiblemente serían huevos de lamprea. Una pena que no estuvieran en el fondo del río, esperando para eclosionar.
Indiqué a Fabián que lanzase en la zona donde se me había soltado el reo por la mañana, con tan buena fortuna que a él también le picó un reo. Cuando lo iba a meter en la sacadera, el reo ejecutó unos giros de cabeza, que fueron suficientes para librarse del anzuelo. Una pena, porque me hubiera hecho mucha ilusión que Fabián hubiera posado con esta bella pieza.
En el ascenso por la orilla, me topé con basura junto al río. Supongo que algún "cerdo de dos patas" optó por dejarlo allí. Tras recogerlo, me lo llevé para el coche y di por finalizada la jornada, tras despedirme de mis compañeros.
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Hace unos días, Marcos me sugirió hacer una jornada en un coto del río Arenteiro, así que madrugué para estar en el lugar acordado a la hora escogida. El haría de guía por este nuevo escenario, así que estuve atento a todas sus indicaciones.
El río era de una belleza fascinante, así que ya estaba disfrutando desde el minuto uno. El caudal era un poco elevado para mi gusto, sin embargo, habría opción de peinarlo bien, en busca de las truchas que pueblan sus aguas.
Algunas zonas de la orilla me hacían recordar la película de "El Señor de los Anillos". Pasadizos por los que Frodo iba en compañía de Sam. Una delicia de paisajes, que había que inmortalizar.
Ya en acción de pesca, me asombré de lo bonito que era este río. Todo un premio para los sentidos. Eso sí, las truchas no iban a colaborar fácilmente. Adaptándome al río, tuve las primeras picadas, si bien no se materializaron. Me di cuenta que no iba lo suficientemente preparado, ya que en otras ocasiones, solía llevar algún as debajo de la manga.
Tras alguna persecución y alguna picada, pude ver la bella librea de una de sus moradoras, para luego devolverla a su medio. Habiendo librado el bolo, la jornada se lleva un poquito mejor jejeje.
Las estampas que me iba encontrando eran fabulosas, así que había que inmortalizar el momento.
Cuando llegó la hora de marchar, agradecí a Marcos por hacer de anfitrión en un río tan bello como el Arenteiro.
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