sábado, 31 de mayo de 2025

De vuelta en casa

 Hoy tocaba volver a un río que conozco muy bien y que me ha enseñado mucho de lo que sé sobre la pesca. Lo pesqué sólo, si bien espero regresar en compañía de algún amigo.


Aquí todo es más fácil, porque conozco el río al dedillo. Las primeras capturas no tardaron, así que había que estar atentos por si había alguna sorpresa aguardándome.


Una de estas sorpresas era un nido de chochín (Troglodytes troglodytes) en medio de varias hiedras. El murmullo de las aguas puede camuflar el sonido de las crías del pájaro, cuando estos aguardan por su ración de comida. Los animales no dejan nada al azar.


En un puente cercano, localicé un nido de lavandera cascadeña (Motacilla cinerea). Son muy comunes, ya que el sonido del agua es un seguro para que sus crías pasen inadvertidas.


Las capturas se iban sucediendo a buen ritmo y sólo me centré en fotografiar las que eran un poco más curiosas en cuanto a librea. Luego volvían al agua para proseguir con sus cosas.


Algunos pozos han cambiado con respecto a otros años, pero los peces toman nuevas ubicaciones, adaptándose a los cambios. 


La pequeña cascada del río está pletórica con el caudal de este año y no podía pasar por aquí sin tomar una instantánea. Fueron muchas las veces que ascendí por esta cascada, desde edad temprana.


El premio dulce de la jornada fue este puñado de fresas silvestres. En cuanto localizo estos pequeños tesoros, no puedo contener la gula y comienzo a recolectar todos los que puedo. La explosión de sabor que sucede tras masticarlos, es sublime. Nada que ver con sus primas comerciales.


 Un pequeño molino restaurado como vivienda. Son muchas las contrucciones de este tipo a lo largo de este curso fluvial. Una pena que la mayoría se conserven en mal estado.


Tras una jornada repleta de picadas y capturas, di por finalizada la jornada. Espero que en la próxima tenga a las pintonas como protagonistas, una vez más.

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Con el mes de mayo avanzado, es necesario pensar en los sábalos y en las sabogas. Estos peces ascienden por el río Miño, para darnos grandes alegrías, a todos aquellos que estamos dispuestos a aventurarnos por las orillas del río más grande de Galicia.
Para esta ocasión llamé a Luis, ya que siendo ribereño del lugar, conoce a la perfección los entresijos de este río, para poder acceder a las distintas zonas de pesca.


Una vez en el lugar, tocó aguardar a que el río "nos hablase". Este punto del río, es muy peligroso, ya que las sueltas de agua para la producción hidroeléctrica, generan unas variaciones de caudal brutales.
Finalmente el Miño "nos habló" y nos dijo que podíamos pescar.
Llegar hasta el lugar no era tarea fácil, ya que todo estaba virgen. Hubo que abrir camino poco a poco, librándonos de zarzas y otras plantas nada agradecidas con los forasteros.


Aquí se puede apreciar la pequeña bajada de caudal. Si no tenemos esto presente, nos exponemos a una situación peligrosa. Este es el TIRM (Tramo Internacional del Río Miño) y tanto los pescadores españoles, como los portugueses tenemos en cuenta el problema de jugarse la vida por estar pescando en una zona peligrosa. El Miño se ha cobrado varias vidas a lo largo de la historia reciente, si bien es cierto que los pescadores asiduos, solemos ser cautos.


Primer lance y me hago con una pintona, que se resguardaba en una zona pegada a la orilla. La jornada comenzaba bien, pero no quería decir que fuese fácil.


Al tercer lance, noto una picada que no se materializa, pero dos lances después traigo un pequeño black bass engachado en la cucharilla.


Después de un rato de inactividad, podemos ver que aguas arriba los sábalos comienzan a tener actividad. El sábalo (Alosa alosa) sube desde el mar y trae consigo una fuerza desmesurada, capaz de vencer las corrientes más potentes.
Tras intentar dar con ellos en las corrientes, nos tuvimos que conformar con una picada al señuelo de Luis. Tras un buen rato insistiendo, concluimos la jornada.


En medio del bosque, localizamos un limonero que ahora crecía a la sombra de robles y castaños. Mientras recogíamos alguno de sus frutos, localicé el nido de un pequeño pájaro, con huevos en el interior. Por ello, solté la rama con mucho cuidado.


Uno de los limones era muy raro en su forma. Supongo que son mutaciones que se generan por algún desencadenante  del entorno. 


En el tramo final del recorrido, nos topamos con un árbol plagado de nísperos. La gula se apoderó de nosotros y dimos buena cuenta de los más dulces, hasta saciar el apetito de tan rica fruta.
Fue un final de jornada de los que a mí me gustan ... con el estómago lleno jejeje.

domingo, 25 de mayo de 2025

Apertura diferente

 Este año alcanzamos una vez más el día 1 de mayo. Para mí es una fecha muy especial e ineludible. Por desgracia para el que escribe, este año no me acompañaron Luis, Xiao y Jose, por motivos que no vienen al caso. Por ello, tocaba hacerlo en compañía de mi soledad.


Así que me planté junto al río Tea, para acometer la jornada de pesca. Las lluvias de esa noche habían enturbiado el agua y lo cierto es que no tenía buenas experiencias con el río en esas condiciones. Sin embargo es algo que no puede hacer mella en el ánimo, porque estar a pie de río ya es un premio.


En la primera parte de la mañana, la fortuna no acompañó a los que habíamos llegado hasta este río. Por ello, me fui hasta un tramo libre sin muerte. Aquí tuve la picada sorpresiva de un reo, en una zona que prometía. Picó casi a mis pies y cuando se revolvió, logró liberarse del anzuelo simple sin arponcillo.



En la parte baja, el caudal impedía acceder a muchas zonas, así que a buscarse la vida para poder hacer algun lance. Ascendí el río hasta la parte en la que había pescado a primera hora. Algunos pescadores ya estaban satisfechos por haber engañado alguna pintona o algún reo. 
Las aguas ya estaban más claras que durante la mañana, así que volví sobre mis pasos para hacer otra pasada. De camino a la parte baja, me topé con David y Fabián. Estaban cambiándose a pie del coche, así que proseguimos juntos.


Divisé una pequeña isla de grava en medio del río y el ramal del río en el punto opuesto tenía muy buena pinta. Para acceder, había que vencer una fuerte corriente, lo cual me hizo pensar que quizás nadie se hubiera aventurado allí. Logré pasar y en el primer lance conseguí engañar a esta pintona. En el siguiente lance picó otra trucha más, pero se libró del anzuelo.


De camino a la zona libre sin muerte, David tuvo que volver al coche, así que proseguimos Fabián y yo.
Al divisar una de las casetas que había junto a una estacada, pudimos ver que los pescadores disponían de una cama para ir descansando durante la noche.


En otra de las casetas de las estacadas, me fijé que disponían de una mesa recubierta de plástico negro. Y sobre este, advertí que había lo que presumiblemente serían huevos de lamprea. Una pena que no estuvieran en el fondo del río, esperando para eclosionar.


Indiqué a Fabián que lanzase en la zona donde se me había soltado el reo por la mañana, con tan buena fortuna que a él también le picó un reo. Cuando lo iba a meter en la sacadera, el reo ejecutó unos giros de cabeza, que fueron suficientes para librarse del anzuelo. Una pena, porque me hubiera hecho mucha ilusión que Fabián hubiera posado con esta bella pieza.


En el ascenso por la orilla, me topé con basura junto al río. Supongo que algún "cerdo de dos patas" optó por dejarlo allí. Tras recogerlo, me lo llevé para el coche y di por finalizada la jornada, tras despedirme de mis compañeros.

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Hace unos días, Marcos me sugirió hacer una jornada en un coto del río Arenteiro, así que madrugué para estar en el lugar acordado a la hora escogida. El haría de guía por este nuevo escenario, así que estuve atento a todas sus indicaciones.


El río era de una belleza fascinante, así que ya estaba disfrutando desde el minuto uno. El caudal era un poco elevado para mi gusto, sin embargo, habría opción de peinarlo bien, en busca de las truchas que pueblan sus aguas.


Algunas zonas de la orilla me hacían recordar la película de "El Señor de los Anillos". Pasadizos por los que Frodo iba en compañía de Sam. Una delicia de paisajes, que había que inmortalizar.


Ya en acción de pesca, me asombré de lo bonito que era este río. Todo un premio para los sentidos. Eso sí, las truchas no iban a colaborar fácilmente. Adaptándome al río, tuve las primeras picadas, si bien no se materializaron. Me di cuenta que no iba lo suficientemente preparado, ya que en otras ocasiones, solía llevar algún as debajo de la manga.


Tras alguna persecución y alguna picada, pude ver la bella librea de una de sus moradoras, para luego devolverla a su medio. Habiendo librado el bolo, la jornada se lleva un poquito mejor jejeje.


Las estampas que me iba encontrando eran fabulosas, así que había que inmortalizar el momento.
Cuando llegó la hora de marchar, agradecí  a Marcos por hacer de anfitrión en un río tan bello como el Arenteiro.