Hoy tocaba volver a un río que conozco muy bien y que me ha enseñado mucho de lo que sé sobre la pesca. Lo pesqué sólo, si bien espero regresar en compañía de algún amigo.
Aquí todo es más fácil, porque conozco el río al dedillo. Las primeras capturas no tardaron, así que había que estar atentos por si había alguna sorpresa aguardándome.
Una de estas sorpresas era un nido de chochín (Troglodytes troglodytes) en medio de varias hiedras. El murmullo de las aguas puede camuflar el sonido de las crías del pájaro, cuando estos aguardan por su ración de comida. Los animales no dejan nada al azar.
En un puente cercano, localicé un nido de lavandera cascadeña (Motacilla cinerea). Son muy comunes, ya que el sonido del agua es un seguro para que sus crías pasen inadvertidas.
Las capturas se iban sucediendo a buen ritmo y sólo me centré en fotografiar las que eran un poco más curiosas en cuanto a librea. Luego volvían al agua para proseguir con sus cosas.
Algunos pozos han cambiado con respecto a otros años, pero los peces toman nuevas ubicaciones, adaptándose a los cambios.
La pequeña cascada del río está pletórica con el caudal de este año y no podía pasar por aquí sin tomar una instantánea. Fueron muchas las veces que ascendí por esta cascada, desde edad temprana.
El premio dulce de la jornada fue este puñado de fresas silvestres. En cuanto localizo estos pequeños tesoros, no puedo contener la gula y comienzo a recolectar todos los que puedo. La explosión de sabor que sucede tras masticarlos, es sublime. Nada que ver con sus primas comerciales.
Un pequeño molino restaurado como vivienda. Son muchas las contrucciones de este tipo a lo largo de este curso fluvial. Una pena que la mayoría se conserven en mal estado.
Tras una jornada repleta de picadas y capturas, di por finalizada la jornada. Espero que en la próxima tenga a las pintonas como protagonistas, una vez más.
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Con el mes de mayo avanzado, es necesario pensar en los sábalos y en las sabogas. Estos peces ascienden por el río Miño, para darnos grandes alegrías, a todos aquellos que estamos dispuestos a aventurarnos por las orillas del río más grande de Galicia.
Para esta ocasión llamé a Luis, ya que siendo ribereño del lugar, conoce a la perfección los entresijos de este río, para poder acceder a las distintas zonas de pesca.
Una vez en el lugar, tocó aguardar a que el río "nos hablase". Este punto del río, es muy peligroso, ya que las sueltas de agua para la producción hidroeléctrica, generan unas variaciones de caudal brutales.
Finalmente el Miño "nos habló" y nos dijo que podíamos pescar.
Llegar hasta el lugar no era tarea fácil, ya que todo estaba virgen. Hubo que abrir camino poco a poco, librándonos de zarzas y otras plantas nada agradecidas con los forasteros.
Aquí se puede apreciar la pequeña bajada de caudal. Si no tenemos esto presente, nos exponemos a una situación peligrosa. Este es el TIRM (Tramo Internacional del Río Miño) y tanto los pescadores españoles, como los portugueses tenemos en cuenta el problema de jugarse la vida por estar pescando en una zona peligrosa. El Miño se ha cobrado varias vidas a lo largo de la historia reciente, si bien es cierto que los pescadores asiduos, solemos ser cautos.
Primer lance y me hago con una pintona, que se resguardaba en una zona pegada a la orilla. La jornada comenzaba bien, pero no quería decir que fuese fácil.
Al tercer lance, noto una picada que no se materializa, pero dos lances después traigo un pequeño black bass engachado en la cucharilla.
Después de un rato de inactividad, podemos ver que aguas arriba los sábalos comienzan a tener actividad. El sábalo (Alosa alosa) sube desde el mar y trae consigo una fuerza desmesurada, capaz de vencer las corrientes más potentes.
Tras intentar dar con ellos en las corrientes, nos tuvimos que conformar con una picada al señuelo de Luis. Tras un buen rato insistiendo, concluimos la jornada.
En medio del bosque, localizamos un limonero que ahora crecía a la sombra de robles y castaños. Mientras recogíamos alguno de sus frutos, localicé el nido de un pequeño pájaro, con huevos en el interior. Por ello, solté la rama con mucho cuidado.
Uno de los limones era muy raro en su forma. Supongo que son mutaciones que se generan por algún desencadenante del entorno.
En el tramo final del recorrido, nos topamos con un árbol plagado de nísperos. La gula se apoderó de nosotros y dimos buena cuenta de los más dulces, hasta saciar el apetito de tan rica fruta.
Fue un final de jornada de los que a mí me gustan ... con el estómago lleno jejeje.