Una vez en el río, nos desplazamos hasta la central del infierno, que es una minicentral que marca el límite superior del coto de Soutomaior. Hasta allí las márgenes estaban bastante limpias pero de allí en adelante el cambio era radical.
El río bajaba algo tomado y las orillas no auguraban una jornada fácil. Para más inri las nubes cargadas de lluvia ya se habían adueñado del cielo.
Al poco tiempo de comenzar la jornada nos encontramos con una bifurcación. Mientras Antonio iba por el lado izquierdo yo me aventuré por el derecho. La dificultad de llegar hasta la otra corriente tuvo su premio.
Sendas truchas fueron engañadas en unas pequeñas pozas que se intercalaban con las corrientes.
Antes de encontrarme con mi compañero no acerté a clavar dos truchas, pero la mañana prometía ...
Llegados a este punto las orillas ya tenían una estampa muy diferente a la del inicio. Árboles sin vida se agolpaban en las maltratadas orillas. Una zona tenebrosa y escarpada, donde la salida era imposible. La cara menos amable del río hacía acto de presencia en forma de imagen salida de la mente de Goya, en su época oscura, o de alguna película de Tim Burton. Esto si era el infierno.
Para olvidar un poco el mal trago del momento, debido a la climatología y a la dificultad del tramo, le dije a Antonio que me sacara una fotografía en esta marmita de gigante de notable profundidad.
Tras unas cuantas horas lloviendo, la lluvia cesó y permitió a Antonio despojarse de su sombrero. El río comenzó a bajar más turbio a causa de un pequeño arroyo que aportaba sus lechosas aguas teñidas por la presencia de limo en suspensión. Ya no quedaba otra que emprender la ascensión hasta el conducto que lleva el agua a la central.
Ya que estábamos allí decidimos caminar hasta la presa de Silvoso, que es donde el agua se desvía para las turbinas. Después de un rato caminando por el tubo de hormigón, llegamos a una zona en la que este pasa entre la roca. Nosotros ascendemos entre los grandes bloques de granito y desde aquí divisamos el cauce del río Verdugo en todo su esplendor. La dificultad que entraña bajar hasta allí me da que pensar que tiene que dar cobijo a buenas pintonas, pero eso habrá que verlo en el verano.
Finalmente llegamos a la presa de Silvoso, gran obstáculo para el escaso salmón que todavía remonta por este río. La escala creo que tiene un diseño bastante precario, pero tratándose del salmón prefiero equivocarme y que este prosiga su migración, a través de esta construcción.
Antes de encontrarme con mi compañero no acerté a clavar dos truchas, pero la mañana prometía ...
Ya que estábamos allí decidimos caminar hasta la presa de Silvoso, que es donde el agua se desvía para las turbinas. Después de un rato caminando por el tubo de hormigón, llegamos a una zona en la que este pasa entre la roca. Nosotros ascendemos entre los grandes bloques de granito y desde aquí divisamos el cauce del río Verdugo en todo su esplendor. La dificultad que entraña bajar hasta allí me da que pensar que tiene que dar cobijo a buenas pintonas, pero eso habrá que verlo en el verano.