jueves, 22 de diciembre de 2016

Felices Fiestas

El 2016 va llegando a su fin.
Ha sido un año que me ha traído cosas muy positivas y a ellas me aferro para seguir adelante. Espero que el año que se acerca, llegue con cosas mejores y que lo pueda contar en este espacio.
Desde aquí os deseo unas felices fiestas a todos y que el nuevo año venga cargado de grandes momentos.


jueves, 1 de diciembre de 2016

Captura alucinante

Se termina el Black Friday y llegan las 5:00 am. Desayuno un tanto apurado, pues tengo una hora de viaje por delante.
Me acompaña una niebla espesa durante todo el trayecto, lo cual me hace ser precavido.
 Al llegar a casa de Luis, todavía de noche, me encuentro a Bullma preparada con su linterna en el cuello, para saber en todo momento su posición, ya que en esta ocasión nos desplazaríamos caminando, hasta el lugar elegido.
Resultó muy cómico ver una luz entre la maleza del monte, subiendo, bajando, a un lado y para el otro jejeje. Como si de un motorista kamikaze se tratara. Y es que cuando Bullma percibe el rastro de un corzo o jabalí, para allá se va toda contenta.
 El frío viento del norte nos dio la bienvenida a pie de río, con las primeras luces del alba.
No se movía pez alguno, si bien esto podía cambiar en cualquier momento.
La ligereza del montaje me provocó algún que otro lío, por lo que estuve media mañana un tanto "liado" jejeje.
Luis fue prospectando distintas zonas, hasta que su caña comenzó a arquease violentamente.
 Había clavado lo que a priori podía ser un salmón. El pez saltó repetidas veces y ponía a prueba la pericia de mi compañero. Luis se las arregló para ir sometiendo a su oponente, y cuando lo divisé a escasos metros, pude comprobar que se trataba de un salmón.
 El ávido pez se descolgó por la corriente y Luis tuvo que seguirlo río abajo. El 0.16 mm parecía muy débil para semejante oponente, sin embargo, en colaboración con la caña y el buen hacer del pescador, resultaba suficiente.
Tras unos minutos de brava lucha, el pez se entregó a mi compañero, sabedor de que su oponente había sido mejor en la contienda.
Lo observamos con admiración, mientras se le extraía la ninfa de la boca. Una operación sencilla, gracias al anzuelo sin muerte.
 Tan sólo quedaba aguardar a que se recuperase un poco. Y lo hizo rápidamente, pues cuando dejó de sentir el contacto de las manos del pescador, se alejó alegre por recuperar su libertad.
Todo era júbilo tras esta magnífica captura. A pesar de haber tenido varios salmones delante, nunca había tenido la oportunidad de verlo en directo, y menos con un equipo que inicialmente consideraría inadecuado. ¡¡INCREÍBLE!!
 Prosiguió Luis con la pesca, pues todavía quedaba mucha mañana por delante.
Bullma bostezaba, pues el madrugón había sido soberbio y apenas había dormido, según me había contado su dueño. A pesar de ello, siempre pemanecía atenta a su inseparable compañero.
 Y mientras el río le permitía seguir los pasos de su amigo, esta allá se iba.
Y le trajo buena fortuna a Luis, pues clavó un par de truchas, mientras yo comía plácidamente un bocadillo. Y es que para mí la pesca también es observar a otros pescadores, de manera que pueda aprender algo nuevo.
La buena de Bullma no resistió más, y a media mañana se rindió al Morfeo perruno.
El musgo mullido que tapizaba las rocas, le resultó  perfecto para su siesta mañanera, con el murmullo de las aguas y los pájaros como melodía de fondo.
La dejamos descansar un ratito y a continuación, abandonamos el río para cambiar de lugar.
De camino al nuevo emplazamiento, hablamos con algunos vecinos del lugar. Siempre es grato hacer un alto en el camino y conocer a las gentes que habitan en las zonas que escogemos para practicar nuestro deporte.
En la zona elegida nos encontramos con un caudal bajo, lo cual generaba amplias corrientes, si bien quedaban pequeñas zonas en las que poder ofrecer nuestros engaños.
Bullma siempre atenta a su compañero, recorría las orillas de un lado para otro, ya que no es muy aficionada a estar quieta mucho tiempo.
Luis consiguió engañar a otra trucha, poco antes de marcharnos. Fue un justo premio a la constancia y el buen hacer. Por el contrario, yo me fui quedando en un mero expectador, ya que poder presenciar la captura del salmón había sido mi premio en esta jornada.
Una vez llegamos a casa, la caminata de vuelta, sumada al resto del día, hizo que Bullma se acostase en su mecedora, no queriendo saber nada más de nosotros jejeje.
Después de arroparla, nos pusimos a montar unas ninfas para la próxima aventura.