domingo, 30 de enero de 2011

Robalos ovados = pesca responsable

La mañana se presentaba fría y el dolor que tenía en el cuello era muy molesto. Pensé en ir simplemente como observador, pero basta que uno vaya a ver como pescan sus compañeros, para que "suene la flauta".
Llegué al punto de encuentro y esperé por mis compañeros. Primero llegó Rubén y poco después lo hizo Diego. Este último fue parado en sendos controles de alcoholemia, por lo que estaba excusado por la tardanza.
Llamamos a Marcos y le dijimos que iríamos a tomar un café, mientras lo esperábamos. Cuando llegó Marcos, este también se tomó un café y entonces pusimos rumbo a la zona de pesca.
Al poco tiempo de comenzar Marcos sacó una pequeña lubina y acto seguido Rubén hizo lo mismo. La mañana comenzaba con buen pie, pero en la pesca nunca se puede dar nada por seguro.Y después le tocó el turno a Diego.
La mala fortuna hizo que uno de los anzuelos del artificial se le clavase en el vadeador.
Con sumo cuidado se procedió a la liberación del pez.
En uno de los lances, me quedé sin uno de mis señuelos: Un Rapala Max Rap de 17 cm.
Volví a poner un bajo de fluorocarbono nuevo y opté por colocar otro Max Rap. La sorpresa me invadió cuando enganché el señuelo en el primer lance. Otro Rapala Max Rap de 17 cm que fue cobrado por el reino de Neptuno.
Maldije mi suerte y bromeé sobre si me habían echado el "mal de ojo" mis acompañantes. Pero la fortuna volvió a "salpicar" a uno de mis compañeros. Marcos clavó este bonito ejemplar con un paseante. Según nos comentó, el ataque fue brutal y estuvo un buen rato batallando con el proyectil de plata, pues me dio tiempo a recorrer el buen trecho que nos separaba.
El animal estaba ovado y ante tan digno adversario, lo justo fue concederle el indulto, para que así pueda continuar el ciclo que regale al océano una nueva prole, con la que disfrutar en un futuro.
La euforia se respiraba en el ambiente salitroso y húmedo. Ya sólo faltaba mi captura.Me subí a una piedra, miré el frente y pensé:-Un sitio bueno para sacar un robalo.
Efectué un lance largo, arrimado a unas rocas que asomaban tímidamente en el agua.
Cuando el pez artificial pasó junto a las piedras siento una parada en seco y respondo con una clavada instantánea. La bobina comienza a girar y el trenzado se aleja inexorablemente hacia el gran azul. Trato de frenar un poco al animal, pero tiene mucha agua donde combatir con el ser bípedo que se encuentra al otro lado de la línea. Cuando quise acercar la pieza por segunda vez, el pez me respondió con una poderosa carrera junto a las afiladas piedras.
Todavía no había tenido oportunidad de observar la captura, a causa de la abundante espuma. Mi brazo comienza a mostrar síntomas de debilidad, subo y bajo por las rocas para evitar las mayores olas, pero al final consigo conducir la pieza hasta un lugar más o menos seguro.
Sujeto la linea con la mano y cuando tiro para elevar la captura, la tensión hace que el trenzado se abra paso a través de la piel, hundiéndose en la carne de uno de mis dedos.
Da igual. Lo había conseguido.
El pez también estaba ovado, así que tomé unas instantáneas y grabé el vídeo de su liberación.Luciendo las sonrisas propias de una jornada memorable, nos desplazamos hasta otro lugar, ya que la marea debía subir un poco más para poder tener calado suficiente.El sol ya se elevaba sobre nuestras cabezas y el agua estaba bastante clara. Aún así no es fácil doblegar la voluntad de pescadores tan testarudos como nosotros, por lo que la jornada prosiguió con normalidad.
Con un minnow mayor, peiné una zona más profunda y en una de las recogidas observé como una lubina llegó casi hasta mis pies persiguiendo el señuelo.Llegamos hasta una zona en la que el mar golpeaba con más fuerza. Aún así se daban unas buenas condiciones para tener alguna picada.
Tras un buen rato sin obtener respuesta por parte de los moradores del océano, dimos media vuelta y pusimos rumbo a la zona inicial.Ahora disponíamos de calado suficiente para buscar alguna lubina.
Desde diferentes rocas fuimos efectuando lances en las zonas más prometedoras.Los minutos iban pasando y los peces no estaban por la labor.
La insistencia sería nuestra mejor baza en este caso y echamos mano de ella para intentar llevar a cabo alguna captura más.Rubén lo intentó en una zona más somera ...... mientras Marcos y Diego probaban en un lugar con más calado.Es por ello que me acerqué a la ubicación de Rubén y me puse a lanzar a su lado.
Mientras tomaba esta instantánea, la caña de mi compañero se curvó y comenzó la lucha.
Inicialmente la lubina nadó hacia la orilla, por lo que pensamos que había perdido el pez, pero no tardó en sacarnos de nuestro error, pues comenzó una concatenación de potentes sacudidas, aderezadas con alguna carrera.
Al igual que antes, la espuma no dejaba ver la silueta del adversario, pero finalmente emergió la figura fusiforme de un bonito robalo.
Ayudándose de la caña, Rubén logró ponerla sobre una roca, a la espera de que la siguiente ola le ayudase a inmovilizarla. Pudimos ver que era otro robalo ovado.
La ola cumplió su cometido e introdujo al pez en un estrecho pasillo, pero mi compañero no logró sujetar al pez, por lo que metí la pierna en una de las salidas de dicho pasillo, para así poder agarrar la pieza.
Mientras filmaba la captura, alcé la mirada y contemplé como una ola se nos echaba encima.
La masa fluida nos arrastó a mi compañero y a mí, y proporcionó la libertad al pez que en ese momento ya estaba sujeto por Rubén.
En fin, que se despidió un poco antes de lo previsto.Además de no poder posar con el último robalo, Rubén contempló el estado en el que se quedaron sus cigarrillos, después de la entrada de agua que sufrió en sus carnes.
Por suerte había ropa de recambio.

Una jornada excelente compañeros.

NOTA: Al llegar a casa, me di cuenta que llevaba puesta la camiseta oficial de Peskacor¿Coincidencia?





domingo, 23 de enero de 2011

Fuerte y gélido

Así califico el viento que nos ha azotado el fin de semana: Fuerte y gélido.
Sábado 8:00 am. El termómetro del coche marca cero grados centígrados. Arranco y pongo rumbo A Coruña. Durante el camino el termómetro no marca más de tres grados positivos.
Fui recorriendo la costa con tranquilidad pues hacía tiempo que no visitaba la zona.
Una vez en A Coruña, pasé por casa de Walter, a quién algunos conoceréis del blog http://dorada-tanero.blogspot.com/, y después de una excelente comida que Iria nos preparó, quedamos para ir de pesca por la tarde-noche.Para matar el tiempo hasta entonces, me fui hasta un lugar de costa que conocí hace algunos años cuando pasé un verano trabajando y viviendo por la zona.
Caminando por una senda me adentro en un bosque de coníferas y entonces diviso un islote que tiene un inmenso parecido a una tortuga marina.
La zona es un espacio natural protegido y lo cierto es que se entiende fácilmente al echar un vistazo a nuestro alrededor.
El viento soplaba con una violencia desmesurada, lo que me hizo pensar en si debía ponerme a pescar o descartar tal idea.Me pudieron las ganas de pescar, así que con mucho cuidado bajé por un acantilado hasta llegar junto al agua. Usando un pez artificial intentaría engañar alguna lubina. Al segundo lance tuve una picada, presumiblemente de esta especie. Varios pescadores se encontraban en las inmediaciones, sólo que unos lo intentaban pescando a fondo y otros con boya.Las corrientes del lugar son bastante peligrosas y por eso le han valido la fama de lugar poco recomendable para las actividades acuáticas.
Tras un buen rato insistiendo con varios señuelos, opto por cambiar de ubicación.Desde mi nueva posición diviso como un pescador de boya iza un sargo de buen porte.
La curiosidad y el querer resguardarme del viento un rato, hizo que me acercase a charlar con estos dos pescadores.
La jornada no se les había dado nada mal: Dos sargos buenos, un pinto grande, una maragota de porte, una doncella, un viejo y un pulpo. Si, si. ¡¡Un pulpo!! Pescado con caña.
Mientras hablábamos de las malas condiciones del día, uno de los pescadores capturó un mújol que parecía la obra maestra de un orfebre, pues sus escamas relucían como una joya de brillante platino. Las lisas o mújoles suelen tener mala reputación por sus hábitos de alimentación en los puertos, pero los de estas aguas nada tenían que ver con sus primos porteños.Uno de los pescadores me habló de una bajada en otro acantilado, por la que podría bajar e intentarlo nuevamente.
El viento soplaba aún más fuerte ahora. A pesar de mis 94 kilogramos de peso (junto con toda la indumentaria de pesca), podía inclinarme levemente y el viento me mantenía sin caerme.
Así que ajusté la gorra e introduje mis manos en los bolsillos de la chaqueta.
La travesía junto a los acantilados se tornaba peligrosa, pues las ráfagas me hacían tambalear.Encontré el lugar que aquel hombre me había comentado y bajé por una estrecha senda zigzageante. También había unos escalones excavados en la tierra, para facilitar el tránsito por el lugar. Desde una punta lancé a ambos lados, si bien en contra del viento no tenía nada que hacer.
Permanecí un buen rato y no obtuve respuesta.
Las manos enrojecidas por el gélido vendaval comenzaron a dolerme. Los ojos me lloraban por la intensidad con la que eolo golpeaba mi rostro y los oídos parecían estallar. Para colmo la nariz comenzaba a generar una molesta mucosa.Tocaba ascender por la serpenteante senda y me apresuré en conseguirlo para entrar en calor.
Dispuse buscar algún lugar más en el que probar suerte, pero la cosa estaba realmente complicada. El viento podía jugarme una mala pasada y no tenía ganas de llevarme un susto.Antes de marcharme, pasé a despedirme de aquellos dos pescadores.
El sol comenzaba a desaparecer y fui a cambiarme. Emprendí el camino de vuelta para reunirme con Walter, que ya me estaba esperando.
Al llegar su casa, metimos las cosas en el coche y pusimos rumbo a la playa.
Nada más bajar del coche, nos dimos cuenta de que el frío era insoportable. No era plan de estar padeciendo las inclemencias del tiempo. Lo más sensato era postponer la jornada, así que dimos media vuelta y pusimos rumbo a casa.
Aprovechamos para charlar un buen rato y poner en marcha unos proyectos.
Después de agradecerles tanto a él como a Iria su hospitalidad, puse rumbo a mi casa.
Y terminaba el día como empezaba. Con tres grados positivos.


La prueba del viento

Y hoy por la tarde mi hermano y yo nos fuimos un rato hasta el litoral, para intentar sacar algún sargo, aunque a priori sabíamos que la cosa iba a ser casi imposible, pues las condiciones eran muy adversas.Esta roca que parece mostrar un rostro asustado, expresa lo mismo que mi cara en ese momento, pues el viento era muy frío y tremendamente fuerte.
El solo hecho de sostener una caña de más de seis metros desplegada, ya era toda una odisea. Si a esto le sumamos la transparencia del agua y la ausencia de espuma, ya tenemos todos los boletos para venirnos con un tremendo bolo.Sin embargo, en la pesca existe un pequeño porcentaje que a veces nos sorprende gratamente.
Las omnipresentes bogas hicieron su aparición y mi hermano logró sacar algunas.A estas le siguieron tres mújoles que pusieron en aprietos a la Protako Anessa de mi hermano. Sin duda mi Arcadia daría buena cuenta de ellos, pero tras un sinfín de picadas fallidas, clavé una boga.
Con la luz disminuyendo de intensidad, mi hermano sacó una faneca y otra boga más.A causa del intenso frío, yo decidí plegar y calentar mis manos.
Poco después mi hermano hizo lo mismo y pusimos rumbo a casa.
En estos dos días he aprendido una valiosa lección, y es que el frío combinado con un viento extremo es terriblemente molesto, por eso no se debe escatimar en ropa de abrigo.

domingo, 16 de enero de 2011

Una de cal y una de arena

En la jornada del sábado me dispuse a viajar hasta la provincia de Ourense para intentar sacar la primera carpa del año y de paso conocer a unos grandes conocedores de esta especie que vendrían desde Portugal para comprobar las posibilidades de algunos embalses gallegos para el carpfishing.
El camino de ida se hizo un poco largo a causa de la persistente niebla matinal, la cual dificultaba la conducción, pero finalmente llegué el primero al lugar acordado.
Cuando Aitor llegó junto a la orilla del embalse, los gansos que habitan en la zona se acercaron a este por si les caía algún regalo en forma de comida.
Algo más tarde llegó Iván, pero decidimos esperar por los compañeros lusos, pues así procederíamos a mostrarles parte del embalse.Cuando llegó el grupo del país vecino, procedimos a las presentaciones y acto seguido nos desplazamos para enseñarles el lugar.
Sin duda son grandes conocedores del carpfishing, pues demostraban un basto saber sobre dicha modalidad y nos comentaron algunos aspectos a tener en cuenta para progresar en esta modalidad.
Con la ayuda de una caña, junto con un plomo y un flotador, fueron prospectando la zona para así conocer el fondo en varios puntos. En uno de los lances, una carpa salió a la superficie mostrando parte del cuerpo.
Por la tarde, mientras charlábamos sobre la pesca de la carpa, Iván logró clavar un ejemplar de carpa, pero la tenacidad de esta le proporcionó la libertad.
Cuando el sol se perdió tras las montañas, tocó despedirse, no sin antes hablar de una futura jornada de pesca en grupo.
Desde aquí les agradezco la atención mostrada.

El domingo tocó tentar a los sargos y aunque las condiciones eran bastante desfavorables, decidí armarme de paciencia para buscar un lugar propicio en el que poder pescar durante la mañana.
El primer lugar en el que paré me dejaba pescar, por lo que me eché la mochila a los hombros y caminé hasta el pedrero.Con la subida de la marea, el mar se tornó desapacible. La boya no trabajaba correctamente, así que tocó retirada.En una nueva puesta, el color del agua era bueno y el mar dejaba pescar. La primera picada de la jornada fue la de una boga, que logró descolgarse cuando comenzaba a extraerla de su medio.
Supuse que a lo largo de la mañana, con la subida de la marea, el mar se pondría aún mejor. Desafortunadamente, mis vaticinios no fueron los correctos y tras poco más de media hora, tuve que volver a plegar la caña.No cesaría en mi empeño de sacar algún espárido, así que volví a cambiar de escenario. Aquí el mar estaba impracticable, pero sabía que podía encontrar alguna zona resguardada. Sólo era cuestión de buscar pacientemente.Desde arriba se domina todo el contorno y se aprecia la bravura del indomable Atlántico; auténtico artífice de esta costa tan abrupta.La zona del faro estaba igualmente castigada por el océano, así que buscaría una zona resguardada hacia tierra firme.
En los alrededores no se miraba ningún pescador, ya fuera por la predicción meteorológica o porque no estaba el mar para afrontar una jornada con garantías.Cuando llegué junto al faro, pude localizar una zona propicia, pero junto a esta ya había dos pescadores.
Las gaviotas que se mantenían estáticas en el aire sin batir las alas, gracias al viento reinante, pudieron sentir como la lluvia hacía acto de presencia.
En vista de que no había llevado la chaqueta, decidí muy a mi pesar dar la vuelta y poner rumbo a casa.
Ya he padecido una gripe bastante fuerte y no me agradaría volver a pasarla este año.

domingo, 2 de enero de 2011

Sargos para comenzar el 2011

Pues hoy tocó estrenar el año intentando pescar una de las especies más codiciadas de nuestro mar: el sargo.
A las 10:20 am me reuní con Anxo en una cafetería, nos tomamos un café y salimos para el pedrero.
En primer lugar echamos un vistazo en uno de los posibles escenarios, pero en vista de que el mar golpeaba con bastante fuerza, mi compañero se decidió porque pescáramos en una zona diferente.Una vez llegamos al lugar montamos los equipos y comenzamos a pescar.
Esta vez intentaría estrenar el año con un sargo, pero la primera captura del año resultó ser una boga.
No tuve oportunidad de fotografiarla, pues estaba nerviosa por volver al agua y para allá se marchó.Anxo optó por cambiar de ubicación y buscó una zona con algo más de "color" y en este nuevo emplazamiento no tardó en hacerse con el primer sargo del día.
Desde la distancia observaba mi boya con impaciencia, pero mi compañero me dio algunos consejos para dar con ellos.Siguiendo sus indicaciones, logré clavar algo que comenzó a desatar unas potentes embestidas hacia el fondo. Pensé que podía tratarse de un buen sargo y la verdad es que malo no era.
A continuación cebé el anzuelo y probé suerte en el mismo lugar. La fortuna se decantó de mi lado y conseguí izar otro sargo. Este era de menor tamaño, pero como no había tragado el cebo, lo desanzuelé y lo devolví al agua.
Antes de que me diera cuenta, Anxo estaba liberando a otro de estos cebreados espáridos.La actividad cesó por completo y nos desplazamos unos metros para probar suerte en otro lugar.
La falta de costumbre y caminar por las rocas con una caña de más de seis metros desplegada provocaron algunos calambres en mi brazo, pero como se suele decir: "Sarna con gusto, no pica".Con la subida de la marea, la cosa comenzó a cambiar y el mar ahora mostraba diferentes rostros en espacios de tiempo muy cortos.
Me mantuve en la roca hasta que el mar me obligó a cambiar de atalaya, a causa de las reiteradas salpicaduras.Probé fortuna donde Anxo había estado con anterioridad y mi compañero se fue a un lugar más elevado.
Aumenté la distancia del bajo, ya que la profundidad aquí era mayor.
Poco después sentí una tremenda picada a la que no pude reaccionar.
!!! Se comió la carnada de una atacada ¡¡¡A continuación tuve dos enganches y tocaba rehacer el aparejo. Es una tarea bastante fácil debido a la simplicidad del montaje, pero hay que hacerlo bien, ya que los espáridos ponen a prueba el material y un nudo mal hecho nos puede dar al traste con una buena captura.
El mar alcanzó un punto en el que la pesca se tornaba muy difícil, así que me fui en busca de mi compañero. Anxo había soltado otro sargo más y había perdido un buen "perrón".

En vista de que no había mucho más que hacer, decidimos poner punto y final a la jornada, sin embargo estuvimos charlando un rato largo sobre pesca.

Nota: Hay que estar un poco locos para estar desde las 10:30 am hasta las 6:30 pm con un café con leche en el estómago, pero la pesca es así.