El domingo tocó madrugar para ir nuevamente en busca de la lubina.
El mar estaba un poco fuerte en la zona elegida, así que cambiamos de zona para dar comienzo la jornada.
En los primeros lances Juan vio como un buen robalo atacaba su paseante. Se lamentó por la oportunidad de sacar un buen pez, pero acabábamos de empezar.
Subido a una roca divisé una lubina de algo más de un kilo acechando seguramente a algún pececillo.
Estuvimos un buen rato insistiendo en la zona, pero no hubo resultados positivos.
Ya había amainado un poco el estado del mar, por lo que nos subimos a los coches para volver a la zona que habíamos elegido inicialmente.
Al llegar nos encontramos con varios practicantes de bodyboard, metidos en el agua ...
... que desafiaban a un mar demasiado violento. No tardaron en abandonar el lugar. Cuando el último de ellos que estaba en el agua, se disponía a salir sobre una ola, esta se fragmentó y lo golpeó fuertemente. El chico fue arrollado por la ola como quién sopla a una pluma sobre la palma de la mano.
El ser engullido por la masa salitrosa no le hizo ninguna gracia y abandonó el lugar con celeridad.

En esta sucesión de fotografías, uno puede apreciar que el mar no estaba para tener descuidos.
Lo intentamos en una zona más somera, pero no había indicios de actividad en el agua.
Al llegar al extremo sur de la zona en la que estábamos pescando, volvimos sobre nuestros pasos ofreciendo nuestros artificiales a una posible presa.
Lo intentamos un poco más de tiempo, pero nuevamente el mar nos ganaba la partida, ocultándonos sus tesoros más preciados.
Aún había tiempo para hacer una nueva incursión en un escenario diferente, así que pusimos rumbo a los coches.
Al acercarnos al nuevo emplazamiento, Juan avistó una zona y sugirió que podía dar una lubina. Dicho y hecho. La experiencia acumulada a lo largo de muchos años como spinner de mar, han desarrollado una capacidad para valorar escenarios, señuelos a utilizar y técnicas más adecuadas para unas condiciones determinadas.
Pero por encima de eso, ha llegado a sopesar la situación actual de la pesca en el mar desde costa, lo que le ha llevado a establecer un sistema de "autoveda" personal.
Es decir, que cuando las lubinas, sargos u otros peces están en época reproductiva, se limita a liberar sistemáticamente las piezas que captura.
Así pues, esta lupina amiga volvió a su medio fluido para proseguir con su periplo procreador.
En poco tiempo, el mar entró en cólera y arremetió contra nosotros. La sucesión de olas llegaban con fuerza y golpeaban sonoramente contra las inamovibles rocas.
En más de una ocasión nos hizo saborear el salitre para detener nuestras aspiraciones de hacernos con alguna pieza más.
Desde la seguridad de una buena atalaya, fue el momento de congelar algunos momentos de la cólera de poseidón.
La masa de agua estallaba contra las rocas para volver a fundirse en un único y titánico ser como es el atlántico que azota esta costa.
Había que moverse hacia un lugar algo más resguardado, ya que no había trazas de que el estado del mar fuese a mejorar.
En un momento de calma, y en vista de que nuestras intenciones eran buenas, el mar le concedió a Juan una segunda lubina, que fue indultada inmediatamente.
De vuelta a casa miré hacia donde se encuentra la Virgen de la roca, La dama de marmóreo rostro que vela por nuestra seguridad cuando desafiamos al mar que se encuentra a sus pies, y le agradecí que en días como ese, regresemos a casa sanos y salvos.
Subido a una roca divisé una lubina de algo más de un kilo acechando seguramente a algún pececillo.
Ya había amainado un poco el estado del mar, por lo que nos subimos a los coches para volver a la zona que habíamos elegido inicialmente.
El ser engullido por la masa salitrosa no le hizo ninguna gracia y abandonó el lugar con celeridad.
Lo intentamos en una zona más somera, pero no había indicios de actividad en el agua.
Al llegar al extremo sur de la zona en la que estábamos pescando, volvimos sobre nuestros pasos ofreciendo nuestros artificiales a una posible presa.
Aún había tiempo para hacer una nueva incursión en un escenario diferente, así que pusimos rumbo a los coches.
Pero por encima de eso, ha llegado a sopesar la situación actual de la pesca en el mar desde costa, lo que le ha llevado a establecer un sistema de "autoveda" personal.
Es decir, que cuando las lubinas, sargos u otros peces están en época reproductiva, se limita a liberar sistemáticamente las piezas que captura.
Así pues, esta lupina amiga volvió a su medio fluido para proseguir con su periplo procreador.
En más de una ocasión nos hizo saborear el salitre para detener nuestras aspiraciones de hacernos con alguna pieza más.
La masa de agua estallaba contra las rocas para volver a fundirse en un único y titánico ser como es el atlántico que azota esta costa.
En un momento de calma, y en vista de que nuestras intenciones eran buenas, el mar le concedió a Juan una segunda lubina, que fue indultada inmediatamente.