La semana pasada pude hacer un par de escapadas relámpago. Una de ellas en busca de los basses y otra tras las lubinas.
La tarde que iba en busca de basses, decidí comenzar con la modalidad de pesca con mosca. Até un estrímer y me dispuse a peinar la orilla en busca de los amigos verdes.
No tardé en hacerme con el primero, pero me llevó su tiempo liberarlo.
Poco después saqué otro similar y al igual que el anterior, había tomado el engaño con gran entusiasmo, por lo que también me costó liberarlo, sólo que a este le provoqué un desgarro.
Ante este panorama, me fui al coche y monté el equipo de spinning.
Las nubes dejaban entrever por veces al astro rey cuyos rayos elevaban tenuemente la temperatura del ambiente.
En una zona de vegetación sumergida engañé a un buen ejemplar. Para combatir con él con más comodidad me puse cerca de la orilla, sin embargo tras un rato con él, este se soltó.
No pasaba nada pues acababa de comenzar.
La tarde fue transcurriendo y los basses que salían eran de tamaño pequeño y aunque de vez en cuando divisaba alguno grande, estos parecían hacer caso omiso de los señuelos.
Después de una tarde entretenida con los "bocazas", fui caminando por la orilla con ritmo pausado y disfrutando de la belleza del lugar.
Hoy los grandes no habían querido ser indultados, pero a buen seguro que pronto volverán a salir.
Con unas horas por delante, me acerqué hasta la costa para acechar a la reina de la rompiente.
El hecho de ir sólo hacía que tuviese que andar con cuidado, pues la zona no es cómoda de andar.
Tan sólo un pescador de fondo se divisaba en su atalaya en busca de los moradores del lugar.
Al poco de comenzar miré como un buzo se sumaba a la práctica de la pesca. Por suerte fue buscando zonas hacia mar abierto y no paralelo a la costa.
Aunque en alguna zona se podía utilizar el paseante, pronto me dediqué a escudriñar la zona con los minnows.
En algunas zonas el mar golpeaba con violencia, pero había que ser cauto y lanzar desde zonas a salvo de las olas.
En vista que el trayecto sur no había dado frutos, fui caminando hacia el norte para hacer una pasada en zonas que la marea ya dejaba pescar.
Al llegar a una zona de dos pequeñas ensenadas resguardadas, comencé a percibir un olor un tanto extraño. En un principio se lo atribuía al agua estancada en las grietas de las rocas, pues no se divisaba nada anómalo en las inmediaciones.
En una ensenada clavé una pequeña lubineta de un tamaño similar al del artificial, lo que hace pensar en la voracidad de la especie.
Una breve operación de desanzuelado y al agua.
El olor ahora ya comenzaba a hacerse nauseabundo, sin embargo no lograba concretar a qué se debía.
A lo lejos miré a un pequeño grupo de gaviotas pero no hacían nada en particular.
Desde una roca elevada miré como otra pequeña lubina venía detrás del artificial y finalmente tomó el engaño a un escaso metro de la orilla.
Al elevarla se soltó por lo que me evitó el trabajo de liberarla.
Desde esta posición observé al fin la fuente del insoportable hedor. Parecían ser las entrañas de un mamífero marino, pues eran de un tamaño considerable.
No sé cómo podían haber llegado allí, pero traté de alejarme, pues no era nada agradable para la visión ni para el olfato.
Con cuidado de no tener ningún traspiés abandoné la zona de rocas y accedí a un pequeño sendero, que me condujo hasta el coche.
Han sido dos pequeñas escapadas, pero suficientemente entretenidas para calmar el gusanillo de la pesca.
No tardé en hacerme con el primero, pero me llevó su tiempo liberarlo.
Poco después saqué otro similar y al igual que el anterior, había tomado el engaño con gran entusiasmo, por lo que también me costó liberarlo, sólo que a este le provoqué un desgarro.
Ante este panorama, me fui al coche y monté el equipo de spinning.
En una zona de vegetación sumergida engañé a un buen ejemplar. Para combatir con él con más comodidad me puse cerca de la orilla, sin embargo tras un rato con él, este se soltó.
No pasaba nada pues acababa de comenzar.
Hoy los grandes no habían querido ser indultados, pero a buen seguro que pronto volverán a salir.
El hecho de ir sólo hacía que tuviese que andar con cuidado, pues la zona no es cómoda de andar.
Tan sólo un pescador de fondo se divisaba en su atalaya en busca de los moradores del lugar.
Aunque en alguna zona se podía utilizar el paseante, pronto me dediqué a escudriñar la zona con los minnows.
En vista que el trayecto sur no había dado frutos, fui caminando hacia el norte para hacer una pasada en zonas que la marea ya dejaba pescar.
Una breve operación de desanzuelado y al agua.
El olor ahora ya comenzaba a hacerse nauseabundo, sin embargo no lograba concretar a qué se debía.
Desde una roca elevada miré como otra pequeña lubina venía detrás del artificial y finalmente tomó el engaño a un escaso metro de la orilla.
Al elevarla se soltó por lo que me evitó el trabajo de liberarla.
No sé cómo podían haber llegado allí, pero traté de alejarme, pues no era nada agradable para la visión ni para el olfato.
Han sido dos pequeñas escapadas, pero suficientemente entretenidas para calmar el gusanillo de la pesca.