Es típico entre los pescadores poner una excusa a una mala jornada de pesca. Pues bien, no sé si fue por los buzos, por los cormoranes, por los pescadores extranjeros o porque no había pescado, pero esta mañana hemos tenido un bolo terrible. Y digo "hemos" porque asistimos unos cuantos.
De derecha a izquierda: El tremendo bolo, Juan, Víctor, Jesús, Miguel (en la arena), Diego, Javier y yo.
Nada más llegar a playa nos encontramos con un delfín muerto. Es la primera vez que contemplo el cuerpo sin vida de uno de estos magníficos animales.

No sé a qué se ha debido su muerte, pero sospecho que la mano del hombre está implicada de alguna manera.
En el primer emplazamiento no estuvimos mucho tiempo ya que el mar de fondo generaba unas olas que golpeaban con violencia contra las rocas.
Las recomendaciones del más veterano del grupo nos indicaban que habíamos de ser cautos y por ello pusimos rumbo a otra zona menos peligrosa.
En el nuevo puesto de pesca teníamos muchas zonas donde elegir y Jesús fue el primero en clavar una lubina de pequeño tamaño.
A nuestro alrededor podíamos divisar las boyas de algunos buzos que estaban pescando por la zona. Nada bueno para nuestros intereses.
Víctor tuvo una picada en su paseante y otro pez hizo lo mismo con mi sasuke, pero ninguna terminó en captura.
Insistimos en la zona mientras otros compañeros optaban por practicar una pesca más dinámica.
La marea ya había comenzado su descenso y por momentos el mar comenzó a mostrarse más severo con el puñado de osados pescadores que habían acudido a sus dominios para arrevatarle a alguno de sus preciados tesoros.
Ante este panorama, lo mejor es disfrutar del espectáculo desde un lugar seguro.
En estos casos se suele decir que "Uno va a pescar cuando puede y no cuando quiere".
Y en este caso se daba la casualidad de que el mar no estaba por la labor.
Para más inri, llegaban nuevos buzos a la zona. El caso es que uno piensa: "Lo bueno de la pesca no es sacar peces, sino disfrutar mientras lo intentamos".
Pero en situaciones así, también hay cabida para el desánimo.
Concluimos la primera parte de la jornada despidiendo a Juan, Víctor y Diego.
Tocaba reponer fuerzas, y en eso somos unos expertos. Rechazamos tomar la tapa de pulpo en un bar, así que nos fuimos de compras, para después comer a pie de playa.
Sin duda, este paréntesis nos dio mucho juego ya que nos reímos de lo lindo contando anécdotas.
Por la tarde asistí en calidad de observador, ya que no llevé la caña para la pesca del sargo.
El mar tenía muy buenas trazas antes de la comida, y ahora también era válido para sacar a alguno de estos espáridos.
De hecho, en la distancia pude comprobar que uno de los buzos salía con unos cuantos sargos a cuestas. Por lo menos me alegraba de que alguien hubiera tocado escama, sólo que en esta modalidad de pesca, el "captura y suelta" no es posible.
Hubo que probar y andar un poco hasta dar con la postura más aceptable. En los anteriores lugares, la boya no se mantenía en la zona de pesca el tiempo suficiente para dar un pez o se precipitaba sobre las colonias de mejillones al ser arrastrada por las olas.
El hecho de que en muchos de los lances el anzuelo volviese vacío, era indicativo de que algunos peces estaban comiendo. Ahora sólo quedaba descubrir de qué se trataba.
En primer lugar pensé en las bogas, pero no se podía descartar al sargo o a alguno de los muchos peces de roca que habitan en estas aguas.
Pero los primeros peces que salieron del agua, fueron las bogas. Jesús y Miguel fueron los afortunados.
Cuando la lluvia hizo acto de presencia, Miguel fue a ponerse la chaqueta, así que me cedió momentáneamente su caña, para que yo probase suerte.
Al principio lograron limpiarme el anzuelo, pero poco después tuve una picada de las que ponen los nervios en tensión. La caña se flexionó en toda su longitud y el pez no se dejaba ver.
Finalmente se liberó del anzuelo sin poder comprobar si se trataba de un sargo.
Para sorpresa de los presentes, un pequeño abadejo mordió el cebo. Aquí se le conoce también como merlán o curubelo. Y a los ejemplares jóvenes, como es el caso, se le conoce como corbelo.
Poco después Jesús y yo pusimos rumbo a casa, dejando a Javier y a Miguel en la puesta.
Lo mejor del día fue sin duda, la compañía de otros compañeros del foro Vigospinning, pero también agradezco a Miguel, que me hubiera regalado una caña de casting y a Diego, que me hubiera traído un pin y un parche de la Patagonia que su hermana Fernanda me envió desde el otro lado del Atlántico. Un fuerte abrazo Fer y muchas gracias por el detalle.
Y a los que no pudieron asistir, que no se preocupen que ya volveremos.
Las recomendaciones del más veterano del grupo nos indicaban que habíamos de ser cautos y por ello pusimos rumbo a otra zona menos peligrosa.
A nuestro alrededor podíamos divisar las boyas de algunos buzos que estaban pescando por la zona. Nada bueno para nuestros intereses.
Insistimos en la zona mientras otros compañeros optaban por practicar una pesca más dinámica.
La marea ya había comenzado su descenso y por momentos el mar comenzó a mostrarse más severo con el puñado de osados pescadores que habían acudido a sus dominios para arrevatarle a alguno de sus preciados tesoros.
En estos casos se suele decir que "Uno va a pescar cuando puede y no cuando quiere".
Y en este caso se daba la casualidad de que el mar no estaba por la labor.
Pero en situaciones así, también hay cabida para el desánimo.
Concluimos la primera parte de la jornada despidiendo a Juan, Víctor y Diego.
Sin duda, este paréntesis nos dio mucho juego ya que nos reímos de lo lindo contando anécdotas.
El mar tenía muy buenas trazas antes de la comida, y ahora también era válido para sacar a alguno de estos espáridos.
En primer lugar pensé en las bogas, pero no se podía descartar al sargo o a alguno de los muchos peces de roca que habitan en estas aguas.
Cuando la lluvia hizo acto de presencia, Miguel fue a ponerse la chaqueta, así que me cedió momentáneamente su caña, para que yo probase suerte.
Al principio lograron limpiarme el anzuelo, pero poco después tuve una picada de las que ponen los nervios en tensión. La caña se flexionó en toda su longitud y el pez no se dejaba ver.
Finalmente se liberó del anzuelo sin poder comprobar si se trataba de un sargo.
Poco después Jesús y yo pusimos rumbo a casa, dejando a Javier y a Miguel en la puesta.
Lo mejor del día fue sin duda, la compañía de otros compañeros del foro Vigospinning, pero también agradezco a Miguel, que me hubiera regalado una caña de casting y a Diego, que me hubiera traído un pin y un parche de la Patagonia que su hermana Fernanda me envió desde el otro lado del Atlántico. Un fuerte abrazo Fer y muchas gracias por el detalle.
Y a los que no pudieron asistir, que no se preocupen que ya volveremos.