En esta última salida de pesca del mes de agosto, no madrugamos demasiado, porque los días ya se van acortando.Después de reunirnos Diego, Juan, Marcos y yo, pusimos rumbo a la zona de pesca.
Cerca de donde nos encontrábamos, observamos a dos pescadores, que son viejos conocidos de la pesca a spinning en embalse. No me acerqué a charlar con ellos, pues acabábamos de comenzar y no era plan de ponerse a hablar, cuando aún no había salido la primera pieza de la jornada.
En el horizonte se apreciaba el humo de los incendios, que nos llegaba del país vecino.
Sin duda la magnitud de estos es de proporciones colosales, pues a medida que avanzaba la jornada, el humo iba en aumento a pesar de la ausencia de brisa.
La calma de las aguas y su claridad, condicionaban mucho la pesca, por lo que aprovechábamos para ir comentando otros temas.
Es el caso de los señuelos. Juan traía un Vision Oneten de Megabass- Ito y yo una copia exactamente idéntica salvo los ojos, de la casa Payo. En el caso de la copia, esta tiene un precio muchísimo más asequible.
El mar seguía muy calmado y las gaviotas se abalanzaban sobre nuestros paseantes. Cada vez son más frecuentes las anécdotas que ocurren con estas aves.
Algunas de estas anécdotas finalizan con la pérdida del señuelo o en el peor de los casos, con la gaviota enganchada por el pico.
Cuando Juan y yo nos encontramos con nuestros compañeros, Rubén se había sumado al grupo.
Diego había sacado un abadejo y dos agujas. Los demás no habían capturado nada, pero aún quedaba mucha mañana por delante.
En una zona de canales, observamos un cardumen de peces en la distancia. Intentamos capturar alguno, pero no había manera. No sabíamos de qué clase de pez se trataba, así que intentamos clavar alguno. Después de muchos intentos, conseguí atrapar uno y me llevé una gran sorpresa cuando comprobé que se trataba de una lisa, pero no cualquier lisa, sino la que tiene una pinta amarilla en su opérculo: La liza aurata.
A media mañana Juan tenía que ausentarse, así que decidimos pescar un poco más y luego cambiar de zona.
La actividad era nula y los señuelos que les ofrecíamos a las potenciales presas no daban resultado.
Una gaviota intentaba dar buena cuenta de una estrella de mar, pero al rato desistió. Sin embargo, otra que sí había conseguido comerse una de las extremidades de la estrella, acabó por regurgitarla.
En una zona de rocas encontramos lo que serían los restos de un aparejo de pesca. Una vez más, el mar echa de sus dominios lo que es ajeno a él.
Metros y metros de cuerda de nailon (nylon), con ramales de sedal de gran diámetro.
En la nueva zona nos encontramos con una alta concentración de laminarias. Estas se convierten en una verdadera trampa, pues resbalan una barbaridad.
Diego pudo comprobar esta característica a pesar de extremar las precauciones al moverse por las rocas.
Por suerte se lo tomó con buen humor, pues la caída no terminó en tragedia.
En uno de los últimos lances de la jornada, tuve una picada con una respuesta que no había visto antes. Unas veloces carreras cambiando de dirección.
Cuando el pez estaba cerca, pensé que era una pequeña lubina, pero la sorpresa fue mayúscula, cuando comprobé que se trataba de un reo.
Uno de esos bellos salmónidos que en su periplo marino adquiere un bello color plateado.
Lo desanzuelé con rapidez y lo devolví a su medio.
Al soltarlo, me dejó alguna de sus escamas, pues en esta fase marina, se le suelen desprender con facilidad.
Y la mañana no nos dejó hacer más, por lo que nos fuimos de camino a los coches.
Sin duda la magnitud de estos es de proporciones colosales, pues a medida que avanzaba la jornada, el humo iba en aumento a pesar de la ausencia de brisa.
Es el caso de los señuelos. Juan traía un Vision Oneten de Megabass- Ito y yo una copia exactamente idéntica salvo los ojos, de la casa Payo. En el caso de la copia, esta tiene un precio muchísimo más asequible.
Algunas de estas anécdotas finalizan con la pérdida del señuelo o en el peor de los casos, con la gaviota enganchada por el pico.
Diego había sacado un abadejo y dos agujas. Los demás no habían capturado nada, pero aún quedaba mucha mañana por delante.
La actividad era nula y los señuelos que les ofrecíamos a las potenciales presas no daban resultado.
Metros y metros de cuerda de nailon (nylon), con ramales de sedal de gran diámetro.
Diego pudo comprobar esta característica a pesar de extremar las precauciones al moverse por las rocas.
Por suerte se lo tomó con buen humor, pues la caída no terminó en tragedia.
Cuando el pez estaba cerca, pensé que era una pequeña lubina, pero la sorpresa fue mayúscula, cuando comprobé que se trataba de un reo.
Uno de esos bellos salmónidos que en su periplo marino adquiere un bello color plateado.
Lo desanzuelé con rapidez y lo devolví a su medio.
Al soltarlo, me dejó alguna de sus escamas, pues en esta fase marina, se le suelen desprender con facilidad.
Y la mañana no nos dejó hacer más, por lo que nos fuimos de camino a los coches.