Así que quedé con Marcos y Juan, para pasar unas horas en busca de las esquivas lubinas. Y digo esquivas porque últimamente está la cosa difícil y hay que esforzarse en dar con ellas.
Comenzamos bajo la atenta mirada de la luna, en una zona de rocas en las que las olas rompían a lo lejos.
La segunda opción, a falta de picadas en la primera zona, fue una zona mixta en la que nos dieron la bienvenida un nutrido grupo de gaviotas.
Aunque en la zona nos encontramos con algunos surferos, nos desplazamos hacia un lateral para no entorpecernos en nuestras actividades.
La arena fina y húmeda del lugar, reflejaba nuestros pasos hacia el punto elegido en el que comenzaríamos nuevamente.
Nos encontramos un mar muy propicio en dicho lugar. El escenario alternaba zonas de arena con sierras de roca de diversos tamaños ...
... y en estas sierras es donde uno tiene que caminar continuamente para cambiar de atalaya. Yo trato de ahorrar tiempo saltando de roca en roca, pues de todos es sabido que el trayecto más corto entre dos puntos, es la linea recta.
Sin embargo, si se produce un traspiés en sitios como este, los puntos de los que estaría hablando, serían puntos de sutura, jejeje.
Y Juan fue el primero en estrenarse con la primera lubineta de la mañana. Aunque nosotros buscábamos zonas alejadas en las que presentábamos nuestros artificiales, la lubina picó muy cerca de la orilla.
Ahora los fragmentos de algas comenzaron a ser muy molestos, por lo que sugerimos cambiar de zona. Todavía era temprano y aún se podía probar en alguna zona más.
De camino hacia los coches, apreciamos unas extrañas marcas en la arena, junto a nuestras huellas. Suponíamos que sería de alguna criatura marina y Juan aventuró, que podía tratarse de un molusco bivalvo que él conocía.
Y en la búsqueda de dicho ser, encontramos este rastro que era aún más llamativo si cabe. Descartamos la posibilidad de que se tratase de algún ofidio, pues el tipo de dibujo no era de arrastre.
Sin duda alguna desconocemos demasiado de todas las criaturas que habitan en el entorno marino.
La nueva ubicación era de andar con mucho cuidado, pues las rocas estaban muy afiladas, así que con paso sosegado, comenzamos a repartirnos por las rocas.
Aquí la zona era de mayor profundidad, así que opté por probar con un minnow que trabajase a mayor profundidad.
La elección fue buena, pues al rato tuve una tremenda picada. No sé si la falta de contacto con el mar o la astucia de la pieza, hizo que no se llevase a cabo la captura.
Las rocas aquí todavía no se habían librado de las molestas laminarias, por lo que tocó ascender por el monte para cambiar a otra zona cercana. Por el camino que discurría entre un pinar, le comenté a Juan que el lugar era idóneo para albergar níscalos, por lo que haré una visita por aquí cuando llegue el momento.
Allí, en el horizonte, podíamos observar a unas radiantes Islas Cíes, que eran testigos de nuestro deambular por las rocas de la costa.
El esfuerzo físico de la jornada, había sido grande, por lo que estuvimos un buen rato probando suerte con los vinilos.
Los sinuosos y naturales movimientos de estos, harán que dediquemos alguna jornada a su uso, pues sin duda en otros lugares ya están más que probados.
Y aquí terminó una jornada otoñal, en la que no tuvimos la suerte de cara.
Comenzamos bajo la atenta mirada de la luna, en una zona de rocas en las que las olas rompían a lo lejos.
Aunque en la zona nos encontramos con algunos surferos, nos desplazamos hacia un lateral para no entorpecernos en nuestras actividades.
Nos encontramos un mar muy propicio en dicho lugar. El escenario alternaba zonas de arena con sierras de roca de diversos tamaños ...

Sin embargo, si se produce un traspiés en sitios como este, los puntos de los que estaría hablando, serían puntos de sutura, jejeje.
Sin duda alguna desconocemos demasiado de todas las criaturas que habitan en el entorno marino.
Aquí la zona era de mayor profundidad, así que opté por probar con un minnow que trabajase a mayor profundidad.
La elección fue buena, pues al rato tuve una tremenda picada. No sé si la falta de contacto con el mar o la astucia de la pieza, hizo que no se llevase a cabo la captura.
El esfuerzo físico de la jornada, había sido grande, por lo que estuvimos un buen rato probando suerte con los vinilos.
Los sinuosos y naturales movimientos de estos, harán que dediquemos alguna jornada a su uso, pues sin duda en otros lugares ya están más que probados.
Y aquí terminó una jornada otoñal, en la que no tuvimos la suerte de cara.