Desayuno a las
7:15 am y a continuación preparo el equipo y lo meto en el coche. En esta ocasión me llevo una caña de 1.80 m (
monotramo) de acción media, que tenía en casa sin estrenar. Con unos buenos
basses, seguro que se portaría bien.
A las
8:30 am llego al lugar elegido. La intención era la de pescar sólo, pero mientras me cambio, aparece Pablo. Poco después llega Miguel y Juan. Y entonces optamos por ir pescando los cuatro juntos.

En una zona bien soleada pudimos mirar algunos nidos con sus respectivos huevos. En estos momentos hay que prestar atención si se pretende vadear por las orillas, ya que este valioso cargamento, es el futuro próximo de la especie.

Después de que Miguel capturase el que a priori sería el
bass más pequeño de la jornada, Pablo se hizo con su primera captura. Un bonito
bass que descansaba bajo las ramas de un pino.

Y después de que Miguel capturase otro
bass, Pablo hacía lo mismo manteniendo un inofensivo pique personal. Anteriormente Juan había tenido una picada en el mismo lugar en el que Pablo capturó este, por lo que pensamos que se trataría del mismo ejemplar.
Este último me comentó que los
basses se le estaban soltando y le aconsejé que aflojase un poco más el freno, pues era posible que se debiera a este pequeño pero fundamental detalle.

A continuación, Juan y yo nos introducimos en una zona de maleza seca, para sorprender a algún ejemplar por la espalda, pero nuestros intentos fueron estériles.
Me sorprendió no capturar algún
centrárquido en esta zona, pues nos suele dar buenas piezas.

Con este bonito ejemplar que sacó Juan, ya sólo quedaba yo por estrenarme. Miguel se lo achacaba a la caña, pero está claro que era sólo cuestión de tiempo. O eso era lo que esperaba.

Mientras mis lances eran infructuosos, Juan seguía sacando
basses de bella librea.
Decidí cambiar de señuelo nuevamente, pues las lombrices no me habían dado resultados
satisfactorios.

Turno para Miguel otra vez y yo sin haber tocado escama. No es que me importase irme bolo, pero así la jornada estaba completa
jejeje.

Y para que al fin estrenase la caña, (ya veis el color tan discreto que tiene
jejeje) este
bass se decidió a tomar entre sus fauces el
vinilo que le había presentado.
Euforia y justicia a partes iguales, recorrían ahora todo mi ser. Esto me animaba mucho e iniciaba una nueva estrategia a seguir.

Y nuevamente clavé otro
bass, con un lance preciso bajo las ramas.
Sabía que algunos rondaban por las zonas más inaccesibles, por lo que allí les ofrecería el engaño.

Con mis numerosos años como
spinner de río, he adquirido la destreza suficiente para realizar lances que para otros se convertirían en un suplicio.
Peinando las zonas que otros no pueden o descartan por su dificultad técnica, podía incrementar mi cuenta particular.

En las zonas soleadas
observábamos el deambular de
basses de buen porte. La vegetación
subacuática parecía
tranquilizarlos, pues vagaban de manera pausada.

Le comenté a Juan un problema que había tenido en la jornada anterior y él me dio la solución. Simplemente se trataba de un señuelo de menor tamaño.
Paradójicamente, él me comentó que no le tenía mucha fe, pero yo confiaba plenamente en mi elección.
Dicho y hecho.
Un ejemplar de buen tamaño sucumbió al engaño sin recelo alguno. Por fin comenzaba a ver la luz al final del túnel y con esta
gratificante captura, salía
revitalizado para afrontar los siguientes momentos.

De camino al punto de partida, una hembra de ánade acompañada de su prole, salió apresurada de la protección que le brindaba un pequeño sauce
semisumergido.
La masa líquida bulle de vida, tanto en la superficie como en su seno, lo que demuestra el enorme valor de los ecosistemas acuáticos.

Nos acercábamos al final de la jornada y Juan logró capturar otro bonito
bass, como broche final. Finalmente, mi consejo inicial parecía haberle ayudado
.
La jornada se había dado bien y ahora el sol irradiaba en lo alto del cielo impoluto.
Por ello decidí quedarme un poco más.
Pablo se animó a seguir unos minutos, así que nos despedimos de nuestros compañeros.

Y la elección fue acertada, porque no tardó en sostener este bonito
bass, engañado desde una zona muy visible.
El lance que realizó con delicadeza, se tornó en violencia tras el ataque del pez y con la templanza de un pescador experimentado, logró alzarlo en su mano.
Y aquí concluyó su jornada.
El reloj marcaba las
13:30 pm y me encontraba sin muestras de cansancio.
Opté por dar unos lances más, pero seleccionando los lugares en los que ofrecería mis engaños a los
basses.

Y así me hice con el primer
bass de mi andadura en solitario. Le costó salir, pero el freno del carrete hizo bien su trabajo, pues al pescar con una caña tan rígida, la regulación de este resulta fundamental.

Parecía que estaba en Navidad, pues los regalos en forma de capturas se sucedían a buen ritmo.
Me encontré con un pescador con el que había charlado la jornada anterior y en esta ocasión volví a hacer lo mismo. A veces, una
conversación de pesca, es más fructífera que una jornada.
Lo digo por experiencia
jejeje.
Tras un buen rato, le comenté que reanudaba la marcha, pues todavía no había comido.
El reloj marcaba las
15:00 pm.

Y un cuarto de hora después de reanudar la marcha, capturé otro bello
bass. Un tanto oscuro, pero con los matices muy marcados.
El estómago me recordaba ahora que había sobrepasado la reserva y que tenía que repostar.
Una nueva captura apaciguaría el hambre, así que fui a por el siguiente.

En la lucha con este precioso ejemplar, descubrí que tenía un pescador a mi lado.
El
bass presentaba dos particularidades: Venía clavado por un resquicio de piel del labio y presentaba una cicatriz en uno de sus costados.
La captura se había llevado a cabo, gracias a la buena regulación del freno del carrete.
El pescador me dijo que se lo diera, ya que observó que mi intención era la de devolverlo a su medio. Pero después de la foto de rigor, recuperó su libertad.
A raíz de su petición, comenzamos a charlar largo y tendido.

Mientras hablábamos, también hacíamos algún que otro lance y en uno de estos, sentí la picada de otro
bass. En esta ocasión, mi interlocutor no me preguntó si se lo daba, pues sabía que la respuesta sería negativa.
A las
16:35 pm, llegó el compañero del pescador que se encontraba conmigo y tras el saludo de rigor, me despedí de ambos para retomar la marcha.

Apenas me había alejado unos metros de ambos pescadores, cuando siento la picada de un pez. Clavo con decisión y el
bass comienza a saltar
alocadamente. Una vez lo sujeto, contemplo nuevamente la importancia de la regulación del freno del carrete. Si se amplía la fotografía, se puede apreciar que la porción de piel que sostiene el anzuelo, es ínfima.
Ambos pescadores observan como libero el pez y entonces reanudo el camino de vuelta.

Poco después, un lance bajo las ramas de un sauce me proporcionó una nueva captura.
A este ritmo no llegaría a casa hasta el anochecer, pero es difícil marcharse cuando uno está en racha. Supongo que la pesca se parece mucho a los juegos de azar, pues la suerte o
probabilidad de éxito, está siempre presente en ambas ecuaciones.

No sabía si la diosa Fortuna me estaba mandando una señal o simplemente, el destino quería que pescase hasta la extenuación.
Con el reloj marcando las
17:40 pm me dije: -
Ya basta por hoy.
Desmonté el equipo y me fui
directamente hacia el coche.
Cuando ya me había cambiado, el reloj del coche indicaba que eran las
18:10 pm.
Por lo que llegaría a casa en torno a las
18:40 pm. Casi 12 horas después de que me despertase.
Y es que la pesca es como una enfermedad. En pleno proceso febril, a uno le cuesta abandonar la cama y al que pesca y está "enfermo" de verdad (como es mi caso), pues nos cuesta dejar el lugar que hayamos elegido para pasar la jornada.
Música: Orianthi - According To You