El plan era sencillo: ir bien abrigados, para no padecer con las inclemencias meteorológicas y buscar las zonas que nos falicitasen la pesca. Bien temprano, salimos de puerto remando con tranquilidad, ya que no nos teníamos que desplazar demasiado. Una vez en la zona, desplegamos los pajaritos o poteras y nos pusimos a pescar. Jose me decía que en medio de la ría, con poca luz, no suelen picar bien. Y así fue, solo sacamos dos cada uno, haciendo uso de la linterna UV para dar un poco de brillo a nuestros señuelos.
La luz empezó a ganar protagonismo y las picadas comenzaron, aunque el viento también se presentó, tal y como la previsión había anunciado. Esto complicaba las cosas, ya que las derivas se hacían a demasiada velocidad. Aún así, fuimos materializando casi todas las picadas que teníamos.
Cuando se van a meter en la embarcación los chocos (sepias), hay que estar atentos a los chorros de tinta que expulsan, ya que pueden alcanzar nuestra cara, provocando las risas inmediatas jejeje. De hecho Jose recibió uno de estos chorros y tuvo que lavarse la cara.
En un punto de la marea, Jose me dijo que había notado una picada que parecía de calamar, y así fue. De hecho sacó tres de estos cefalópodos en un espacio corto de tiempo. Mientras, yo seguía con los chocos, haciendo varias capturas seguidas.
Más tarde, el viento y la lluvia se combinaron para hacernos un poco más dura nuestra estancia en el mar, si bien esto no iba a ser un motivo para abandonar. Algunas embarcaciones si pusieron rumbo a puerto, ante la falta de picadas y la complicación de la jornada.
En una de las derivas, enganché mi señuelo en la cadena de una batea y por desgracia se quedó abajo. Fue un palo grande, ya que la mayor parte de las capturas habían sido con ese señuelo.
Luego, Jose tuvo un festival de picadas, donde muchos chocos (sepias) se soltaban o desgarraban, ya que con el agua dulce, estos se vuelven más blandos.
En los últimos compases de la jornada, volví a la senda de las capturas con otra jibionera. En una de las picadas, no aflojé lo suficiente para que la sepia no desgarrase y así se me fue. Sin embargo, inmediatamente Jose se hizo con un choco, que presentaba un desgarro, lo cual nos hizo pensar que se trataba del ejemplar que yo había perdido.
"Saludos, y que la pesca os acompañe"
Hola..Pero que buenísima pinta tienen ¡¡¡ Mi madre los hace riquisimos..Y es de Noia, no de Redondela ..
ResponderEliminarJavier, no lo dudo, con semejante materia prima. A mí me gustan con arroz y encebollados, al igual que en empanada. Tengo que probarlos a la plancha jejeje.
EliminarSaludos