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En esta ocasión habíamos quedado para ir de pesca, cuatro de los integrantes del foro solospinning.
Al poco de reunirme con Juan y Marcos, llegó Luis. El mar estaba un poco calmo así que buscamos un lugar con algo más de mar y entonces comenzó la jornada.
En las pozas que la marea había dejado al descubierto, había una amalgama de vida espectacular. Erizos de mar, pulpos, nécoras, estrellas de mar, mejillones, anémonas y varios tipos de algas verdes, pardas y rojas compartían espacio en perfecto equilibrio.
Yo, como siempre, buscando el camino más corto entre rocas.
La pesca a spinning por el pedrero es una pesca dinámica que nos permite cubrir grandes áreas en busca de las admiradas lubinas.
Y sin duda es un buen ejercicio para mantenerse en forma. Eso si, con cuidado de no tener un traspiés.
Cuando Marcos y yo admirábamos el camuflaje de un pulpo que se encontraba en una grieta, Juan emergió entre las rocas portando un bello ejemplar de robalo.
Se trataba de una hembra ovada, por lo que Jaun procedió a liberarla inmediatamente a su medio.
Como he comentado en otra ocasión, Juan se "impone" una veda que va desde principios de enero hasta finales de marzo, que es cuando suelen estar ovadas las hembras de estos serránidos. Aunque esto no es una ciencia exacta.
Contentos por la captura, seguimos pescando en dirección sur.
Los paseantes dejaron paso a los minnows para tentar a la reina de la espuma.
Los mejillones que tapizan las rocas con caprichosas formas, comenzarán a sufrir el golpeo de las olas, pues la marea ya se estaba acercando a nivel máximo previsto.
Continuamos rastreando pasillos y ensenadas. En una de estas últimas perdí un señuelo, pero al cambiar por un paseante tuve dos picadas fallidas.
Las olas creaban efímeras cortinas de espuma salitrosa, que invitaban a ser inmortalizadas.
El mar estaba algo más bravo a medida que nos dirigíamos al sur y a causa de esto tuvimos algún que otro susto.
En una pequeña grieta observamos a otro camaleónico octópodo, que en este caso se encontraba escoltado por mejillones, erizos y estrellas de mar.
Quisimos ver su verdadera envergadura, pero en vista que se encontraba incómodo con nuestra presencia, decidimos proseguir con la jornada.
Parecía que la zona en la que nos encontrábamos no había indicios de actividad.
Pero todo lo contrario. En una pequeña ensenada miramos unos cuanto mújoles que habían quedado atrapados en las pozas que se forman con la bajamar.
Pero entre las olas, advertimos como unas cuantas lubinas estaban de caza. Cuando las olas se disponían a romper, se observaban a las lubinas navegando por las crestas, llegando a saltar fuera del agua.
Estuvimos intentándolo pero no hubo respuesta por parte de los peces.
Decidimos cambiar de lugar, así que salimos a la carretera, ya que nos sería más cómodo para llegar hasta los coches.
De camino, nos encontramos con esta autocaravana que tenía el capó con la imagen de las islas Cíes ...
... y a esta vaca con su retoño, cuya expresión facial parecía la de alguien malhumorado.
Llegamos a la nueva ubicación y puesto que el mar presentaba unas buenas condiciones, no dudamos en montar nuestros equipos y bajar.
Al llegar abajo nos desdoblamos. Juan y Marcos lo intentarían junto al camping mientras Luis y yo probábamos suerte hacia el lado opuesto.
Como ya no quedaba mucho tiempo hasta la hora de comer, nos limitamos a pescar en las mejores zonas, haciendo caso omiso de otras en las que no había esperanzas de tocar escama.
En algunas de estas rocas aún quedan vestigios de alguna de las catástrofes acontecidas años atrás. La más famosa es la del Prestige, pero hubo otras antes.
Rememorar esos acontecimientos, hace que pensemos que puede quedar menos para otro episodio fatídico, pero quiero creer que hoy en día se hace más por controlar al tráfico marítimo potencialmente peligroso.
Aguantamos algunos minutos más antes de comer, pero no hubo suerte. Con la alegría de la excelente pieza capturada por nuestro compañero, nos marchamos a comer.
Luis y yo teníamos pensado pasar la tarde tras los basses, ya que el primer día de pesca, el lugar estaba masificado.
Después de comer, nos desplazamos con los coches hasta un monte cercano. Las vistas desde las pistas forestales eran magníficas, pero no teníamos tiempo para ascender hasta la cumbre principal, así que nos limitamos a recorrer las caminos.
Finalmente Luis tuvo que ausentarse, pero yo no pescaría sólo, ya que observé los coches de varios compañeros del foro vigospinning.
El lugar seguía masificado por los pescadores de fondo.
Nuestras opciones eran las de pescar en las zonas en las que no había pescadores, y estas eran escasas.
Por la mañana no habían sacado ningún bass, por lo que no me hice muchas ilusiones.
Solamente Diego logró clavar un ejemplar que se quedó enganchado en una rama y cuya captura resultó ser una odisea.
Diego tuvo que cruzar a la otra orilla, Juan le lanzó la caña al otro lado, ya que la zona no era vadeable, la caña se cayó al agua, Juan se la recuperó, yo le desenganché el hilo de una rama y finalmente Diego fue pasando la caña bajo los árboles, para recuperar el pez.
Un trabajo en equipo que llegó a buen puerto.
Gracias a todos los compañeros por esta jornada.
La pesca a spinning por el pedrero es una pesca dinámica que nos permite cubrir grandes áreas en busca de las admiradas lubinas.
Y sin duda es un buen ejercicio para mantenerse en forma. Eso si, con cuidado de no tener un traspiés.
Se trataba de una hembra ovada, por lo que Jaun procedió a liberarla inmediatamente a su medio.
Como he comentado en otra ocasión, Juan se "impone" una veda que va desde principios de enero hasta finales de marzo, que es cuando suelen estar ovadas las hembras de estos serránidos. Aunque esto no es una ciencia exacta.
Los paseantes dejaron paso a los minnows para tentar a la reina de la espuma.
Continuamos rastreando pasillos y ensenadas. En una de estas últimas perdí un señuelo, pero al cambiar por un paseante tuve dos picadas fallidas.
El mar estaba algo más bravo a medida que nos dirigíamos al sur y a causa de esto tuvimos algún que otro susto.
Quisimos ver su verdadera envergadura, pero en vista que se encontraba incómodo con nuestra presencia, decidimos proseguir con la jornada.
Pero todo lo contrario. En una pequeña ensenada miramos unos cuanto mújoles que habían quedado atrapados en las pozas que se forman con la bajamar.
Pero entre las olas, advertimos como unas cuantas lubinas estaban de caza. Cuando las olas se disponían a romper, se observaban a las lubinas navegando por las crestas, llegando a saltar fuera del agua.
Estuvimos intentándolo pero no hubo respuesta por parte de los peces.
De camino, nos encontramos con esta autocaravana que tenía el capó con la imagen de las islas Cíes ...
Al llegar abajo nos desdoblamos. Juan y Marcos lo intentarían junto al camping mientras Luis y yo probábamos suerte hacia el lado opuesto.
Rememorar esos acontecimientos, hace que pensemos que puede quedar menos para otro episodio fatídico, pero quiero creer que hoy en día se hace más por controlar al tráfico marítimo potencialmente peligroso.
Luis y yo teníamos pensado pasar la tarde tras los basses, ya que el primer día de pesca, el lugar estaba masificado.
El lugar seguía masificado por los pescadores de fondo.
Nuestras opciones eran las de pescar en las zonas en las que no había pescadores, y estas eran escasas.
Por la mañana no habían sacado ningún bass, por lo que no me hice muchas ilusiones.
Solamente Diego logró clavar un ejemplar que se quedó enganchado en una rama y cuya captura resultó ser una odisea.
Diego tuvo que cruzar a la otra orilla, Juan le lanzó la caña al otro lado, ya que la zona no era vadeable, la caña se cayó al agua, Juan se la recuperó, yo le desenganché el hilo de una rama y finalmente Diego fue pasando la caña bajo los árboles, para recuperar el pez.
Un trabajo en equipo que llegó a buen puerto.
Gracias a todos los compañeros por esta jornada.