En vista de que el día anterior no había hecho planes con otros compañeros de afición, el sábado me dispuse a afrontar una jornada de spinning marino en solitario.
El objetivo era volver de una pieza, aunque si evitaba el bolo, pues mucho mejor.
Mientras iba bordeando la costa, miraba desde el coche que había una niebla que se extendía a lo largo de esta.
En una zona en la que pude ver una mar aceptable, paré y monté el equipo.
Bajé con cuidado hasta una roca que me permitiría hacer lances en una franja de unos 10 metros.
Y entonces comenzó lo bueno.
Al segundo lance, clavé una buena pieza. La fui trabajando pero cuando la tenía en la orilla se liberó. No sé si fue fruto del madrugón, pero me cogió un poco desprevenido.
Pocos lances después clavé otra pieza. Se trataba de una lubina joven, así que la desanzuelé con cuidado y la liberé por uno de los costados de la roca en la que estaba, no fuera a ser que se "embalase" la zona.
*Se dice "embalar" cuando los peces advierten el peligro, ya sea por la liberación de ejemplares, por la proximidad de buzos, etc.
Siguiente lance y noto otra picada. Esta muy lejana. Me doy cuenta que se trata de una lubineta y vuelvo a proceder de la misma manera que con la anterior. Liberándola por un costado.
Dos lances después y clavo enérgicamente.
Comienzo a sonreír porque no es normal que piquen tan seguido. Casi tardo más en ponerme a salvo de las olas y desanzuelar las piezas, que en clavar la siguiente.
Pocos lances después ... otra picada.
!!!!Estos peces están locos¡¡¡¡
Un abadejo que emerge desde la profundidad.
La aparatosidad de la clavada hizo que optara por llevármelo.
Y nuevamente bastaron unos pocos lances para clavar otra pieza. Otro abadejo de bonita librea que sale de su hábitat para ser devuelto en otra zona.
En ese momento pensé que si alguien me estaba mirando exclamaría:
!!!!Este tipo es un crack¡¡¡¡
Y poco después el "hat trick".
Otro abadejo,
de bello colorido,
que con mimo dejo,
un poco dolorido.
Llegados a este punto ya me puse poeta, jejeje.
Me giro un momento para ver como el sol asoma entre las montañas y comienza a disipar la niebla.
Sin duda una bella estampa que alegraba aún más el momento.
En un lateral de la roca en la que me encontraba miré un espumero que prometía mucho.
Fue lanzar y clavar poco después de iniciar la recuperación.
Una captura que picó muy lejos y me dio bastante guerra, ya que era un ejemplar que pasaba bien de la talla mínima.
Y seguía en racha porque nuevamente bastaron unos pocos lances para sentir otra pieza al otro lado de la línea.
La alegría del momento era descomunal, pues no es algo que se experimente asiduamente, cosa que sí ocurre con los bolos o capotes.
Y poco después saco a una lubineta casi tan grande como el señuelo.
La voracidad de estos peces no deja de sorprenderme temporada tras temporada.
A continuación lanzo sobre otro espumero y una picada bestial que comienza a sacar línea.
!!!!Qué emoción¡¡¡¡
Esta ya era una lubina de las que ofrecen resistencia a ser doblegadas, pero las olas que a veces nos dan sustos, en esta ocasión se aliaron conmigo para sacar este ejemplar.
Las picadas habían cesado y ya estaba pensando en cambiar de lugar.
Último lance ... el señuelo vuela ... el señuelo toca el agua, y algo comienza a tirar en dirección contraria.
!!!!No puede ser¡¡¡¡
Ni que hubiera visto llegar el señuelo.
El pez tiraba de manera notable. Era una aguja bastante buena.
Por el rabillo del ojo observo como una ola se acerca ... pero no tengo tiempo para esquivarla.
Casi me tira contra las rocas.
Cobro la pieza y resulta que venía robada por la mitad inferior del cuerpo, cosa que hizo que pelease de manera más notable.
Me voy del lugar con dos lubinas y un abadejo.
Cuando me dirijo hacia la orilla veo a Julio esperando junto a su coche.
Después de un rato hablando, se animó a pescar.
Tomamos rumbo sur y comenzamos a lanzar en las zonas más prometedoras.
En breve tuvimos sendas picadas, pero ninguna se tradujo en captura.
Accedimos a unas rocas cubiertas casi en su totalidad por colonias de mejillones. Desde ahí Julio sacó un abadejo que inauguró la cuenta de la segunda fase de la jornada.
Observamos zonas muy prometedoras, pero no obtuvimos picadas.
Un grupo de mújoles apareció en el lugar y finalmente, uno de ellos quedó prendido de mi artificial.
Al igual que con la aguja, este venía enganchado por el lomo, lo que propició una lucha más larga de lo habitual, para el tamaño del pez.
Son coincidencias que a veces se dan en la pesca.
En una zona en la que pude ver una mar aceptable, paré y monté el equipo.
Bajé con cuidado hasta una roca que me permitiría hacer lances en una franja de unos 10 metros.
Y entonces comenzó lo bueno.
Pocos lances después clavé otra pieza. Se trataba de una lubina joven, así que la desanzuelé con cuidado y la liberé por uno de los costados de la roca en la que estaba, no fuera a ser que se "embalase" la zona.
*Se dice "embalar" cuando los peces advierten el peligro, ya sea por la liberación de ejemplares, por la proximidad de buzos, etc.
Comienzo a sonreír porque no es normal que piquen tan seguido. Casi tardo más en ponerme a salvo de las olas y desanzuelar las piezas, que en clavar la siguiente.
!!!!Estos peces están locos¡¡¡¡
Un abadejo que emerge desde la profundidad.
La aparatosidad de la clavada hizo que optara por llevármelo.
En ese momento pensé que si alguien me estaba mirando exclamaría:
!!!!Este tipo es un crack¡¡¡¡
Otro abadejo,
de bello colorido,
que con mimo dejo,
un poco dolorido.
Llegados a este punto ya me puse poeta, jejeje.
Sin duda una bella estampa que alegraba aún más el momento.
Fue lanzar y clavar poco después de iniciar la recuperación.
Una captura que picó muy lejos y me dio bastante guerra, ya que era un ejemplar que pasaba bien de la talla mínima.
La alegría del momento era descomunal, pues no es algo que se experimente asiduamente, cosa que sí ocurre con los bolos o capotes.
La voracidad de estos peces no deja de sorprenderme temporada tras temporada.
!!!!Qué emoción¡¡¡¡
Esta ya era una lubina de las que ofrecen resistencia a ser doblegadas, pero las olas que a veces nos dan sustos, en esta ocasión se aliaron conmigo para sacar este ejemplar.
Último lance ... el señuelo vuela ... el señuelo toca el agua, y algo comienza a tirar en dirección contraria.
!!!!No puede ser¡¡¡¡
Ni que hubiera visto llegar el señuelo.
El pez tiraba de manera notable. Era una aguja bastante buena.
Por el rabillo del ojo observo como una ola se acerca ... pero no tengo tiempo para esquivarla.
Casi me tira contra las rocas.
Cobro la pieza y resulta que venía robada por la mitad inferior del cuerpo, cosa que hizo que pelease de manera más notable.
Me voy del lugar con dos lubinas y un abadejo.
Cuando me dirijo hacia la orilla veo a Julio esperando junto a su coche.
Después de un rato hablando, se animó a pescar.
En breve tuvimos sendas picadas, pero ninguna se tradujo en captura.
Observamos zonas muy prometedoras, pero no obtuvimos picadas.
Al igual que con la aguja, este venía enganchado por el lomo, lo que propició una lucha más larga de lo habitual, para el tamaño del pez.
Son coincidencias que a veces se dan en la pesca.