El 1 de noviembre es otra fecha en el calendario del pescador de la zona de las Rías Baixas en Galicia, ya que se da por finalizada la veda del choco en la ría de Vigo y Pontevedra. Por ello, Jose, Luis y un servidor, nos disponíamos para pasar la jornada, con el objetivo de pescar estos cefalópodos. Hasta el último momento, las previsiones eran malas, ya que íbamos a tener lluvia y fuerte viento a lo largo del día. Y por la mañana, antes de embarcar, la idea era la misma, pero no nos íbamos a quedar sin pescar. Con todo listo, nos hicimos a la mar y pusimos rumbo a la zona de pesca.
La jornada comenzaba sin lluvia y al poco de empezar, Luis ya notaba las primeras picadas. Y poco después, comenzábamos a sacar algunas sepias. El choco se defiende con sus chorros de tinta, por lo que hay que estar atento, si no queremos sufrir en nuestras carnes los proyectiles de líquido negro.
En el estrecho de Rande, ya se divisaban un buen número de embarcaciones, que se afanaban en pescar rápido, antes de que finalizase la tregua climatológica, ya que en el horizonte, se percibía el mal tiempo.
Por suerte, las capturas iban animando la mañana y cuando estás con tus mejores amigos, las risas y el compañerismo hacen que el tiempo se detenga y no quieres que pase. Y es que ya son muchas las jornadas con estos dos compañeros, donde además de pescar, buscamos "capturar momentos".
Un barco que utiliza el arte del bou, estaba faenando por la ría, a la búsqueda del mismo premio. Repetía los lances en distintas zonas y nosotros estábamos atentos a sus movimientos, ya que si te despistabas, podías quedarte sin señuelos.
A media mañana ocurrió lo inevitable. El temporal llegó a nuestra ubicación y las barcas comenzaron a marcharse o a buscar abrigo que no había. Sin embargo, Jose, al más puro estilo de un viejo lobo de mar que se las conoce todas, optó por usar de parapeto, uno de los pilares del puente de Rande. Tras amarrar, el licor café nos dió el ánimo para llevar la situación con humor jejeje.
Aquí están mis dos buenos amigos, con un temporal potente sobre ellos y con la tranquilidad de que estábamos en el mejor punto de la ría para además, seguir pescando mientras nos deleitábamos con el rico brebaje que Luis prepara cada año.
Con el cupo casi hecho, empezamos a soltar sepias, a la espera de que picase alguna de porte mayor. En las derivas tras el temporal, pasábamos entre las bateas de mejillón, que cubren como un tapiz, este sector de la ría.
Es curioso observar a lo largo del tiempo, como las bateas van acercándose a la superficie del agua, conforme los mejillones que cuelgan de las cuerdas, van engordando.
Cuando ya íbamos de regreso a puerto, me fijé en el Ángeles Alvariño. El barco que meses atrás había buscado los cuerpos de Anna y Olivia en aguas de Canarias. Un recuerdo triste antes de llegar a tierra.
La jornada se dio muy bien y los tres nos fuimos contentos porque el tiempo nos dejó disfrutar de la pesca en buena compañía, un año más.
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