Ayer, mi amigo Luis y yo nos desplazamos a un tramo de río que yo tenía muchas ganas de visitar desde hace años, si bien sólo Luis es capaz de acompañarme en este tipo de aventuras.
Al llegar al punto de partida, el puente sobre el río estaba siendo reconstruido, después de que una riada se lo llevara por delante. Y el destino quiso que cada uno llegara por uno de los lados, con lo que mi coche quedó en una orilla y el de Luis en la otra.
Hace años que me habían dicho que estas aguas tenían truchas de buen porte, pero desde entonces, han sido construídas dos minicentrales junto al río y esto no me tranquilizaba.
Sin embargo había que probar fortuna, porque para eso estábamos allí.
Mientras iba al coche a por la gorra, Luis ya había capturado la primera pieza.
Era una truchita autóctona, que tras una breve contemplación, fue devuelta al río.Y a continuación yo saqué varias de igual talla. La zona en la que estábamos pescando era la más accesible del río, pero a mí me interesaba particularmente la zona más alta.Bellas libreas de truchas salvajes se quedaban sobreimpresionadas en nuestras retinas. Estas truchas autóctonas son las que huyen al menor ruido o alteración de su entorno inmediato. Pescar agazapados y a cierta distancia, se hace imprescindible.Después de una curva, nos encontramos la minicentral que se encuentra más arriba en el valle. Es una desgracia que en Galicia se sigan haciendo estas construcciones, con la de parque eólicos y grandes presas que tenemos a los largo de nuestro territorio.
El lecho del río está totalmente alterado, las piedras no retienen ni un ápice de musgo y la fauna parece que evita colonizar esta zona.Proseguimos río arriba y las truchas de escaso porte seguían prendiéndose de nuestros artificiales.
Aún nos quedaba un buen trecho para llegar a la parte interesante.De repente, percibí un olor nauseabundo. La última vez que había pescado en este río, me había encontrado un zorro muerto, pero en este caso se trataba del cadáver de un jabalí bien grande.
La única vida que mostraba el cuerpo, era la de los gusanos alimentándose frenéticamente de sus partes blandas.
El jabalí tuvo la mala fortuna de ser arrastrado por la riada y esta lo encastró contra un árbol, acompañado de ramas y otros troncos.Al examinar el cuerpo, observé que algunos dientes estaban muy desgastados, lo que indicaba que se trataba de un ejemplar viejo. Las amoladeras eran muy gruesas y una de ellas bastante larga, pero estas nada pudieron hacer contra la violencia con la que el agua discurre por estos parajes. La fuerte pendiente, junto con un cauce granítico, hace que el agua se acumule en grandes cantidades y que discurra a gran velocidad, llevándose por delante a todo lo que se encuentre en su camino, ya sean árboles, rocas sueltas, etc.Por fin llegamos a la zona de pozos que estabamos buscando. Estas eran las zonas en las que podía haber buenos ejemplares, pero el tramo de río bajaba con escaso caudal, pues parte de este es robado algunos cientos de metros más arriba.El bosque que nos rodea es fantástico. Adebules y robles, escoltados por acebos de hojas espinosas y el suelo tapizado de musgos y arándanos.La desnudez del cauce nos dejaba ver gran cantidad de piedras. Si el río llevase todo el agua que llevaba antaño, estaríamos hablando de un río totalmente diferente.Me imagino aproximadamente en qué punto nos encontramos y le comento a Luis, que en breve tendremos numerosos pozos en los que puede salir alguna trucha de porte.A pesar de todo, habíamos elegido bien el equipo, pues con una caña de acción ultraligera y un carrete de tamaño reducido, las pequeñas y bravas truchitas, no daban por perdida la batalla en ningún momento.La silueta del sol sobrepasa una de las caras del valle. Recuerdo una vez en la que quise bajar por esta zona escarpada, para acceder al río. Me fue imposible y dar la vuelta fue una odisea. Y es que sólo existe la posibilidad de ir río arriba o río abajo, pues las orillas resultan impracticables en el lugar en el que nos encontrábamos.Un gran pozo a la vista. Ponemos unos señuelos más pesados e intentamos prospectar sus aguas.
Desistimos al ver que no se obtenía respuesta alguna por parte de los peces.
Ahora tocaba analizar la ruta a seguir a través de estas paredes verticales. Finalmente Luis encuentra un lugar por el que pasar y podemos respirar aliviados. Dar la vuelta ahora sería una insensatez.Tras una buena caminata por este río "rompepiernas", ya sólo nos quedaba gran obstáculo por salvar: La pared de esta majestuosa cascada. En invierno, cuando el caudal de agua es mayor, la cascada es admirada por cientos de visitantes, si bien en verano, la zona superior es frecuentada por turistas y bañistas.Comienzo a ascender yo primero y cuando ya llevo un tercio de la pared, tomo un pequeño respiro, pues un traspiés aquí puede tener consecuencias fatales. Más vale exhibir prudencia que temeridad.La visión del agua precipitándose al vacío y salpicándonos la cara, es todo un espectáculo, pero en estos momentos es mejor no mirar hacia abajo.
Poco a poco ascendemos y llegamos a un escollo insalvable. Por ello debemos poner rumbo hacia un lateral en el que nos aguarda un muro vertical, pero con mas grietas en las que poder introducir nuestras extremidades.Con el mango de la caña en la boca, consigo alcanzar el tronco de un brezo de gran porte (Erica arborea) y a continuación puedo subirme a un roble que crece sobre el abismo.
Luis se abre paso entre los tallos del brezo y también alcanza el camino.¡¡¡Lo conseguimos!!!
Fuimos capaces de abandonar el río antes de que oscureciese.
Está claro que este tramo de río tardará mucho en recuperarse (si es que lo hace), ya que las minicentrales lo han dejado moribundo.De regreso, fuimos caminando junto a un canal que lleva agua desde la parte superior de la cascada, a un molino que está a algo más de un kilómetro hacia abajo.
Dicho canal ha sido tallado en la roca, lo que demuestra la importancia del agua para las gentes que vivían aquí hace años.
La anécdota:
Cuando voy de pesca con Luis, es raro que no nos ocurra algo y en esta ocasión, cuando ya casi estábamos llegando a los coches, Luis se dio cuenta de que había dejado sus gafas junto a la cascada, cuando una vez arriba quiso parar a refrescarse.
El caso es que nos acercamos con el coche hasta donde el camino nos dejó y luego, con la ayuda de una linterna, nos fuimos adentrando en la oscuridad del bosque para recuperar las gafas.
Como era previsible, estaban allí y una vez estaban con su legítimo dueño, dimos por concluída la aventura.
Sin embargo había que probar fortuna, porque para eso estábamos allí.
Mientras iba al coche a por la gorra, Luis ya había capturado la primera pieza.
Era una truchita autóctona, que tras una breve contemplación, fue devuelta al río.Y a continuación yo saqué varias de igual talla. La zona en la que estábamos pescando era la más accesible del río, pero a mí me interesaba particularmente la zona más alta.Bellas libreas de truchas salvajes se quedaban sobreimpresionadas en nuestras retinas. Estas truchas autóctonas son las que huyen al menor ruido o alteración de su entorno inmediato. Pescar agazapados y a cierta distancia, se hace imprescindible.Después de una curva, nos encontramos la minicentral que se encuentra más arriba en el valle. Es una desgracia que en Galicia se sigan haciendo estas construcciones, con la de parque eólicos y grandes presas que tenemos a los largo de nuestro territorio.
El lecho del río está totalmente alterado, las piedras no retienen ni un ápice de musgo y la fauna parece que evita colonizar esta zona.Proseguimos río arriba y las truchas de escaso porte seguían prendiéndose de nuestros artificiales.
Aún nos quedaba un buen trecho para llegar a la parte interesante.De repente, percibí un olor nauseabundo. La última vez que había pescado en este río, me había encontrado un zorro muerto, pero en este caso se trataba del cadáver de un jabalí bien grande.
La única vida que mostraba el cuerpo, era la de los gusanos alimentándose frenéticamente de sus partes blandas.
El jabalí tuvo la mala fortuna de ser arrastrado por la riada y esta lo encastró contra un árbol, acompañado de ramas y otros troncos.Al examinar el cuerpo, observé que algunos dientes estaban muy desgastados, lo que indicaba que se trataba de un ejemplar viejo. Las amoladeras eran muy gruesas y una de ellas bastante larga, pero estas nada pudieron hacer contra la violencia con la que el agua discurre por estos parajes. La fuerte pendiente, junto con un cauce granítico, hace que el agua se acumule en grandes cantidades y que discurra a gran velocidad, llevándose por delante a todo lo que se encuentre en su camino, ya sean árboles, rocas sueltas, etc.Por fin llegamos a la zona de pozos que estabamos buscando. Estas eran las zonas en las que podía haber buenos ejemplares, pero el tramo de río bajaba con escaso caudal, pues parte de este es robado algunos cientos de metros más arriba.El bosque que nos rodea es fantástico. Adebules y robles, escoltados por acebos de hojas espinosas y el suelo tapizado de musgos y arándanos.La desnudez del cauce nos dejaba ver gran cantidad de piedras. Si el río llevase todo el agua que llevaba antaño, estaríamos hablando de un río totalmente diferente.Me imagino aproximadamente en qué punto nos encontramos y le comento a Luis, que en breve tendremos numerosos pozos en los que puede salir alguna trucha de porte.A pesar de todo, habíamos elegido bien el equipo, pues con una caña de acción ultraligera y un carrete de tamaño reducido, las pequeñas y bravas truchitas, no daban por perdida la batalla en ningún momento.La silueta del sol sobrepasa una de las caras del valle. Recuerdo una vez en la que quise bajar por esta zona escarpada, para acceder al río. Me fue imposible y dar la vuelta fue una odisea. Y es que sólo existe la posibilidad de ir río arriba o río abajo, pues las orillas resultan impracticables en el lugar en el que nos encontrábamos.Un gran pozo a la vista. Ponemos unos señuelos más pesados e intentamos prospectar sus aguas.
Desistimos al ver que no se obtenía respuesta alguna por parte de los peces.
Ahora tocaba analizar la ruta a seguir a través de estas paredes verticales. Finalmente Luis encuentra un lugar por el que pasar y podemos respirar aliviados. Dar la vuelta ahora sería una insensatez.Tras una buena caminata por este río "rompepiernas", ya sólo nos quedaba gran obstáculo por salvar: La pared de esta majestuosa cascada. En invierno, cuando el caudal de agua es mayor, la cascada es admirada por cientos de visitantes, si bien en verano, la zona superior es frecuentada por turistas y bañistas.Comienzo a ascender yo primero y cuando ya llevo un tercio de la pared, tomo un pequeño respiro, pues un traspiés aquí puede tener consecuencias fatales. Más vale exhibir prudencia que temeridad.La visión del agua precipitándose al vacío y salpicándonos la cara, es todo un espectáculo, pero en estos momentos es mejor no mirar hacia abajo.
Poco a poco ascendemos y llegamos a un escollo insalvable. Por ello debemos poner rumbo hacia un lateral en el que nos aguarda un muro vertical, pero con mas grietas en las que poder introducir nuestras extremidades.Con el mango de la caña en la boca, consigo alcanzar el tronco de un brezo de gran porte (Erica arborea) y a continuación puedo subirme a un roble que crece sobre el abismo.
Luis se abre paso entre los tallos del brezo y también alcanza el camino.¡¡¡Lo conseguimos!!!
Fuimos capaces de abandonar el río antes de que oscureciese.
Está claro que este tramo de río tardará mucho en recuperarse (si es que lo hace), ya que las minicentrales lo han dejado moribundo.De regreso, fuimos caminando junto a un canal que lleva agua desde la parte superior de la cascada, a un molino que está a algo más de un kilómetro hacia abajo.
Dicho canal ha sido tallado en la roca, lo que demuestra la importancia del agua para las gentes que vivían aquí hace años.
La anécdota:
Cuando voy de pesca con Luis, es raro que no nos ocurra algo y en esta ocasión, cuando ya casi estábamos llegando a los coches, Luis se dio cuenta de que había dejado sus gafas junto a la cascada, cuando una vez arriba quiso parar a refrescarse.
El caso es que nos acercamos con el coche hasta donde el camino nos dejó y luego, con la ayuda de una linterna, nos fuimos adentrando en la oscuridad del bosque para recuperar las gafas.
Como era previsible, estaban allí y una vez estaban con su legítimo dueño, dimos por concluída la aventura.
vaya jornadita Jose...hoy estareis con unas buenas agujetas jajaja
ResponderEliminarme parece una gran fotografía la del pescador a contraluz....espectacular!
Seguro que ese rio en mayo o junio con un poco de calor y los peces mas activos...las truchas buenas pican en las pozas.
Un saludo ;)
Bonita entrada Jose. Una pena que haya tan poca agua.
ResponderEliminaraludos
Espectacular, tanto el recorrido como las imágenes, lástima que el río adolezca de enfermedades.
ResponderEliminarDesde luego toda una aventura, descubrir un lugar con accesos tan complicados.
Todos hemos visto algún tramo de río o cañón, y nos hemos preguntado como acceder a sus aguas, pensando en los tesoros que guarda. Preciosa salida compañero.
Salud.
Hola nosolomosca!
ResponderEliminarSoi un pescador de guipuzcoa al que le encanta tu blog, me he hecho seguidor tuyo porque me encanta la pesca en el rio, aunque tambien les pego a los sargos.
Muy bonito este ultimo rio que nos has enseñado.
Buena pesca!!!
no se os puede dejar solos, vaya par de dos,jajajajaj
ResponderEliminarPablo, con agujetas estará Luis que hace tiempo que no se pegaba una caminata de estas. En mi caso es una salida más. Yo estoy acostumbrado jejeje
ResponderEliminarJose Andrés, los beneficios del agua son mayores que los que proporcionamos con nuestras licencias de pesca. Mientras esto sea así, hipotecarán el futuro de nuestros ríos en favor del progreso.
Gaizka, sin haber visitado mucho este río, he podido ver cómo ha ido para abajo.
Me alegro mucho que te guste el blog,Monte. Y gracias por hacerte seguidor.
Por favor, no le pegues a los sargos, que ellos son muy débiles en comparación con nosotros jejeje (es coña)
Ostras Marcos, el par es de dos, de toda la vida. Si fuéramos tres. sería un trío jejeje
Gracias a todos.
Bonito paisaje, lastima que las truchas grandes no apareciesen por ningun lado.
ResponderEliminarUn saludo
preciaosas fotos y muy bonita esa truchita
ResponderEliminarPescando Truchas, creo que las truchas grandes desaparecerán, viendo como baja el río en estos momentos.
ResponderEliminarMuchas gracias Od Lures.
Saludos a ambos.
Menuda jornada de montañismo, madre mía, desde luego si el río no lleva agua en estas fechas en verano debe de ir casi seco, una circunstancia creo, que no dejará crecer a las peques.
ResponderEliminarEsa es la magia del río, subir, saltar, tropezar, buscar lares donde pocos llegan para aprovechar posturas que muy pocos alcanzan...
Enhorabuena por la aventura y ponerle correa a las gafas.jejeje.
Un saludo.
Muy buena entrada Jose y bonitas fotos.
ResponderEliminarSaludos
Pues no Pescadicto, pues en verano no turbinan y por lo tanto no le pueden quitar caudal alguno. Gracias a Dios.
ResponderEliminarLo de la correa es buena idea.
Muchas gracias Álvaro.
Saludos.
muy interesante el blog. te agrego a mi blog www.riveirarabalisa.blogspot.com
ResponderEliminarMuchas Gracias Riveira. Yo haré lo mismo.
ResponderEliminarUn saludo.
Pufff, no veas la boca que tenía el marrano...impresionante!! Me encanta la librea de esas truchillas, es preciosa.
ResponderEliminarToda una aventura y muy bien narrada.
Saludos Jose.
Hno. de los anzuelos, Jose:
ResponderEliminarPreciosa aventura.
Me hiciste acordar, cuando niño trepaba a los eucaliptus erguidos frente a la que fuera mi casa (aún están, y cuando transito por el lugar, añoro épocas lejanas).
Lo de las gafas, también me hizo recordar la vez que tuve que regresar (etando muy cansado)de madrugada a buscar un cuchillo de mi Padre que lo había dejado olvidado,...lo encontré "milagrosamente" entre pajonales,...¡¡mamita lo que me hizo rastrear!!, ja, ja, ja.
Ya vez, gratos recuerdo me hiciste vivir.
Lástima tu río con tan poco caudal por lo que cuentas.
Un abrazo grande y,...
Un afectuoso sapukay.-
Leo, las jornadas de pesca con anécdotas se llevan mejor.
ResponderEliminarSaludos