miércoles, 29 de agosto de 2012

A las lubinas con precaución

El pasado sábado sufrí un percance mientras preparaba algo relacionado con la pesca, que ya os contaré.
El caso es que un buen corte echó a bajo mis planes iniciales, por lo que el domingo (día de mi cumpleaños) me fui con Adrián y Pablo a intentar engañar alguna lubina.
NOTA: Ahora ya soy miembro honorífico del "Club del Dedo Maldito", al que ya pertenecen Ander (ver enlace) y Yago (ver enlace).
 Al poco de llegar, el corte volvió a sangrar, pero el dolor se hacía llevadero con cada bocanada de aire cargado de yodo.
Sólo debía extremar un poco las precauciones a la hora de moverme por las piedras.
 Pablo comenzó en una zona de aguas batidas, en las que podía salir alguna pieza, si bien las aguas estaban muy claras, como está siendo habitual este verano.
 Adrián y yo estuvimos un buen rato probando suerte con los vinilos, pero las picadas no llegaban.
Cambiamos de postura un par de veces, antes de irnos un poco más lejos.
Decidimos probar suerte en otra zona, así que tocaba andar un buen trecho por la costa.
De camino, descubrimos una "furna", que es una gruta por la que el mar entra en la tierra, con una apertura por la que el agua sale pulverizada al golpear con el fondo de esta.
Y claro, quise fotografiarla desde abajo, a pesar de tener el dedo delicado.
Mientras bajaba, me di cuenta de la dimensión de esta. Una maravilla que el mar ha ido horadando lentamente durante años.
Cuando por fin llegamos al nuevo emplazamiento, me adelanté para probar con un pez artificial. Tras un par de lances, me desplacé hacia una roca en la que mis compañeros se encontraban.
Fue llegar, lanzar y tras una breve persecución, una lubina se quedó prendida de mi artificial.
Tuve que sujetarla con mucho cuidado, para no lastimarla a ella, ni tampoco mi dedo.
Tras liberarla, volvimos a cambiar de lugar. Esta vez probaríamos en una zona de rocas en la que el mar golpeaba más fuerte, con la esperanza de que entre la espuma se encontrase alguna lubina mayor.
De camino entre los tojos, nos topamos con una araña tigre que aguardaba paciente en su telaraña cubierta de rocío, a que alguna presa quedase a merced de su voluntad.
Evitamos tocar la telaraña y proseguimos andando hasta las rocas.
Durante la bajada hacia el mar, estuve a punto de resbalar. Me di cuenta entonces, que la suela de una de mis botas se había despegado.
El lugar parecía propicio y estuvimos un buen rato intentándolo. Un par de olas estuvieron a punto de alcanzarnos, pero estábamos atentos a la evolución del mar.
Al final nos retiramos en vista de que ya no había muchas más opciones con el sol en lo alto.
Las vistas a nuestras espaldas eran una delicia.
Quizás la próxima vez, tengamos que madrugar un poco más. En días con las aguas tan claras, la oscuridad puede ser una buena aliada.

De camino a casa, paramos en un bar próximo. Al entrar advertimos la presencia de otros pescadores en una mesa. Y entre ellos se encontraba Fernando Dominguez, conocido artesano de señuelos artificiales.
                  

lunes, 20 de agosto de 2012

¿Mújoles a mosca? ... Sí, por favor

Ayer domingo me desplacé hasta Lires, en compañía de Yago (http://lubinasytruchas.blogspot.com.es/), para pescar mújoles.
Con la ayuda de Santi (http://santinitas.blogspot.com.es/), Arturo (http://wwwescueladealonso.blogspot.com.es/), Luis (http://luis-merayo-pescador-a-mosca.blogspot.com.es/), Eloi y algunos pescadores más, intentaría hacerme con mi primer mújol a mosca.
Las opiniones de muchos pescadores con respecto a esta especie, hacen que uno no preste mucha atención, sin embargo, las repetidas entradas en el blog de Santi, me animaron a embarcarme en esta aventura. Entonces no tenía ni idea, de las emociones que me aguardaban.
Después de hacer las presentaciones pertinentes, nos cambiamos para iniciar la jornada de pesca. Yo comencé pescando con una imitación de miga de pan, que Yago me había regalado momentos antes.
La algarabía en la distancia, indicaba que los primeros peces habían salido, mientras yo intentaba infructuosamente alcanzar la posición de un nutrido grupo de mújoles que se encontraban en la orilla opuesta.
Arturo y Yago que se encontraban próximos a mi, capturaron sendos peces. El primero lo hizo con una ninfa, mientras que el segundo utilizó la imitación de miga de pan.
Después de una titánica lucha, en la que la balanza se podía decantar por uno u otro contendiente, Yago logró hacerse con el pez. Una lisa de buen porte, que obligó a mi compañero a echar mano de la serenidad y la estrategia, para llevar a cabo la captura.
Poco después, Arturo capturaba otro mújol, pero este le recordó que al otro lado de la línea no había un pez cualquiera, así que se soltó para que el pescador iniciase una nueva serie de lanzamientos en busca de un ejemplar menos avispado ... cosa que sería difícil.
Llegó mi turno. Tocaba medirse con un pez que me hizo recordar a los combativos barbos gitanos. Con el agua amenazando con entrar por la parte superior del vadeador, las manos entumecidas por una lluvia que no tenía intención de abandonar el lugar, y el brazo flaqueando tembloroso bajo la presión que ejercía el pez, tuve que retroceder concediéndole minutos a mi adversario. !!Tenía que lograr hacerme con él¡¡. Tras un buen rato de lucha, al fin pude sostenerlo entre mis manos.
Era mi primer mújol a mosca, así que después de liberarlo del anzuelo, me despedí dando las gracias por una gran batalla.
Poco después comenzó lo bueno. Nuestros compañeros se encontraban un poco más arriba y el festival de cañas arqueadas era un espectáculo digno de ver.
La fortuna también se arrimó a mí, brindándome nuevas capturas. Peces que no se doblegaban a pesar de la tensión que ejercíamos con nuestros brazos.
Cualquiera que no haya experimentado esta sensación, no puede imaginarse la nobleza de este repudiado de nuestros mares.
Reune todas las características de un pez deportivo, por lo que no se debe subestimar, sin haber tenido uno al otro lado de la línea.
La mañana avanzaba y todos los presentes disfrutaban con las capturas. El buen ambiente y las risas iban apoderándose de la zona intermareal.
Varios coches que circulaban por una carretera próxima se detenían, y sus ocupantes miraban lo que aquellos "locos" hacían metidos hasta la cintura. Pero como dice la canción ... no estábamos locos ... sabíamos lo que queríamos.
El cielo concedió una tregua, y unos tímidos rayos de sol lograban aventurarse entre las nubes para animarnos a seguir metidos en el agua.
Los chapoteos continuos en el agua, eran el signo inequívoco de que las capturas se producían ahora a buen ritmo.
Yago sacaba otro bello ejemplar, mientras yo perdía algunos por forzarlos demasiado. Aquel frenesí de peces poniendo a prueba nuestros equipos, invitaba a lanzar con celeridad para sentir nuevas carreras y cabezazos.
Y cuando la jornada ya se acercaba a su fin, clavo otro ejemplar de mújol. Pero este tenía algo especial.
Sus carreras iniciales advertían que la salida del backing podía ser inminente. Tras unas huídas, el pez dio un coletazo y se fue buscando el fondo. Intentaba elevar la caña, pero el pez no se movía de su sitio. Sin duda había un ejemplar de buen porte al otro lado de la línea. ¿Qué hacer en este caso? Paciencia.
Tras unos minutos de lucha, el brazo pedía un respiro. Cambié la caña de mano, manteniendo la tensión. Una nueva carrera hacía que mi carrete girase en el sentido opuesto al que yo quería.
Otra vez a cambiar de mano, aguantando el tirón. El bajo de línea soportaba los embites, pero mi brazo volvía a flaquear.
!!No logro mirar el pez¡¡
Calculo que ya llevaba casi diez minutos intentando ver lo que se encontraba prendido en mi anzuelo, cuando para mi sorpresa ... el pez se suelta.
Me lamento por el fatal desenlace, pero cuando acerco la mosca a mi mano, me doy cuenta de un detalle importante en el anzuelo.
!!Se había roto¡¡
Esta última contienda me animó a seguir a los compañeros que ya caminaban hacia los coches.

Después de comentar algunas impresiones sobre la jornada, nos fuimos a comer. A pesar de esperar un buen rato para comenzar la comida, el ambiente que reinó en todo momento fue de lo más agradable.
Una conversación amena, aderezada con unas risas, fueron un acompañamiento ideal para una comida que nos sentó de maravilla después de varias horas lidiando con las lisas.

Ahora ya sólo queda echar mano de los recuerdos de esta excelente jornada de pesca y esperar a que la próxima no tarde en llegar.

Gracias a todos los asistentes.
 La jornada según Santi: http://santinitas.blogspot.com.es/2012/08/cronica-de-la-1-quedada-de-mosca-mar-de.html
La jornada según Arturo: http://wwwescueladealonso.blogspot.com.es/2012/08/quedada-de-muxos-en-lires.html
La jornada según Luis: http://luismerayo.blogspot.com.es/2012/08/nueva-quedada-de-pesca-mosca-en-ria-de.html
La jornada según Yago: http://lubinasytruchas.blogspot.com.es/2012/08/de-nuevo-en-lires.html 

domingo, 12 de agosto de 2012

Después de unos meses

Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que visité este lugar (ENLACE).
En aquel momento, las copiosas lluvias hicieron de la jornada una travesía un tanto difícil, pero sabíamos que cuando el caudal se estabilizara, las posibilidades reales serían mayores.
 Llegando al lugar nos dimos cuenta de que el nivel del río era muy bajo, pero esto provocaba que los peces estuvieran más juntos y que vadear fuera mucho más fácil.
Descendimos hacia el río por una senda flanqueada por muros de piedra, que también delimitaban las distintas parcelas.
 Y tras unos minutos de recorrido, llegamos al punto en el que iniciaríamos la jornada. Ángel y Antonio portaban sendas cañas de ballesta, pues esta modalidad se adapta a la dificultad de los lances en zonas muy reducidas. Yo por mi parte también llevaba un equipo ultraligero, para disfrutar al máximo con cada lance.
 Como he dicho antes, el vadeo era muy cómodo, salvo por algún pozo puntual, que había que sortear.
Ángel y yo comenzamos con la cucharilla de un sólo anzuelo y sin arpón, mientras que José Antonio optó por la cuerda de moscas, desprovistas de muerte.
Las picadas no tardaron en llegar, ya que los tramos de pesca sin muerte no suelen ser muy pescados por los aficionados gallegos, salvo excepciones.
 Durante el ascenso por el río, un caballito del diablo (Caleopteryx virgo) se posó en mi caña, quizás atraído por los colores de los tinseles que adornaban mi caña, ya que competían en brillo con los colores del pequeño odonato.Y justamente se sujetó a los dos colores que él presentaba en el cuerpo: el verde y el azul.
 Las picadas seguían sucediéndose, pero ninguna trucha se quedaba prendida del anzuelo.
Alguna pintona que se clavaba, se las arreglaba para librarse con repetidos saltos, ya que estas truchas son autóctonas y por lo tanto muy bravas.
 Aquí el alimento escasea en algunos momentos, por lo que las truchas no crecen demasiado. Sin embargo, los salmónidos de este lugar presentas fantásticas libreas.
Ángel fue el primero en estrenarse y poco después lo hice yo.
 En vista de tantas picadas fallidas, me decidí a montar una cuerda con un par de moscas. Una Deep Sparkle Pupa y una sencilla Humpy.
El cambio fue acertado, ya que las picadas aumentaron mucho en cantidad. Sin embargo las truchas se soltaban con facilidad.
Mientras Antonio rehacía el aparejo, una rana atacó varias veces una de las moscas que portaba en su cuerda. Otra prueba más de la cantidad de vida que habita en este valle.
 Al final logré sacar una pintona, al igual que mi compañero Antonio, después de innumerables picadas.
A pesar de todo, proseguimos ascendiendo, con la diferencia de que volví a atar una pequeña cucharilla a mi línea.
 Son varios los molinos de agua que nos encontramos a lo largo del trayecto, pero lo curioso es que todos ellos han sido rehabilitados para que se conserven a lo largo de los años. Y esto lo considero muy importante, ya que es parte de la historia de los pueblos y porque permite mostrarle a las futuras generaciones cómo funcionaba la sociedad antaño.
 Con el sol descendiendo tras las montañas, la actividad aumentó y aproveché este hecho para lograr engañar alguna truchita más.
 Oscuras, claras, con colores intensos o más suaves. La variedad cromática es muy amplia, dependiendo del lugar que ocupe la trucha en el río.
Una vez llegamos al final del tramo, hicimos un breve descanso para poner rumbo al coche.
De camino a este, me detuve junto a una pequeña iglesia, junto a la cual había un castaño centenario y un cementerio con sepulturas de bellos ornamentos pétreos.
El reloj junto al campanario marcaba la hora de marcharse para casa, pero antes habría que hacer una parada para recuperar parte de las energías gastadas.

martes, 7 de agosto de 2012

Con el corazón a cien por hora

La tarde se presentó con el cielo repleto de nubes y con un viento bastante intenso, sin embargo el calor era notable, pues sigue siendo verano.
A pesar de este hecho, poder maravillarse con la variedad de formas que se generan en el cielo, es una sensación agradable.
Acabo de montar la caña y me acerco a la orilla con sigilo. Observo un pequeño bass y le lanzo mi engaño. !!ZAS¡¡ La quietud de las aguas se interrumpe cuando el pequeño centrárquido se eleva en el aire tras un formidable salto.
Lo suelto con delicadeza y observo un galápago cuya cabeza asoma por encima de la superficie. Mi presencia lo incomoda y este se hunde.
 Cambio de zona con la esperanza de divisar mejores ejemplares, pero los basses que se miran no son de mucho porte. Aún así me animo a engañar alguno más, y así poder captar algunas imágenes.
 Me acerco a un nuevo punto y observo como un par de pescadores han llegado al lugar. Con una cucharilla van sacando algunos ejemplares y los depositan en el maletero de su coche. Pienso en el triste y agónico final que les aguarda, pero la ley de pesca no ampara al bass.
Cuando vuelvo la vista al agua, localizo a un buen ejemplar que navega tranquilamente ... el ritmo cardíaco se acelera ... el tiempo discurre más lento de lo normal ... contengo el aliento y lanzo.
El bass cambia de dirección y toma el engaño sin recelo ... el freno del carrete comienza a emitir música celestial, a la vez que la ligera caña se arquea bajo la tensión del hilo.
Recupero parte de la línea y nuevas carreras, mientras el corazón sigue a toda máquina.
Algunos saltos más mientras lo acerco ... y por fin la tensión se transforma en júbilo.
Un bonito ejemplar que hacía que el calor de la tarde se llevara un poco mejor.
Fotos de rigor y al agua. 
En la lejanía escucho a uno de los pescadores, que dice sorprendido: !Ah, los suelta¡
Más adelante se repite la escena, sólo que ahora el ejemplar es algo mayor. El corazón aún no se había recuperado del anterior encuentro, cuando este comienza a latir con fuerza nuevamente.
Los sentidos se agudizan a la vez que efectúo un lance en las proximidades del pez ... este también cambia de dirección, pero parece no estar muy convencido ... leve tirón para dar algo de movilidad al señuelo ... !!!ZAS¡¡¡ ... picada brutal con saltos formidables ... cojo la cámara para grabar un vídeo, descuidando la tensión del hilo ... nuevo salto y ... el pez se libera, dejándome con la miel en los labios.
Algo sofocado por el calor, me dirijo a una zona somera en la que presencio la persecución de varios alevines de bass, por parte de un ejemplar algo mayor. En cuanto este se detiene, le lanzo mi señuelo con precisión y el bass, ajeno a lo que portaba el engaño, lo toma sin recelo.
Lo acerco sin que pueda hacer nada por liberarse y antes de soltarlo, le echo una inofensiva reprimenda por perseguir a sus congéneres. !!Es que soy caníbal¡¡ alegaría él, jejeje.
Sigo capturando piezas menores pero muy divertidas. Unas muy cerca y otras a varias decenas de metros. Todas corren la misma suerte y son devueltas en poco tiempo al agua.
Vuelvo sobre mis pasos y me coloco en una zona con algo de profundidad. Una silueta de buen tamaño me acelera el pulso una vez más.
Lanzo con delicadeza y el bass no se lo piensa ... en un alarde de aceleración se coloca junto al señuelo ... abre sus fauces y lo engulle ... aguardo un eterno segundo ... y clavo.
La punta de la caña me señala temblorosa la dirección que ha tomado el centrárquido, a la vez que el carrete libera línea en un giro de bobina que parece no tener fin ... el fino hilo parece capaz de convencer al testarudo pez y comienzo a restar distancia entre ambos. Evito en lo posible que no salte fuera del agua. No quiero que se repita la situación anterior. Sin embargo, el bass parece leerme el pensamiento y ejecuta un par de poderosos saltos.
Ya está a mi alcance ... lo sujeto y me deleito con su bella estampa.
El equipo ligero me ha brindado unos momentos inolvidables. La tensión se disipa y sólo queda la alegría como único sentimiento.
Ya sólo me queda despedirme y dar las gracias por la batalla.

La ley de Murphy una vez más.
Me dispongo a cambiar de señuelo, pues tenía ganas de usar un crankbait ... corto el hilo y paradójicamente pienso: -Ya sería mucha casualidad que ahora apareciese un buen ejemplar.
Pues no es uno, sino que son tres los basses de formidable porte que ahora se pasean delante de mí.
El pulso se dispara ... las manos comienzan a temblar ... abro rápidamente el bolsillo donde llevo los vinilos y cojo el último que usé, ya que tiene el anzuelo puesto (es una costumbre). Ejecuto a la velocidad del rayo un nudo que he hecho miles de veces. Lo he hecho con las manos heladas, con poca luz y ahora tocaba hacerlo con las manos temblando ... No hay tiempo para cortar el sobrante ... efectúo el lance y los tres ejemplares detienen su avance ... uno de ellos se adelanta y ataca el vinilo ... clavo y ... algo ha fallado, pues se ha soltado ... me preparo para lanzar nuevamente, pero ... no hay peso al otro lado de la línea.
¡¡¡Ha roto el hilo con una facilidad pasmosa¡¡¡
Me consuelo con que no siempre ha de ganar el pescador. 
El ritmo cardíaco se estabiliza y pongo rumbo al coche.
Las nubes que había cuando llegué, ya no están. Son otras las que ahora se disgregan en el aire para crear nuebas formas. Y yo soy otro porque esta jornada me ha alegrado mucho el día, acelerandome el pulso y colmándome de grandes momentos.

domingo, 5 de agosto de 2012

Mar ¿de verano?

 Es hora de vagar por la costa en busca de las lubinas, ahora que la temporada de río ha finalizado, salvo para los tramos sin muerte y cotos de reo.
Ayer me fui con Adrián y su hermano Pablo, para probar suerte en un día más propio de la primavera o del otoño, ya que el cielo amenazaba con la lluvia y la temperatura era suave.
Fuimos observando a lo largo de la costa hasta que llegamos a una zona que tenía pinta de poder ofrecer algún fruto.
 Así que nos enfundamos los vadeadores y pusimos rumbo a las rocas.
El aspecto del mar era muy bueno. Mar movido con abundante espuma, si bien había zonas en las que se notaba la claridad de las aguas.
 Comenzamos usando peces artificiales de distintos colores, para ir prospectando las zonas más cercanas.
El viento limitaba un poco nuestros lances, pero no resultaba molesto en exceso.
 Tras un buen rato probando fortuna en una zona movida, llegamos a una ensenada en la que había algas en suspensión.
Era más sensato desplazarse y aprovechar la pleamar en lugares más propicios.
 Pudimos acceder a unas rocas que se introducían algunos metros en el mar, aunque aquí el mar ya estaba un tanto fuerte. El pasillo que había entre estas rocas y otras más alejadas, tenían muy buena pinta.
 Y acertamos en la elección, ya que Pablo tuvo la primera picada de la jornada, a uno de sus vinilos.
Por desgracia, la pérdida de tensión facilitó que el pez se soltara.
 Adrián también tuvo recompensa con los vinilos, pero el pez también le ganó la partida.
En vista de que había actividad, me acerqué hasta su posición para probar fortuna con mi vinilo.
 
 Lancé sobre una roca y ... !!ZAS¡¡ picada. No cedí ni un ápice y pronto miré que se trataba de una lubinita.
Hace unos días capturé mi "récord de bass" (más pequeño) y en esta ocasión salió la lubina más pequeña que había pescado hasta la fecha. Se ve que estoy en racha jejeje.
Estuvimos un poco más insistiendo en la zona, pero la actividad había cesado por completo.
Me fastidió que mis compañeros no materializasen sus capturas, pero la pesca es así.
Ahora tocará esperar a que las grandes hagan acto de presencia en este año tan atípico.