En la anterior entrada os había dicho que el sábado por la tarde no pude acompañar a mi hermano, por culpa del dolor de espalda. Pues bien ... cuando mi hermano llegó a casa le pregunté por la jornada. Me dijo que había capturado algún sargo y poco después me apareció con un buen ejemplar en las manos.1.330 gramos de sargo, que me hiceron maldecir mi situación. Algo más de 700 gramos el segundo en porte, seguido de uno de poco más de 500. Y para finalizar, otro de 300 gramos.
Se le había escapado uno muy gordo con todo el aparejo, por lo que me hice a la idea de recuperarme lo antes posible.
Después de una mañana tras las lubinas y con la espalda algo mejor, me fui a comer y a continuación, mi hermano y yo partimos rumbo al pedrero.Las condiciones del mar eran similares a las del día anterior. El gran azul nos dejaría morar durante unas horas en una parcela de su basto imperio.
Preparamos todo y buscamos un lugar por el que poder descender el acantilado.Durante la bajada nos topamos con lo que parecían las plumas de una paloma torcaz. Seguramente fue abatida por un halcón peregrino . Poco hay que hacer ante el animal más veloz del planeta y menos en este entorno desprovisto de árboles.Ya podía sentir la brisa yodada que me animaba antes de comenzar la jornada. El hecho de encontrarme en el acantilado, con un día espléndido y la posibilidad de capturar un buen sargo, hacían que me olvidase de mi dolor muscular.
Proseguimos bajando con cautela, por las zonas más accesibles, para finalmente llegar a la puesta elegida.El mar se movía lo justo para poder pescar, así que desplegamos nuestras cañas hacia el cielo, para adoptar la forma de lanceros contemporáneos y comenzar la batalla con las criaturas que bajo el agua nos aguardaban.Una de estas criaturas, suele ser la omnipresente boga de mar. Esta oportunista del océano no duda en deleitarse con los cebos blandos que se utilizan para la pesca del sargo, por lo que su captura suele ser casi matemática en este escenario.
En los primeros minutos sacamos varias bogas y algunas tenían un tamaño considerable.Interrumpiendo la captura de las bogas, surgió este mújol o lisa de casi kilo y medio, que batalló hasta la extenuación y cuyo cuerpo, mi Arcadia no tuvo reparos en elevar hasta mi posición.
Estoy muy contento con estas cañas, pues creo que su límite de elevación está condicionado por el diámetro de la línea empleada, en cuanto a la pesca del sargo se refiere.
Hay ocasiones en las que un robalo puede sucumbir al engaño y en estos casos, evidentemente, hay que hacer uso del sentido común y no forzar la vara.A continuación el carrete de mi hermano, comenzó a soltar hilo. Un bello sargo se encontraba al otro lado de la línea. La Protako Annesa, parece bastante más endeble que la Veret, por lo que mi hermano no tentó a la diosa Fortuna.
Pacientemente lo fue acercando a las rocas donde yo aguardaba. Una ola lo depositó a mi alcance y luego, sujetando el bajo de fluorocarbono, lo levanté en peso.
La línea del 0.23 se cortó con los dientes del sargo y este se cayó en una pequeña poza. Antes de que llegara la ola que le devolviese la libertad, lo sujete con la mano y subí por las piedras con celeridad.
El sargo de poco más de un kilo, cuya dentadura había puesto en entredicho la resistencia del fluorocarbono, posaba ahora en manos de su captor.El sol se acercaba pausadamente al mar y en ese momento clavé un sargo.
Se mostró luchador en todo momento, pero no alcanzaba el medio kilo de peso. Sin embargo, al izarlo hacia nuestra posición, este cortó el hilo y su cuerpo se precipitó hacia el agua.
Me quedó pena de que se fuera con el anzuelo clavado, pero supongo que estas situaciones también son frecuentes en esta modalidad de pesca.
La esfera incandescente ya acariciaba la superficie líquida y esta comenzó a apagar su resplandor. Ese momento marcó el final de la jornada, pues no habíamos llevado linterna y el ascenso era mejor hacerlo con tiempo, por si algún imprevisto surgiera en dicha travesía.
La jornada no fue todo lo buena que esperaba, pero el mar nos recompensó por haber hecho el esfuerzo de bajar y hacerle compañía por unas horas.
El balance de diecisiete bogas (que amenizaron la jornada), un buen mújol y un sargo espléndido, no fue malo del todo, en vista de que no se pudo repetir la tarde anterior.
Por suerte volveré por el pedrero a tentar a los cebreados espáridos.
Después de una mañana tras las lubinas y con la espalda algo mejor, me fui a comer y a continuación, mi hermano y yo partimos rumbo al pedrero.Las condiciones del mar eran similares a las del día anterior. El gran azul nos dejaría morar durante unas horas en una parcela de su basto imperio.
Preparamos todo y buscamos un lugar por el que poder descender el acantilado.Durante la bajada nos topamos con lo que parecían las plumas de una paloma torcaz. Seguramente fue abatida por un halcón peregrino . Poco hay que hacer ante el animal más veloz del planeta y menos en este entorno desprovisto de árboles.Ya podía sentir la brisa yodada que me animaba antes de comenzar la jornada. El hecho de encontrarme en el acantilado, con un día espléndido y la posibilidad de capturar un buen sargo, hacían que me olvidase de mi dolor muscular.
Proseguimos bajando con cautela, por las zonas más accesibles, para finalmente llegar a la puesta elegida.El mar se movía lo justo para poder pescar, así que desplegamos nuestras cañas hacia el cielo, para adoptar la forma de lanceros contemporáneos y comenzar la batalla con las criaturas que bajo el agua nos aguardaban.Una de estas criaturas, suele ser la omnipresente boga de mar. Esta oportunista del océano no duda en deleitarse con los cebos blandos que se utilizan para la pesca del sargo, por lo que su captura suele ser casi matemática en este escenario.
En los primeros minutos sacamos varias bogas y algunas tenían un tamaño considerable.Interrumpiendo la captura de las bogas, surgió este mújol o lisa de casi kilo y medio, que batalló hasta la extenuación y cuyo cuerpo, mi Arcadia no tuvo reparos en elevar hasta mi posición.
Estoy muy contento con estas cañas, pues creo que su límite de elevación está condicionado por el diámetro de la línea empleada, en cuanto a la pesca del sargo se refiere.
Hay ocasiones en las que un robalo puede sucumbir al engaño y en estos casos, evidentemente, hay que hacer uso del sentido común y no forzar la vara.A continuación el carrete de mi hermano, comenzó a soltar hilo. Un bello sargo se encontraba al otro lado de la línea. La Protako Annesa, parece bastante más endeble que la Veret, por lo que mi hermano no tentó a la diosa Fortuna.
Pacientemente lo fue acercando a las rocas donde yo aguardaba. Una ola lo depositó a mi alcance y luego, sujetando el bajo de fluorocarbono, lo levanté en peso.
La línea del 0.23 se cortó con los dientes del sargo y este se cayó en una pequeña poza. Antes de que llegara la ola que le devolviese la libertad, lo sujete con la mano y subí por las piedras con celeridad.
El sargo de poco más de un kilo, cuya dentadura había puesto en entredicho la resistencia del fluorocarbono, posaba ahora en manos de su captor.El sol se acercaba pausadamente al mar y en ese momento clavé un sargo.
Se mostró luchador en todo momento, pero no alcanzaba el medio kilo de peso. Sin embargo, al izarlo hacia nuestra posición, este cortó el hilo y su cuerpo se precipitó hacia el agua.
Me quedó pena de que se fuera con el anzuelo clavado, pero supongo que estas situaciones también son frecuentes en esta modalidad de pesca.
La esfera incandescente ya acariciaba la superficie líquida y esta comenzó a apagar su resplandor. Ese momento marcó el final de la jornada, pues no habíamos llevado linterna y el ascenso era mejor hacerlo con tiempo, por si algún imprevisto surgiera en dicha travesía.
La jornada no fue todo lo buena que esperaba, pero el mar nos recompensó por haber hecho el esfuerzo de bajar y hacerle compañía por unas horas.
El balance de diecisiete bogas (que amenizaron la jornada), un buen mújol y un sargo espléndido, no fue malo del todo, en vista de que no se pudo repetir la tarde anterior.
Por suerte volveré por el pedrero a tentar a los cebreados espáridos.
La verdad es que no te puedes quejar de la jornada, aunque los sargos no fuesen abundantes, la jornada se ve que entretenida si ha sido.
ResponderEliminarSuele pasar eso de no ir a pescar un dia porque no puedes o no apetece y que la jornada sea increiblemente buena, para desesperacion del ausente! jeje
A ver si te mejoras totalmente Jose
Un saludiñO!
Enhorabuena por esa pescata de sargos, que al horno estan muy ricos y también a la plancha.
ResponderEliminarUn saludo José y para tu hermano
Buen relato de lo acontecido José.Esos sargos de la bandeja no parecen picudos como el que sostienes,ambos son preciosos y que guerra ofrecen los muy avispados.En cuanto a la Veret ,toda una garantía en ese escenario de altura .Utilizo la Aquil para esos menesteres y también cumple con su cometido sin problemas.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola,bonitos sargos estaran buenos al horno o plancha,enhora buena a los dos y q t mejores d l espalda.Saludos.
ResponderEliminarQué me vas a decir de eso Pablo. Ya me ha pasado varias veces de no poder ir de pesca y luego llegan mis compañeros contando jornadas memorables. En fin, ante estas situaciones ... tranquilidad.
ResponderEliminarPues deben de estar muy ricos cuando sólo han quedado las espinas. A mí sin embargo me llama más la carne jejeje
La Aquil es la que quise comprar en un principio Julio, pero al final me hice con dos Arcadias.
No soy yo de pescado Mari Ángeles. Y la espalda ya casi ha recobrado la normalidad.
Saludos.
Enhorabuena presi por esas capturas, bonitos sarguetes, y como siempre excepcional narrativa, eg qe ere un txoco...
ResponderEliminarSaludiños
Muy bien Jose, tanto por la jornada como por la narración: joer, estás inspiradísimo!!
ResponderEliminarMe alegro de tu mejoría en la espalda. Yo también sufro de ella y es jodido.
Vaya sargos buenos que se marcó tu hermano, eh? Esos a la sal tienen que estar para chuparse los dedos seguro.
Saludos y a seguir dándole!!!
Una entrada muy guapa, como es habitual en este blog. Aunque esperaras más capturas no estuvo del todo mal...
ResponderEliminarSaludos y espero vernos pronto...
Illo que he entrao pa ver los comentarios y me he vuelto a dar cuenta que te deje uno con la cuenta de mi mujer, pues eso pa que sepas que es mio, un saludo.
ResponderEliminarFito, lo tuyo es despiste jejeje. Vas a tener que darle tú a la cocina también. Espero que pronto vayas de pesca y nos cuentes cómo te fue.
ResponderEliminarQue presi, ni que leches Walter. No soy presi de nada y txoco menos.
Te acompaño en el sentimiento Miguel. El día anterior lo pasé muy mal, pero los sargos de mi hermano me animaron. A mí el pescado ni a la sal, ni con azúcar jejeje
Efrén, ahora voy a dedicarle algo más de tiempo al sargo, que más adelante ya no podré.
Saludos
Da gusto leer un blog en el que no se nos miente con el peso de las piezas. Enhorabuena por los sargos y por el blog.
ResponderEliminarHombre anónimo, creo que si se miente en ese aspecto, el primero en ser engañado es uno mismo. Y la verdad es que no se gana nada a final de cuentas. Es más, creo que si uno se da cuenta de que alguien miente a menudo en el peso de las tallas, simplemente tendrá una concepción negativa del individuo.
ResponderEliminarTe agradezco tus palabras.
Un saludo
Bonita jornada y bonito sargo, enhorabuena.
ResponderEliminarEn ese trozo de costa hay una dificultad añadida a su pesca, las dichosas bogas..., revisa siempre el bajo cuando aferres o sientas picadas de ellas. Lo digo porque un 0,23 remonta sin ningún tipo de problema un sargo de 1 kg, y si es de calidad, también uno de 1,5 Kg, pero no son pocas las ocasiones en que parte por estar tocado por las picadas de esas 'roe gametas'.
Un saludo
Llevas razón Anxo, aunque la pereza hace que no revuse tan a menudo como debiera. Eso sí, si pierdo un día un buen perrón, entonces seguro que lo revisaré en cada calada.
ResponderEliminarSaludos Maestro.