Hace unos días, Antonio y yo nos fuimos a la aventura por la provincia de Ourense, con la intención de pescar en el tramo libre de algún río.Durante la travesía por la sierra de O Suído, contemplamos gran cantidad de parques eólicos. Estos grandes aerogeneradores aprovechan un bien abundante en la zona, y si bien el impacto visual es claro, creo que son preferibles a las minicentrales, ya que los primeros llevan riqueza a los lugares en los que se ubican.
Los grupos de caballos pacen a sus anchas en estos montes, por lo que es necesario extremar las precauciones en la conducción, si no se quiere llevar un susto.Elegimos un cauce de cierta entidad. Cuando me asomé al río desde el puente, divisé una trucha de algo más de medio kilo, que se apresuró a colocarse bajo una roca sumergida.
La visión del pez me animó mucho, pero la desconfianza con la que respondió, me indicaba que la cosa no sería fácil.Comenzamos justo bajo el puente, después de ejecutar una bajada un tanto dificultosa.
Pudimos comprobar que junto a las truchas había pequeños grupos de bogas, que se movían sin rumbo aparente.
Estas zonas de rápidos poco profundos, nos valdrían para comprobar la dificultad del tramo elegido.En esta tabla somera tuve la primera picada. Fue desmesuradamente sutil, por lo que deduje que la cosa sería bastante difícil en cuanto al uso de las cucharillas.
Le propuse a Antonio avanzar un poco más con estos señuelos y si en algún momento se veían cebadas, cambiaríamos de técnica y usaríamos un aparejo de mosca ahogada.Una vez prospectadas las pequeñas corrientes, llegamos a una gran tabla. La pudimos vadear momentáneamente, pero después hubo que salir hacia una orilla, pues la profundidad aumentaba exponencialmente a cada paso.
Casi en la cabecera de la gran tabla, contemplamos una enorme cebada, lo que delataba la posición de un buen ejemplar. En ese momento tomé un saltamontes que se mantenía aferrado al tallo de una gramínea y me preparé para realizar un experimento, con el que pretendía conocer la predisposición del ejemplar para comer. La cercanía del lugar donde se había cebado, unido a la envergadura del ortóptero, me permitieron lanzarlo con precisión. La caída en el agua provocó una perturbación ... Antonio y yo observábamos con detenimiento ... no había transcurrido ni un segundo desde que el saltamontes había tocado el agua, cuando la cabeza del salmónido rompió la tensión superficial de esta ... tomó el insecto con total naturalidad y se lo llevó presurosa hacia la negrura del fondo. A pesar de ser un experimento que realizo a menudo, en zonas remansadas y flanqueadas por prados, me llamó la atención la velocidad con la que se llevó a cabo el ataque.
Fue entonces cuando decidimos montar los aparejos de mosca ahogada.La elección fue la acertada, ya que bastó un pequeño espacio de tiempo para engañar a esta trucha de bello colorido. En cuanto se hundió el buldo, clavé con decisión, pues el anzuelo estaba desprovisto de la muerte. El contacto a través del fino hilo fue constante y la captura pudo llegar a mi mano, previamente mojada.
Tras una breve contemplación del ejemplar, este recuperó la libertad y se perdió bajo una gran roca.Los brillantes reflejos tornaron el agua en níquel y con esta panorámica, las cebadas se comenzaron a suceder. La única pega era que estas se producían en zonas de aguas muy paradas y la deriva de las moscas se hacía eterna.
¡¡ Si tuviera la caña de mosca ... !!Antonio probaba fortuna en la orilla opuesta, pero en estas condiciones lo teníamos todo en contra. Sólo con el descenso del sol, ampliaríamos nuestras posibilidades, ya que a menor intensidad lumínica, menor probabilidad de detectar el engaño.Una leve brisa comenzó a soplar en el valle y ahora las hojas de alisos, sauces, fresnos y abedules, parecían darnos la bienvenida.
Desde mi posición localicé una senda por la que salir del río, pero antes intentaríamos engañar alguna entre los pasillos que había entre la vegetación.
Las dos picadas que tuve no se materializaron. La vivacidad de ambos ejemplares propiciaron su liberación, tras desprenderse con facilidad del anzuelo.
Volvimos al punto de partida, con la intención de pescar con la mosca ahogada en el tramo inicial, pero el desenlace fue el mismo que con las anteriores.
Con las últimas luces de la tarde nos despedimos del lugar, con la promesa de volver en breve.
La visión del pez me animó mucho, pero la desconfianza con la que respondió, me indicaba que la cosa no sería fácil.Comenzamos justo bajo el puente, después de ejecutar una bajada un tanto dificultosa.
Pudimos comprobar que junto a las truchas había pequeños grupos de bogas, que se movían sin rumbo aparente.
Estas zonas de rápidos poco profundos, nos valdrían para comprobar la dificultad del tramo elegido.En esta tabla somera tuve la primera picada. Fue desmesuradamente sutil, por lo que deduje que la cosa sería bastante difícil en cuanto al uso de las cucharillas.
Le propuse a Antonio avanzar un poco más con estos señuelos y si en algún momento se veían cebadas, cambiaríamos de técnica y usaríamos un aparejo de mosca ahogada.Una vez prospectadas las pequeñas corrientes, llegamos a una gran tabla. La pudimos vadear momentáneamente, pero después hubo que salir hacia una orilla, pues la profundidad aumentaba exponencialmente a cada paso.
Casi en la cabecera de la gran tabla, contemplamos una enorme cebada, lo que delataba la posición de un buen ejemplar. En ese momento tomé un saltamontes que se mantenía aferrado al tallo de una gramínea y me preparé para realizar un experimento, con el que pretendía conocer la predisposición del ejemplar para comer. La cercanía del lugar donde se había cebado, unido a la envergadura del ortóptero, me permitieron lanzarlo con precisión. La caída en el agua provocó una perturbación ... Antonio y yo observábamos con detenimiento ... no había transcurrido ni un segundo desde que el saltamontes había tocado el agua, cuando la cabeza del salmónido rompió la tensión superficial de esta ... tomó el insecto con total naturalidad y se lo llevó presurosa hacia la negrura del fondo. A pesar de ser un experimento que realizo a menudo, en zonas remansadas y flanqueadas por prados, me llamó la atención la velocidad con la que se llevó a cabo el ataque.
Fue entonces cuando decidimos montar los aparejos de mosca ahogada.La elección fue la acertada, ya que bastó un pequeño espacio de tiempo para engañar a esta trucha de bello colorido. En cuanto se hundió el buldo, clavé con decisión, pues el anzuelo estaba desprovisto de la muerte. El contacto a través del fino hilo fue constante y la captura pudo llegar a mi mano, previamente mojada.
Tras una breve contemplación del ejemplar, este recuperó la libertad y se perdió bajo una gran roca.Los brillantes reflejos tornaron el agua en níquel y con esta panorámica, las cebadas se comenzaron a suceder. La única pega era que estas se producían en zonas de aguas muy paradas y la deriva de las moscas se hacía eterna.
¡¡ Si tuviera la caña de mosca ... !!Antonio probaba fortuna en la orilla opuesta, pero en estas condiciones lo teníamos todo en contra. Sólo con el descenso del sol, ampliaríamos nuestras posibilidades, ya que a menor intensidad lumínica, menor probabilidad de detectar el engaño.Una leve brisa comenzó a soplar en el valle y ahora las hojas de alisos, sauces, fresnos y abedules, parecían darnos la bienvenida.
Desde mi posición localicé una senda por la que salir del río, pero antes intentaríamos engañar alguna entre los pasillos que había entre la vegetación.
Las dos picadas que tuve no se materializaron. La vivacidad de ambos ejemplares propiciaron su liberación, tras desprenderse con facilidad del anzuelo.
Volvimos al punto de partida, con la intención de pescar con la mosca ahogada en el tramo inicial, pero el desenlace fue el mismo que con las anteriores.
Con las últimas luces de la tarde nos despedimos del lugar, con la promesa de volver en breve.
Muy buena captura Jose y las fotos muy guapas.
ResponderEliminarSaludos
Buen invento José, pero mejor ese ataque a toda velocidad.
ResponderEliminarUn saludo
Que pena que no grabases el momento "saltamontes" hubiera estado bien. Estoy viendo que el libre ese tiene muy buena pinta si señor. Siempre da gusto conocer nuevos rios y si son bonitos como es el caso aún mejor. Saludos Jose!
ResponderEliminarGuapo relato, como siempre Jose...
ResponderEliminarSaludos.
Hermoso sitio y mu guapa la trucha. Ya me voy otra vez es que no paro.
ResponderEliminarSaludiños.
Muchas gracias Álvaro.
ResponderEliminarSaludos
Es un método muy práctico Miguel. Pena que no se pueda hacer con las lubinas jejeje
ResponderEliminarSaludos
Después comentamos lo de grabar la tomada de la trucha, pero ya fue tarde.
ResponderEliminarAhora espero volver pronto y conocer algo más de este río.
Saludos
Muchas gracias Efrén. Se hace lo que se puede.
ResponderEliminarSaludos
Más guapas las doradas , Walter.
ResponderEliminarTú sigue así que te van a salir escamas jejeje
Saludos
Hno. de los anzuelos, Jose:
ResponderEliminar¡Ojalá! puedas regresar pronto y seguir aprendiendo de ese río, tal como anhelas.
Un abrazo grande y,...
Un afectuoso sapukay.-
El gesto del saltamontes dice mucho de vosotros como pescadores. En vez de seguir empeñados en lanzar vuestras cucharillas, preferísteis observar el comportamiento de las truchas para cambiar a la técnica más adecuada, en este caso el buldó.
ResponderEliminarMuy bien hecho. Os felicito por la jornada, y a ti Jose por la narración.
Saludos.
Como de costumbre haces que vivamos cada momento como si estuviésemos allí..
ResponderEliminarEstupendo relato..
S2
Precioso sitio Jose, bonitas fotos y preciosas truchas. He podido ver en algun documental como pescaban truchones con una pardillera y saltamontes y como tu dices las truchas no se lo piensan. Quizas una buena imitación de este insecto en foam puede ser infalible, un saludo.
ResponderEliminarPues la semana que viene, pienso volver Leo.
ResponderEliminarCuando uno conoce un río así, debe visitarlo para no borrarlo de su mente.
Saludos
Si te animas un día Fermintxo, ya sabes.
ResponderEliminarPor muy buena y cuidada que sea la redacción, la realidad es la realidad.
Saludos
Miguel, yo me considero por encima de todo, un pescador de truchas y como tal, ya sé bastante, aunque me queda un montón.
ResponderEliminarPero a veces hay que tirar de algún truquillo, para ver cómo está la cosa.
Saludos
Antonio, el cebo natural es lo más, pero si no va unido a un sedal, el pez lo identifica tanto por movimiento como por deriva, etc con una presa habitual y entonces hace lo que lleva haciendo toda la vida: Atacar.
ResponderEliminarSaludos